sábado, 18 de junio de 2011

Reflexionemos ¿Es bueno sufrir?



¿Es bueno sufrir?
Por supuesto, que a cualquiera que se la haga esta pregunta, responderá inmediatamente con un rotundo ¡NO!... Y sin embargo, aun corriendo el riesgo de que se me considere un masoquista, diré ¡SI!... Desde luego que mi cuerpo se rebela, frente a mi alma, porque sea materialmente o inmaterialmente, es el cuerpo el que soporta el sufrimiento y el alma sale de rositas y se lleva los beneficios del sufrimiento.

           Hace unos días cayó en mis pecadoras manos, una historia que me hizo reflexionar y que a continuación la cuento:

           "Un día, en una  pequeña abertura apareció una oruga; un hombre se sentó a observar a la mariposa durante varias  horas, viendo cómo se esforzaba  para hacer que su cuerpo saliera a través de aquel pequeño agujero. Llegó un momento en que  pareció que la oruga, a pesar de su esfuerzo, no avanzaba nada. Parecía que había llegado a un punto en que ya no podía avanzar más...
Entonces el hombre decidió ayudar a la oruga y agrandó el agujero. La mariposa salió sin dificultad. Pero su cuerpo estaba débil, las alas no estaban desarrolladas y las patitas no la sostenían. Entonces el hombre decidió ayudar a la oruga y agrandó el agujero. La mariposa salió sin dificultad.
Pero su cuerpo estaba débil, las alas no estaban desarrolladas y las patitas no la sostenían.
El hombre continuó observándola esperando que en cualquier momento se lanzara a caminar y emprendería el vuelo a través de las flores. Pero nada sucedió. La verdad es que la mariposa pasó toda la vida arrastrándose por el suelo. Fue incapaz de elevar el vuelo.
Lo que el hombre que con toda su buena voluntad quiso ayudar a la mariposa, no entendía es que, al hacer un gran esfuerzo para atravesar el pequeño agujero, los jugos vitales se iban distribuyendo y extendiendo por las partes del cuerpo que requerían fortaleza para volar. Al pasar el agujero sin ese esfuerzo, las alas no recibieron la sustancia necesaria.
Algunas veces necesitamos el esfuerzo y la dificultad en nuestra vida… Si Dios nos permitiera pasar por nuestras vidas sin obstáculos, quedaríamos débiles. No llegaríamos a ser tan fuertes como deberíamos de ser. Nunca podríamos llegar a volar.
Yo pedí fuerza... Y Dios me dio las dificultades para hacerme fuerte.
Yo pedí sabiduría y Dios me dio problemas por resolver.
Yo pedí prosperidad y Dios me dio inteligencia y músculos para trabajar.
Yo pedí coraje...Y Dios me dio obstáculos para supera.
Yo pedí amor...Y Dios me dio personas con problemas a quienes ayuda.
Yo pedí favores... Y Dios me dio oportunidades
Yo no recibí nada de lo que pedí...Pero he recibido todo lo que necesitaba

           Por supuesto que nuestras mentes son muchas veces incapaces de comprender a Dios y sobre todo en este tema de la razón del sufrimiento. Tenemos pegado a nuestro oído la voz del demonio que nos dice: Dios no te quiere, si te quisiera como Él te dice que te quiere, no te haría sufrir. ¿En qué le aprovecha a Él, tu sufrimiento? Acaso, ¿no es Él omnipotente? Y si lo es no lo demuestra, porque permite que sufras continuamente. ¿Acaso tú pudiendo evitarlo harías sufrir a un hijo tuyo? Desengáñate, Él no te quiere, te odia como a mí también me odia.

           Desde luego, no es fácil para nosotros, desentrañar el extraño nexo de unión que media entre el sufrimiento y la felicidad.  Ya en la Roma pagana, se unía estos dos conceptos antitéticos entre sí y en sus legiones había un lema que decía: per aspera ad astram, es decir por las dificultades se alcanzan las estrellas. También actualmente la NASA ha escogido este lema invirtiéndolo y dice: ad astram, per aspera. Ya en la Roma cristiana, este lema creado por Séneca, se cristianizó, conservando el mismo sentido y decía: per cruce ad lucen. Es decir, por el sufrimiento en la cruz se alcanza el camino de la luz que es el Señor.

           El P. Molinié escribía: “Es cierto que a los ojos de Dios, el sufrimiento posee una seducción absolutamente incomprensible para nosotros, sin la cual, ciertamente Él no habría elegido la cruz para salvarnos”. Es un misterio, que además como tenemos que soportarlo, siempre buscamos sobre él, razones para su eliminación, más que para su justificación. Y si Él mismo eligió sufrir en la cruz,  para redimirnos, no hay la menor duda de que el sufrimiento tiene un alto valor redimitorio para nosotros, siempre que nuestros sufrimientos los soportemos por razón de amor a Él, es decir, cuando los unimos a los suyos.

           La carmelita descalza Santa Teresa Benedicta de la Cruz, más conocida como Edith Stein escribía: “Que los trabajos a penas abrazadas por Dios, eran como preciosas perlas, que cuanto mayores, son más preciosos y mayor amor causan en quien las recibe para con quien se las da; así las penas dadas y recibidas de la criatura de Dios, cuanto mayores, eran mejores y mayor amor causaban para con Él”.

           Poco más o menos, todos hemos visto grandes, transformaciones y conversiones espectaculares, o al menos nos han hablado de ellas, generadas como consecuencia de una gran tribulación o sufrimiento. El sufrimiento hace madurar al hombre. Se oyen con frecuencia comentarios: ¡cómo ha cambiado fulano!, ¡cuánto ha madurado!, ¡es que le ha tocado sufrir mucho! En relación a nosotros  mismos, si hemos vivida ya lo suficiente y miramos para atrás, reflexionando sobre nuestras propias vidas, veremos que, muchos sufrimientos pasados que en su momento los estimábamos como desgracia, hoy pasados quince, diez años o menos, vemos que fueron no desgracias, sino hechos providenciales de la vida.

C. S. Lewis, el autor irlandés del conocido libro “Cartas del demonio a su sobrina”, escribe: “Si resulta que el sufrimiento es bueno, ¿no deberíamos de perseguirlo en lugar de evitarlo? Mi respuesta a esta pregunta es que el sufrimiento no es bueno en sí mismo. Lo verdaderamente bueno para el afligido en cualquier situación dolorosa es la sumisión a la voluntad de Dios, cuando acepta el sufrimiento”. Es decir, esto es parecido a lo que pasa con la tentación, que en sí la ofensa a Dios que nos propone, es mala y sin embargo la tentación vencida es buena, porque las tentaciones son una escala para subir al cielo. El sufrimiento en sí tampoco es bueno, pero su aceptación por amor al Señor, es otra escala para subir al cielo. Por ello, la conservación de las fuentes del dolor es un bien mayor que su supresión.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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