¿Qué se entiende por "Valor"?
¿Desde qué perspectiva se aprecian los valores?
¿Cuales son sus características?
¿Cómo valora el ser humano?
¿Cómo se clasifican?
Aún cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente
en filosofía, los valores están presentes desde los inicios de la
humanidad. Para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el
bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud. Sin embargo, el
criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos. Se puede
valorar de acuerdo con criterios estéticos, esquemas sociales,
costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la
utilidad, el bienestar, el placer, el prestigio.
Los valores son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la
historia. Surgen con un especial significado y cambian o desaparecen en
las distintas épocas. Por ejemplo, la virtud y la felicidad son valores;
pero no podríamos enseñar a las personas del mundo actual a ser
virtuosas según la concepción que tuvieron los griegos de la antigüedad.
Es precisamente el significado social que se atribuye a los valores uno
de los factores que influye para diferenciar los valores tradicionales,
aquellos que guiaron a la sociedad en el pasado, generalmente referidos
a costumbres culturales o principios religiosos, y los valores
modernos, los que comparten las personas de la sociedad actual.
¿Qué se entiende por valor?
Este concepto abarca contenidos y significados diferentes y ha sido
abordado desde diversas perspectivas y teorías. En sentido humanista, se
entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual
perdería la humanidad o parte de ella. El valor se refiere a una
excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir
la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso
trabajar que robar. La práctica del valor desarrolla la humanidad de la
persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad
(Vásquez, 1999, p. 3). Desde un punto de vista socio-educativo, los
valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan
el comportamiento humano hacia la transformación social y la
realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a
la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.
¿Desde cuáles perspectivas se aprecian los valores?
La visión subjetivista considera que los valores no son reales, no valen
en sí mismos, sino que son las personas quienes les otorgan un
determinado valor, dependiendo del agrado o desagrado que producen.
Desde esta perspectiva, los valores son subjetivos, dependen de la
impresión personal del ser humano. La escuela neokantiana afirma que el
valor es, ante todo, una idea. Se diferencia lo que es valioso de lo que
no lo es dependiendo de las ideas o conceptos generales que comparten
las personas. Algunos autores indican que "los valores no son el
producto de la razón"; no tienen su origen y su fundamento en lo que nos
muestran los sentidos; por lo tanto, no son concretos, no se encuentran
en el mundo sensible y objetivo. Es en el pensamiento y en la mente
donde los valores se aprehenden, cobran forma y significado. La escuela
fenomenológica, desde una perspectiva idealista, considera que los
valores son ideales y objetivos; valen independientemente de las cosas y
de las estimaciones de las personas. Así, aunque todos seamos injustos,
la justicia sigue teniendo valor. En cambio, los realistas afirman que
los valores son reales; valores y bienes son una misma cosa. Todos los
seres tienen su propio valor. En síntesis, las diversas posturas
conducen a inferir dos teorías básicas acerca de los valores dependiendo
de la postura del objetivismo o del subjetivismo axiológico.
¿Cuáles son las características de los valores?
¿Qué hace que algo sea valioso? La humanidad ha adoptado criterios a
partir de los cuales se establece la categoría o la jerarquía de los
valores. Algunos de esos criterios son: (a) Durabilidad: los valores se
reflejan en el curso de la vida. Hay valores que son más permanentes en
el tiempo que otros. Por ejemplo, el valor del placer es más fugaz que
el de la verdad. (b) Integralidad: cada valor es una abstracción íntegra
en sí mismo, no es divisible. (c) Flexibilidad: los valores cambian con
las necesidades y experiencias de las personas. (d) Satisfacción: los
valores generan satisfacción en las personas que los practican. (e)
Polaridad: todo valor se presenta en sentido positivo y negativo; todo
valor conlleva un contravalor. (f) Jerarquía: hay valores que son
considerados superiores (dignidad, libertad) y otros como inferiores
(los relacionados con las necesidades básicas o vitales). Las jerarquías
de valores no son rígidas ni predeterminadas; se van construyendo
progresivamente a lo largo de la vida de cada persona. (g)
Trascendencia: los valores trascienden el plano concreto; dan sentido y
significado a la vida humana y a la sociedad. (h) Dinamismo: los valores
se transforman con las épocas. (i) Aplicabilidad: los valores se
aplican en las diversas situaciones de la vida; entrañan acciones
prácticas que reflejan los principios valorativos de la persona. (j)
Complejidad: los valores obedecen a causas diversas, requieren
complicados juicios y decisiones.
En una escuela de enseñanza primaria, una maestra se dio cuenta de la
vanidad que había en las actitudes de sus alumnos. Valiéndose de una
situación fantástica, sugirió al grupo lo divertido que sería crear una
ciudad imaginaria. Cada alumno podría desempeñar el trabajo que
quisiera. Llevando cuenta de las elecciones hechas por los chicos, el
grupo descubrió que tenían varios doctores, abogados e ingenieros. Hubo
un individualista que aspiraba a ser vago. A continuación, preguntó al
grupo si una ciudad así podría sobrevivir. Entonces se puso de
manifiesto la necesidad de agricultores, fabricantes de herramientas, de
personas dedicadas a la limpieza de las calles, etcétera. En la
discusión que siguió, los chicos se dieron cuenta, por primera vez, no
sólo de la importancia que tiene toda ocupación en nuestra sociedad,
sino también de las medidas que estaban usando para determinar el valor
de una ocupación o de una persona. Los distintos valores de nuestra
sociedad que dan importancia a la recompensa monetaria, a la categoría,
al servicio social, etcétera, emergieron del inconsciente al interés
consciente de todos los miembros del grupo. (Lifton, 1972, pp. 263-264)
¿Cómo valora el ser humano?
¿Cómo expresa sus valoraciones? El proceso de valoración del ser humano
incluye una compleja serie de condiciones intelectuales y afectivas que
suponen: la toma de decisiones, la estimación y la actuación. Las
personas valoran al preferir, al estimar, al elegir unas cosas en lugar
de otras, al formular metas y propósitos personales. Las valoraciones se
expresan mediante creencias, intereses, sentimientos, convicciones,
actitudes, juicios de valor y acciones. Desde el punto de vista ético,
la importancia del proceso de valoración deriva de su fuerza orientadora
en aras de una moral autónoma del ser humano.
¿Cómo se clasifican los valores? ¿Cuáles tipos de valores existen?
No existe una ordenación deseable o clasificación única de los valores;
las jerarquías valorativas son cambiantes, fluctúan de acuerdo a las
variaciones del contexto. Múltiples han sido las tablas de valores
propuestas. Lo importante a resaltar es que la mayoría de las
clasificaciones propuestas incluye la categoría de valores éticos y
valores morales. La jerarquía de valores según Scheler (1941) incluye:
(a) valores de lo agradable y lo desagradable, (b) valores vitales, (c)
valores espirituales: lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, valores
del conocimiento puro de la verdad, y (d) valores religiosos: lo santo y
lo profano. La clasificación más común discrimina valores lógicos,
éticos y estéticos. También han sido agrupados en: objetivos y
subjetivos (Frondizi, 1972); o en valores inferiores (económicos y
afectivos), intermedios (intelectuales y estéticos) y superiores
(morales y espirituales). Rokeach (1973) formuló valores instrumentales o
relacionados con modos de conducta (valores morales) y valores
terminales o referidos a estados deseables de existencia (paz, libertad,
felicidad, bien común). La clasificación detallada que ofrece Marín
Ibáñez (1976) diferencia seis grupos: (a) Valores técnicos, económicos y
utilitarios; (b) Valores vitales (educación física, educación para la
salud); (c) Valores estéticos (literarios, musicales, pictóricos); (d)
Valores intelectuales (humanísticos, científicos, técnicos); (e) Valores
morales (individuales y sociales); y (f) Valores trascendentales
(cosmovisión, filosofía, religión) (p. 53).
"Tiene razón el liberalismo cuando dice que la sociedad es para el
hombre y no el hombre para la sociedad, pero diciendo la mitad de la
verdad escamotea la otra mitad: que el hombre que se refugia en su
"interés privado" y se pone como horizonte el "bien particular"
desentendiéndose del Bien Común está violando su dignidad de hombre y da
la espalda a la tarea ética que le correspondería en cuanto hombre
digno." (Mikel de Viana, 1991, p. 15)
Anécdota del metodólogo principiante
El difunto Heinrich Böll, ganador del Premio Nobel de Literatura,
escribió una vez un cuento titulado "Anécdota para socavar la moral de
trabajo". Este cuento ilustra de manera bastante entretenida el problema
de la modernidad y los valores universales, por una parte, y el
tradicionalismo con respecto a costumbres específicas, por otra.
Imaginemos un paraíso de vacaciones en el Mediterráneo, tal como hubiera
podido existir en Italia o España hace más de 30 años: una playa de
arenas blancas y un cielo azul, despejado, con un resplandeciente sol de
mañana. Un turista solo - compatriota de Böll y nuestro - camina por la
playa, disfrutando de la tranquilidad y el ambiente solitario de las
primeras horas de la mañana. Pero, no tarda en darse cuenta de que no
está totalmente solo: se encuentra también en este escenario un pescador
de la localidad, recostado a la sombra de su embarcación. El turista
siente vergüenza por esa flojera tan flagrante que viola su ética
protestante, y se pregunta por qué será que el pescador está ocioso a
esa hora de la mañana. En vista de que conoce el idioma local, despierta
dentro de él su alma de etnógrafo y comienza a interrogar al pobre
pescador, preguntándole por qué no está trabajando, como debería.
Nuestro pescador, con la cortesía y paciencia de la mayoría de las
víctimas de los etnógrafos y su sed de conocimientos, contesta que hoy
tuvo suerte: ya ha obtenido una gran pesca y se la ha vendido al
pescadero por un buen precio. En su opinión, ya ganó más que suficiente
dinero por hoy. Entonces el turista se escandaliza por esta evidente
falta de previsión y advierte al pescador que debe poner más atención a
las eventualidades futuras: es posible que no siempre tenga tanta suerte
como hoy y, por lo tanto, sería conveniente guardar dinero para los
tiempos malos. Es más, el pescador debe pensar en su familia en caso de
un accidente grave y debe también guardar para un posible desastre. El
pescador continúa amistoso y paciente, y le explica que conoce bien su
trabajo, con todos los trucos y que, por consiguiente, confía en que
siempre pescará suficiente, aunque quizás no tanto como hoy. Y si
llegase a suceder lo peor -¡que Dios no quiera!- no hay por qué
desesperarse; después de todo, tiene muchos familiares y buenos amigos
que sin duda estarían dispuestos a ayudar a su familia en caso de mala
suerte.
Entretanto, mi compatriota ha pasado de etnógrafo a experto en
desarrollo: comienza a describir un futuro brillante, espléndido, para
el pescador, con tal que éste demuestre estar dispuesto a aceptar la
orientación de su benévolo asesor. El pescador no tiene sino que
utilizar su tiempo al máximo, en lugar de permanecer ocioso; así podría
pescar más cada día. El dinero extra de esta pesca se podría invertir en
modernos equipos para pescar aún más y así obtener más ingresos
adicionales. De esta manera, el pescador podría invertir más dinero y
eventualmente comprarse un buen barco, y así sucesivamente... Después de
algunas fantasías más, el experto en desarrollo en potencia ya se está
imaginando la compra de helicópteros propios para llevar suministros
frescos a la cadena de restaurantes de lujo especializados en pescado.
La paciencia de la víctima de tan buenos consejos comienza a
desvanecerse. Interrumpe a mi compatriota para preguntarle por qué debe
pasar tanto trabajo para semejante desarrollo. En este punto, el
desarrollista amateur se siente triunfante: "Si logras todo esto, tendrá
suficiente dinero para hacer todo lo que quiera el resto de su vida".
"Eso está muy bien - le contesta el pescador - pero eso es lo que ya
estoy haciendo... (Schiel, 1991, pp. 63-64)
Referencias
- Frondizi, R. (1972). ¿Qué son los valores? (3a. ed.). México: FCE.
- Lifton, W. (1972). Trabajando con grupos. México: Limusa Wiley.
- Marín Ibáñez, R. (1976). Valores, objetivos y actitudes en educación. Valladolid: Miñón.
- Mikel de Viana (1991). Dignidad humana: Un paso más allá de los
Derechos Humanos y contra el Neoesclavismo Liberal. Suplemento Cultural
de Últimas Noticias, (1.230), 8-10.
- Prieto Figueroa, L. B. (1984). Principios generales de la educación. Caracas: Monte Avila.
- Rokeach, M. (1973). The nature of human values. New York: Free Press.
- Scheler, M. (1941) Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un
personalismo ético (H. Rodríguez Sanz, Trad.). (1ª. ed.). Revista de
Occidente, I.
- Schiel, T. (1991). Modernidad & Universalismo. Caracas: Universidad Central de Venezuela, UNESCO.
- Vásquez, E. (1999). Reflexiones sobre el valor (I). Suplemento Cultural de Últimas Noticias, (1.606), 1-3.
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