miércoles, 8 de junio de 2011

Ser pobre! No me agrada

¿SE PUEDE ERRADICAR LA POBREZA?

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Cuando escuchamos a los líderes políticos prometer a sus votantes que erradicarán la pobreza una vez que ellos tomen el poder, realmente siento que me están tomando el pelo, ya que ningún país, ni aun los más ricos del planeta, están libres o exentos de pobres.
Y es que si bien se puede reducir la pobreza grandemente en un país con políticas económicas coherentes y justas, siempre habrá un porcentaje de individuos que permanecerá en una situación de pobreza. ¿Y por qué sucede esto? Salomón dijo: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos (¿la oportunidad ideal?)”. Es decir, aquel que se le presenta la ocasión ideal y la aprovecha para emprender algún negocio, puede salir airoso y volverse rico.
Por otro lado, la pobreza muchas veces no se produce por políticas injustas, sino porque los mismos individuos se cruzan de brazos y no quieren hacer esfuerzos denodados por su parte para progresar, ya sea trabajando más, o educándose más. La Biblia dice: La mano NEGLIGENTE empobrece; Mas la mano de los diligentes enriquece” (Proverbios 10:4). Esta es una verdad inobjetable, pues si se quiere recibir mayor pago, uno debe trabajar más, y mejor si se está mejor preparado profesionalmente para desempeñar una labor calificada. En Proverbios 18:9, leemos: “El que es NEGLIGENTE en su trabajo es hermano del hombre disipador”. Es decir, tanto el negligente en su trabajo, como el hombre disipador, sufrirán las consecuencias de su estupidez: Pobreza, necesidades y una constante frustración y amargura.
Por otro lado, es muy común ver en los países subdesarrollados a obreros que esperan el fin de semana para recibir sus salarios para inmediatamente gastarlos con sus amigos, ya sea bebiendo, y/o pasándola bien con mujeres de la vida, y luego regresan a sus casas totalmente beodos, agresivos, y sin dinero suficiente para alimentar a sus familias. Otros se complican la vida teniendo dos familias al mismo tiempo, y como es de esperarse, éstos no pueden cumplir con sus responsabilidades cabalmente, ahondando aún más su condición de pobreza y la de sus hijos. Luego estos individuos viven frustrados y amargados, odiando a medio mundo, y culpando a los que ellos consideran la clase explotadora y hambreadora.
Por otro lado, es muy común ver en los países en vías de desarrollo, aunque también ocurre en algunos países del primer mundo, a jovencitos y jovencitas convirtiéndose en padres de familia sin antes haberse preparado para afrontar esa responsabilidad. Estas jóvenes difícilmente podrán tener un matrimonio estable y sólido, y muchos de ellos terminarán fracasando y dejando un hogar resquebrajado y sin futuro, ahondando así su miseria. Y todo esto ocurre por las malas decisiones personales. Las Escrituras nos dicen que para todo hay tiempo.  Sí, todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Ecl. 3:1-8). Pero cuando uno altera el orden de las cosas, allí es donde vienen los problemas.  Por eso el joven no debe casarse si primero no dedicó su tiempo al entrenamiento de una profesión u oficio que lo ayudará a obtener el dinero suficiente para mantener su hogar.
Asimismo, uno no puede levantar una casa si primero no preparó bien el suelo para dejarlo bien firme para que soporte todo el peso de las paredes y vigas. Y a nadie se le ocurriría pisar el séptimo peldaño de una escalera, si antes no subió por los primeros seis peldaños, de lo contrario podría sufrir un tremendo resbalón y golpearse seriamente. Las cosas deben hacerse paso a paso, paulatinamente, en su debido orden y momento. Son nuestras malas decisiones las que nos llevan al fracaso y  a la frustración…¡Y luego culpamos a otros por nuestra desventura! Desgraciadamente hay aún mucha necedad en los adolescentes, y sólo aprenden la lección cuando ya es demasiado tarde.
Por eso Jesús tuvo sus razones para decir: Porque a los POBRES siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis” (Juan 12:8). Así que siempre tendremos a los pobres entre nosotros. Además, las mismas riquezas son totalmente inseguras. Hoy las puedes tener, y mañana ya no. Por tanto, siempre habrá pobres en el mundo por más que hagan todos los mejores esfuerzos para hacer una distribución equitativa de los recursos del estado.
Es cierto que muchos tienen poco, y pocos tienen mucho. Sin embargo, si se lograra redistribuir mejor las riquezas, aún así siempre tendríamos pobres entre nosotros; Pobres que ningún líder político de hoy, por más buenas intenciones que tenga, podrá erradicar totalmente con simples leyes u ordenanzas, sencillamente porque aún existe mucha avaricia de parte de los poderosos de esta tierra. Pero la condenación de esta gente poderosa y llena de avaricia será terrible. Dice Santiago: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.  Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia” (Santiago 5:1-6).
El Señor no espera que los ricos dejen sus riquezas y se vuelvan pobres, sino que compartan sus bienes con los que menos tienen. Eso es lo que Dios espera de aquellos que recibieron un talento especial para hacer riquezas y que la suerte les acompañó para conseguirlas. Por eso Pablo aconseja a los ricos de este mundo, lo siguiente: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos” (1 Timoteo 6:17,18).
El Señor, pues, no está en contra de los ricos, siempre y cuando éstos sean generosos y dadivosos con lo que Dios les dio. Si ellos no hacen lo justo y lo correcto con sus bienes, ellos tendrán que dar cuenta a Dios en el día del juicio.
Felizmente tenemos el mensaje del reino de Cristo, el gobierno justo que se implantará en la tierra y que erradicará definitivamente la pobreza en la tierra. Dice Apocalipsis 7:13-17:
“Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”.

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