El pueblo respondió a Josué:
La palabra “obediencia” no encaja mucho en la mente de los jóvenes. De una manera u otra, la relacionan con falta de libertad. Pero, lo que más desea el joven es ser libre, vivir sin cercas ni rejas, ni prohibiciones ni nada
parecido. Por lo tanto, la obediencia parece no formar parte de un
diccionario moderno. Estoy hablando de la obediencia a Dios porque,
cuando se trata de obedecer a los hombres, nadie duda en someterse a las
reglas.Desde el deportista que, en el campo, debe obedecer las reglas del juego, pasando por los conductores, que necesitan someterse a las reglas del tránsito, y acabando con el lugar de trabajo, en el cual existe un horario de entrada, otro de salida, y es necesario respetar las reglas de la empresa.
Pero, cuando se trata de Dios, las cosas cambian. “Soy libre”, parece ser el grito desesperado del joven de nuestros días; “Nadie tiene que decirme lo que debo hacer o no hacer”; “Cada uno sabe lo que es bueno”. Sin embargo, en el mundo espiritual las cosas no son diferentes del campo de deportes o del trabajo: la organización y la obediencia son parte del orden, y Dios es un Dios de orden.
En el momento de la Creación, el Espíritu se movía sobre la tierra, desordenada y vacía. Su propósito era colocar la tierra en orden. Esto muestra que tú saliste de las manos de un Dios de orden, y jamás podrás ser completo y feliz si no regresas al orden. La obediencia es parte del orden.
En tiempos de Josué, el pueblo se encontraba ante el enorme desafío de conquistar la Tierra Prometida. Aquella tierra era el glorioso destino al cual Dios quería conducir a su pueblo; con ese propósito lo había liberado de la esclavitud de Egipto. Pero, Dios sabía que, sin orden, nadie llega a ningún lugar. Por eso, Josué desafió a su pueblo al orden y a la obediencia, y su respuesta fue unánime y positiva.
¿Cuál es el desafío de tu vida? ¿Cuáles son tus sueños? ¿Adonde quieres llegar? Piensa en la experiencia de Israel, frente al reto de Josué. Tu esfuerzo y tu trabajo serán inútiles si no te organizaras, y si no abres la Palabra de Dios con el corazón dispuesto a obedecer los consejos divinos.
Tu Padre conoce el camino mejor que tú. Obedécelo, colócate en sus manos y déjate conducir por él. Y hoy, antes de correr en pos de tus sueños, recuerda: “El pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos y a su voz obedeceremos”.
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