martes, 31 de mayo de 2011

*SERMÓN: LA ROSA Y EL LIRIO*


SERMÓN:

'Yo soy la rosa de Sarón y el lirio de los valles'  

Cantar de los Cantares 2:1
 "Aquí tenemos al esposo alabándose a sí mismo" y esto es algo que merece ser considerado con atención. La propia ala­banza no está aquí empañada por el orgullo: esta falta no puede encontrarse en el humilde Jesús. Su egoísmo no es egotismo. El se recomienda a sí mismo, no por causa de Sí, sino por nues­tra causa. E1 se presenta con brillantes términos porque:
En su condescendencia, desea nuestro amor. ¡Qué poca cosa somos nosotros para que El nos atienda! Sin embar­go, ¡está anheloso de hacerlo!
Con sabiduría, usa los mejores medios para ganar nuestro amor.
Con ternura, se digna describirse a Sí mismo para que noso­tros podamos ser animados por su familiaridad al alabarse a Sí mismo a nosotros. Esta es una de las más efectivas pruebas de su humildad.
Necesariamente El tiene que describirse a Sí mismo, pues ¿quién más lo podría hacer? «Nadie conoce al Hijo sino el Padree (Mat. 11:27). 
I. LA EXCELENCIA DE NUESTRO SEÑOR.
Se compara a Sí mismo no sólo, como en otros lugares, al pan que es necesario y al agua refrescante, sino a las ad­mirables flores. En Jesús hay todas las delicias, así como la satisfacción de todas las necesidades.
1. El es ahora todo lo que ha sido siempre; pues su 2. El es delicioso al ojo de la fe como las flores lo son a la vista de los ojos; ¿qué hay más bello que las rosas y los lirios?
3. Es deliciosa, asimismo, la fragancia que viene de El. En El hay una fragancia variada y permanente. Sin embargo, los ciegos no ven el color y los hombres sin olfato no perciben el olor de las más fragantes flo­res; del mismo modo, el hombre carnal no ve delicia alguna en Jesús. Las rosas y los lirios requieren ojos y luz para que puedan ser apreciadas; del mismo modo, el conocer a Jesús necesita gracia y buena disposición. El dice: “Yo soy la rosa de Sarón”; y así es, esencial­mente, pero la gran pregunta aquí es: a ¿Lo es para ti?” ¿Sí o no?
II. LA DULCE VARIEDAD DE SU DELICIA.
1. La rosa simboliza majestad, y el lirio, amor.
2. La rosa simboliza sufrimiento, y el lirio, pureza.
3. De ambas flores hay gran variedad. Todas las rosas y todos los lirios, todas las bellezas del cielo y de la tierra coinciden en Jesús.
III. LA EXCELENTE FRESCURA DE SU DELICIA.
1. Significa que puede ser tomado y gozado como lo son las rosas y los lirios.
2. Es abundante, como lo son estas flores comunes; no es una flor rara del Oriente, sino como las anémonas que cubrían las extensas llanuras de Sarón y los lirios que abundaban en todos los valles de Palestina.
3. Existiendo en lugares comunes como ocurría con las rosas en Sarón y los lirios en los valles, cada viandante podía libremente coger manojos a su libre voluntad. Estas flores no se encontraban en lugares inaccesibles, ni estaban guardadas detrás de rejas. Jesús es tan acce­sible para todo el mundo como estas flores. Esta es la principal idea del texto: los que desean a Cristo pueden tenerle.
4. Su fragancia se extendía, no en una habitación de la casa, sino lejos, y con gran amplitud, perfumando los mismos vientos.
5. Sin embargo, las rosas y los lirios no pueden expresar todas las virtudes de nuestro Amado, ya que no son per­manentes e imperecederas. Las rosas y los lirios de Sarón se secaban pronto; pero El no morirá jamás.
«Yo soy la rosa de Sarón y el lirio de los valles.» Estas pala­bras, más que de Salomón, son propias del Señor Jesucristo, en quien la alabanza no es sino condescendencia, y gracia el reco­mendarse a Sí mismo a los hijos de los hombres. Por ejemplo, la declaración: «Yo soy manso y humilde de corazón», significa­ría el mayor orgullo de parte de Gabriel, pero es humildad en Jesús, porque E1 descendió de la suprema altura de su poder y divinidad para que pudiera ser manso y humilde. «Yo soy la vida verdadera», «Yo soy el buen pastor», etc., son expresiones similares, de verdad y de gracia. Así lo es ésta que estamos considerando. ‑ A. Moody Stuart.
Jesús no se compara a las flores raras y difíciles que sólo los ricos pueden conseguir, sino a lo que es fácilmente obtenible. En los Evangelios vemos cómo El se detuvo siempre para aten­der al más humilde; y el común del pueblo le oía de buena gana. ‑ H. K. Wood en El Esposo Celestial y su Esposa.

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