¿SE PUEDE ERRADICAR LA POBREZA?
Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Cuando escuchamos a
los líderes políticos prometer a sus votantes que erradicarán la pobreza
una vez que ellos tomen el poder, realmente siento que me están tomando
el pelo, ya que ningún país, ni aun los más ricos del planeta, están
libres o exentos de pobres.
Y es que si bien se puede reducir la
pobreza grandemente en un país con políticas económicas coherentes y
justas, siempre habrá un porcentaje de individuos que permanecerá en una
situación de pobreza. ¿Y por qué sucede esto? Salomón dijo: “Me
volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la
guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes
las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos
(¿la oportunidad ideal?)”. Es decir, aquel que se le presenta la
ocasión ideal y la aprovecha para emprender algún negocio, puede salir
airoso y volverse rico.
Por otro lado, la pobreza muchas veces no
se produce por políticas injustas, sino porque los mismos individuos se
cruzan de brazos y no quieren hacer esfuerzos denodados por su parte
para progresar, ya sea trabajando más, o educándose más. La Biblia dice: “La mano NEGLIGENTE empobrece; Mas la mano de los diligentes enriquece” (Proverbios 10:4). Esta
es una verdad inobjetable, pues si se quiere recibir mayor pago, uno
debe trabajar más, y mejor si se está mejor preparado profesionalmente
para desempeñar una labor calificada. En Proverbios 18:9, leemos: “El que es NEGLIGENTE en su trabajo es hermano del hombre disipador”.
Es decir, tanto el negligente en su trabajo, como el hombre disipador,
sufrirán las consecuencias de su estupidez: Pobreza, necesidades y
una constante frustración y amargura.
Por otro lado, es muy común ver en los
países subdesarrollados a obreros que esperan el fin de semana para
recibir sus salarios para inmediatamente gastarlos con sus amigos, ya
sea bebiendo, y/o pasándola bien con mujeres de la vida, y luego
regresan a sus casas totalmente beodos, agresivos, y sin dinero
suficiente para alimentar a sus familias. Otros se complican la vida
teniendo dos familias al mismo tiempo, y como es de esperarse, éstos no
pueden cumplir con sus responsabilidades cabalmente, ahondando aún más
su condición de pobreza y la de sus hijos. Luego estos individuos viven
frustrados y amargados, odiando a medio mundo, y culpando a los que
ellos consideran la clase explotadora y hambreadora.
Por otro lado, es muy común ver en los
países en vías de desarrollo, aunque también ocurre en algunos países
del primer mundo, a jovencitos y jovencitas convirtiéndose en padres de
familia sin antes haberse preparado para afrontar esa responsabilidad.
Estas jóvenes difícilmente podrán tener un matrimonio estable y sólido, y
muchos de ellos terminarán fracasando y dejando un hogar resquebrajado y
sin futuro, ahondando así su miseria. Y todo esto ocurre por las malas
decisiones personales. Las Escrituras nos dicen que para todo hay
tiempo. Sí, todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del
cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de
edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y
tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar
piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de
buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de
hablar; tiempo de amar,
y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Ecl. 3:1-8).
Pero cuando uno altera el orden de las cosas, allí es donde vienen los
problemas. Por eso el joven no debe casarse si primero no dedicó su
tiempo al entrenamiento de una profesión u oficio que lo ayudará a
obtener el dinero suficiente para mantener su hogar.
Asimismo, uno no puede levantar una casa
si primero no preparó bien el suelo para dejarlo bien firme para que
soporte todo el peso de las paredes y vigas. Y a nadie se le ocurriría
pisar el séptimo peldaño de una escalera, si antes no subió por los
primeros seis peldaños, de lo contrario podría sufrir un tremendo
resbalón y golpearse seriamente. Las cosas deben hacerse paso a paso,
paulatinamente, en su debido orden y momento. Son nuestras malas
decisiones las que nos llevan al fracaso y a la frustración…¡Y luego
culpamos a otros por nuestra desventura! Desgraciadamente hay aún mucha
necedad en los adolescentes, y sólo aprenden la lección cuando ya es
demasiado tarde.
Por eso Jesús tuvo sus razones para decir: “Porque a los POBRES siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis”
(Juan 12:8). Así que siempre tendremos a los pobres entre nosotros.
Además, las mismas riquezas son totalmente inseguras. Hoy las puedes
tener, y mañana ya no. Por tanto, siempre habrá pobres en el mundo por
más que hagan todos los mejores esfuerzos para hacer una distribución
equitativa de los recursos del estado.
Es cierto que muchos tienen poco, y pocos
tienen mucho. Sin embargo, si se lograra redistribuir mejor las
riquezas, aún así siempre tendríamos pobres entre nosotros; Pobres que
ningún líder político de hoy, por más buenas intenciones que tenga,
podrá erradicar totalmente con simples leyes u ordenanzas, sencillamente
porque aún existe mucha avaricia de parte de los poderosos de esta
tierra. Pero la condenación de esta gente poderosa y llena de avaricia
será terrible. Dice Santiago: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por
las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y
vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están
enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo
vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días
postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado
vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros;
y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del
Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y
sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de
matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace
resistencia” (Santiago 5:1-6).
El Señor no espera que los ricos dejen
sus riquezas y se vuelvan pobres, sino que compartan sus bienes con los
que menos tienen. Eso es lo que Dios espera de aquellos que recibieron
un talento especial para hacer riquezas y que la suerte les acompañó
para conseguirlas. Por eso Pablo aconseja a los ricos de este mundo, lo
siguiente: “A los ricos de este siglo manda que no sean
altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son
inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos” (1 Timoteo 6:17,18).
El Señor, pues, no está en contra de los
ricos, siempre y cuando éstos sean generosos y dadivosos con lo que Dios
les dio. Si ellos no hacen lo justo y lo correcto con sus bienes, ellos
tendrán que dar cuenta a Dios en el día del juicio.
Felizmente tenemos el mensaje del reino
de Cristo, el gobierno justo que se implantará en la tierra y que
erradicará definitivamente la pobreza en la tierra. Dice Apocalipsis
7:13-17:
“Entonces uno de los ancianos habló,
diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y
de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos
son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y
las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante
del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está
sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed,
y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero
que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de
aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”.
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