*EL PERDON DE DIOS*
por Luis Palau
por Luis Palau
Cuando Rookmaaker fue liberado de prisión al final
de la guerra, inmediatamente se unió a una iglesia. Pero en lugar de
tener comunión con personas libres, se sorprendió de encontrar tantos
cristianos que aún vivían en la esclavitud del pecado y no
experimentaban el perdón de Dios.
Por otra parte, un personaje en una obra de
Voltaire murió murmurando: "Dios perdonará--ése es su trabajo." Aunque
el perdón no puede darse por sentado de esa manera, Dios nunca quiso
que vivamos en esclavitud.
La Biblia enseña que la confesión es el
prerrequisito para el perdón de Dios--ya sea para la salvación inicial
como para la comunión diaria. Esta confesión implica arrepentimiento y,
cuando sea necesario, restitución.
La confesión sin arrepentimiento es un fraude. En Proverbios leemos: "El que encubre sus pecados no prosperará; mas
el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia" (28:13).
La confesión sin arrepentimiento es un fraude. En Proverbios leemos: "El que encubre sus pecados no prosperará; mas
el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia" (28:13).
A veces la confesión también implica restitución
(Exodo 22:1-15). Por lo general, éste es un aspecto olvidado de la
confesión. Si nuestro pecado privó a alguien de algo que le pertenecía o
correspondía (algo material, dinero o trabajo), no sólo debemos
disculparnos con la persona ofendida sino que también debemos pagar tan
pronto como sea posible.
La maravilla de la Escritura es la buena nueva de
que Dios perdona de balde a quien con corazón sincero confiesa su
pecado. Manasés fue uno de los reyes más malvados de Judá. El echó por
tierra las reformas de Ezequías y sirvió a dioses falsos con más celo
de lo que lo habían hecho las naciones paganas que Dios había destruido
ante los israelitas (2 Crónicas 33:1-9). Sin embargo, al ser capturado
por los asirios, Manasés se humilló ante el Señor--y Dios lo perdonó.
Si Dios pudo perdonar a un rey pagano y malvado
cuando éste se humilló, con seguridad que también nos perdonará si
confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos. La confesión es
humillante, pero "si confesamos a Dios nuestros pecados, podemos estar
seguros de que ha de perdonarnos y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan
1:9 BD). Aprenda de memoria este pasaje y a menudo pida a Dios que lo
haga realidad en su vida.
Hay otro precioso versículo para agregar a su
lista de memorización: "Y nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones" (Hebreos 10:17). Cuán notable que el Dios omnisciente
promete no sólo perdonar nuestros pecados sino también olvidarlos para
siempre.
En su obra EL PARAISO PERDIDO, Juan Milton
pregunta: "¿Qué otra cosa podemos hacer sino postrarnos ante El
reverentes; y allí confesar con humildad nuestras faltas e implorar
perdón; con lágrimas que rieguen el piso y con suspiros de corazones
contritos, como señal de pena no fingida y mansa humillación?" *Perdoname Dios mio!
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