|
||
La mayoría de los creyentes en la actualidad pueden citar estos versículos de memoria, pero pocos los creen plenamente. No se dan cuenta de que si como cristianos no estamos disfrutando de la vida abundante es porque esta se nos está escapando por algún lado. No estamos haciendo una realidad por la fe lo que Jesús vino a darnos. Tenemos un buen Pastor Alguien podría objetar: «pero hermano Copeland, usted no entiende mi situación. |
Tengo serios problemas.
Vengo de una familia pobre. No tengo las oportunidades que la mayoría de personas sí tienen. Mi situación es mala».
Vengo de una familia pobre. No tengo las oportunidades que la mayoría de personas sí tienen. Mi situación es mala».
Es posible que eso sea cierto, pero de acuerdo con Jesús
esas cosas no son importantes. Él dijo que cualquiera que lo reciba
como la puerta de salvación se convierte en una persona libre. Puede
entrar, y salir, y encontrar pasto abundante (o provisión) para su
espíritu, alma y cuerpo; puede tener vida abundante.
Note que Jesús no dijo que solo algunas personas: como los
predicadores, o los que tienen mucha educación, o la gente de cierto
color o de cierta posición social, serían las que tendrían vida
abundante. Él dijo que cualquiera que entre por la Puerta podrá tener
y disfrutar de una vida rebosante y abundante. Si usted es uno de
esos cualquiera, entonces reúne los requisitos.
Puede entrar y salir según lo guíe el Señor. No está
limitado por sus circunstancias naturales, ni excluido de las
bendiciones de Dios. Es una persona libre y dondequiera que vaya
encontrará provisiones. Ya no va a depender de que alguien se las dé.
No tendrá que acudir a su jefe, al gobierno ni a nadie más. Jesús es su
Pastor y Él lo guiará, y proveerá todo lo que usted necesite.
Lo que usted tenga dependerá únicamente de lo que esté dispuesto a recibir de Él.
Por extraño que parezca, muchos creyentes bien intencionados parecen más dispuestos a recibir lo que el diablo quiere darles que lo que les ofrece Jesús. Adoptan constantemente dones diabólicos como enfermedades, opresiones y carencias, porque con la religión se les ha lavado el cerebro para hacerles creer que Dios les manda esas cosas para enseñarles algo.
Por extraño que parezca, muchos creyentes bien intencionados parecen más dispuestos a recibir lo que el diablo quiere darles que lo que les ofrece Jesús. Adoptan constantemente dones diabólicos como enfermedades, opresiones y carencias, porque con la religión se les ha lavado el cerebro para hacerles creer que Dios les manda esas cosas para enseñarles algo.
Pero es todo lo contrario. El diablo, no Jesús, es quien
les despoja de la salud y de los bienes materiales. Es el diablo quien
procura matarlos y destruirlos. Jesús dijo: «Yo soy el buen pastor; el
buen pastor su vida da por las ovejas».
¿Acaso que un buen pastor toma un corderito y le quiebra
las patas solo para alardear de su habilidad para repararlas? ¿Lo
dejaría sin comida y sin agua? De seguro que no. Cuando usted está bajo
la protección del buen Pastor, puede decir lo que dijo David en el
Salmo 23: «Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de
delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me
pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por
amor de su nombre» (versículos 1-3).
Ahuyente las sombras
Alguien podría argüir: «sí, pero resulta que ese Salmo no
para ahí; dice que algunas veces tendremos que atravesar el valle de
sombra de muerte».
Es cierto que dice eso. Pero usted también puede
disfrutar de la vida en ese valle si está con su pastor. Esto es algo
que he aprendido en los últimos 40 años: que no importa adónde vaya, si
Jesús está conmigo, las cosas irán bien.
Él va a convertir ese valle de sombra de muerte en un
salón de banquete para mí. Me guiará a pastos verdes. Me hará reposar
al lado de aguas tranquilas. Velará para que yo tenga todo lo que
necesite y para que disfrute de vida abundante aun en ese
lugar aparentemente sombrío.
lugar aparentemente sombrío.
Por tanto, si Jesús dice que tenemos que pasar por el
valle de sombra de muerte, no me preocupo, sino que digo: «pues bien,
si hay que pasar, gloria a Dios, vamos. No
temeré mal alguno porque Tú estarás conmigo».
temeré mal alguno porque Tú estarás conmigo».
«Pero hermano Copeland, ¿y qué de la sombra de muerte?; ¿no le asusta?»
¿Por qué habría de asustarme? Mi Señor y Salvador es la persona más grande en el valle y Él está conmigo. Es más, una sombra no causa daño a nadie. Lo único que puede hacer una sombra es asustar. La sombra de un perro puede parecer tan grande como para arrancarle a usted la cabeza.
¿Por qué habría de asustarme? Mi Señor y Salvador es la persona más grande en el valle y Él está conmigo. Es más, una sombra no causa daño a nadie. Lo único que puede hacer una sombra es asustar. La sombra de un perro puede parecer tan grande como para arrancarle a usted la cabeza.
Pero cuando enciende la luz, se da cuenta de que el perro
que está proyectando esa sombra tiene la mitad del tamaño que
aparentaba y de que ni siquiera tiene dientes.
Recuerde eso la próxima vez que esté en un valle y el
diablo trate de proyectar una sombra sobre usted. En vez de dejarse
asustar por esa sombra, encienda la luz y deshágase de esa tontería.
Usted cuenta con todo lo necesario para hacerlo porque la Biblia dice
que usted es hijo de luz (Efesios 5:8), y que puede andar en luz como
Jesús está en luz (1 Juan 1:7). Puede desechar las obras de las
tinieblas y vestir las armas de la luz (Romanos 13:12).
Como creyente del Nuevo Testamento, usted no tiene por
qué tolerar la sombra de muerte como hicieron los santos del Antiguo
Testamento. Usted fue liberado de la potestad de las tinieblas y
trasladado al reino del Hijo de luz (Colosenses 1:12-13). No permita
pues que el diablo oscurezca ni uno solo de sus días. Cuando lo
intente, confúndalo con el brillo de la luz que hay en usted.
¿Por qué tropezar en la oscuridad?
Piense y entenderá por qué. ¿Ha pasado alguna vez de un
cuarto oscuro al resplandor del sol? Quedó ciego por unos instantes, ¿no
es así? Lo mismo le sucedió a Saulo en su camino a Damasco. Había
vivido en tinieblas, persiguiendo a los cristianos, y cuando Jesús hizo
brillar sobre él la luz de la gloria divina, quedó ciego durante tres
días. Alguien tuvo que orar para que Saulo fuera lleno del Espíritu
Santo y pudiera recuperar su vista.
Según Juan 1:5, la luz produce siempre ese efecto sobre
la oscuridad. Por eso, cuando la luz de Jesús resplandece en la
oscuridad, las tinieblas no prevalecen contra ella. En este versículo,
la palabra prevalecieron también puede traducirse encontraron. Podría
decirse entonces que cuando la luz brilla en la oscuridad, esta no
puede encontrarla.
¿Le gustaría vivir tan plenamente en la luz que al diablo
le resultara imposible encontrarlo? La Biblia dice que eso es posible.
Nos dice que podemos vivir de tal manera que el maligno no nos toca (1
Juan 5:18). En 1 Juan 2:10 se nos revela el secreto que nos permite
llevar ese estilo de vida. Dice: «El que ama a su hermano, permanece en
la luz, y en él no hay tropiezo». En otras palabras, la clave para
vivir en la luz es guardar el mandamiento del amor que está en el Nuevo
Testamento.
En una ocasión el Señor me habló y me dijo: ¿no sería
insensato entrar por la puerta, apagar la luz y empezar a tropezar con
todo en la habitación? Y sin embargo, es así como la mayoría de mis
hijos tratan de vivir. Apagan la luz cuando dejan de guardar el
mandamiento del amor. Se dejan llevar por el rencor, la contienda, la
envidia y toda clase de actitudes y comportamientos que son fruto de la
falta de amor. Y luego, cuando no encuentran el camino en la vida,
empiezan a clamar diciéndome: «Dios, guíame, dirígeme, ayúdame». Pero
lo único que tienen que hacer es encender de nuevo la luz. Solo tienen
que arrepentirse y empezar a caminar en el amor. Cuanto más pensaba en
esto, más comprendía lo cierto que es. Jesús lo demostró cuando estuvo
en el mundo. Sin importar cuánto empeño puso el diablo para
arrinconarlo, Él venció todas las dificultades porque anduvo siempre en
la luz del amor.
Como el cielo en la Tierra Jesús quiere que
como discípulos suyos obremos de la misma manera. Es lo que tenía en
mente cuando dijo: «… a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra» (Mateo 5:39). No se refería a que nos
dejemos maltratar por los demás, sino a que nos vistamos de la armadura
de la luz, que andemos bajo la cubierta protectora del amor, de manera
que el maligno no pueda tocarnos.
La única ocasión en que vemos a la iglesia caminando
unida en esa clase de amor fue durante su primer gran avivamiento
espiritual en Jerusalén el día siguiente a Pentecostés. El libro de
Hechos nos dice que los creyentes en ese entonces eran «de un corazón y
de un alma» (Hechos 4:32). Se amaban tanto unos a otros que «vendían
sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad
de cada uno» (Hechos 2:45).
Como resultado, el poder de Dios se manifestó con tal
fuerza entre ellos que los enfermos que eran alcanzados por la sombra
de Pedro recibían sanidad. Algunos creen que la propia sombra era la
que sanaba, pero no había ningún poder de sanidad en la sombra de
Pedro. Lo que sanaba era el poder de la luz de Dios que emanaba de él.
Usted nació de nuevo como hijo de la luz,
de manera que la luz está en usted en su forma más poderosa. Con todo,
esa luz no puede brillar mientras usted continúe nublándola con
contiendas, falta de fe y falta de perdón. Si usted quiere andar en el
poder pleno de esa luz, tendrá que arrepentirse de todo eso. No se
trata únicamente de sentir pena por eso. El arrepentimiento no consiste
únicamente en sentirse apenado, sino más bien en ponerse de acuerdo
con Dios en relación con su pecado, reconociendo ante Él que actuó mal,
y creyendo que Dios le perdona y le limpia de esas faltas.
Una vez que ha hecho eso, comprométase
firmemente a guardar el mandamiento del amor que Dios nos ordena, de
tal manera que usted prefiera morir antes que infringirlo. Si alguien
lo maltrata, tenga la misma actitud que demostraron Jesús y Esteban
cuando miraron a sus verdugos y dijeron: «Padre, perdónalos…».
Esa clase de amor literalmente lo arma a usted con luz,
lo protege de tal forma que la maldad que la gente dice y hace ya no le
molestan. Usted deja de preocuparse por la forma como lo tratan y pone
más atención a la manera como usted trata a los demás.
Nunca olvidaré el día en que el Señor me
enseñó a ver desde esta perspectiva. Había estado quejándome porque
sentía que Gloria no me prestaba la atención que yo creía merecer de su
parte, y me dije «de todas maneras yo no le importo». En el momento
en que dije eso, el Espíritu de Dios me llamó fuertemente la atención:
no es de tu incumbencia si ella se preocupa o no por ti. En cambio, sí
debe importarte cuidar de ella. Debe bastarte con saber que yo cuido de
ti. Así que preocúpate por cuidar de ella; y que Gloria se preocupe o
no por ti es un asunto entre ella y Yo.
El tono de voz del Señor era tan fuerte que me dejó
temblando. Yo no quería que Él tuviera que hablarme otra vez de esa
manera, así que me comprometí ahí mismo a hacer lo que me ordenaba.
Como resultado, Gloria y yo hemos andado en la luz en lo que respecta a
nuestro matrimonio, y el diablo no ha tenido oportunidad de tocarlo.
Nuestra casa es algo así como tener el cielo en la Tierra.
Es así como nuestro buen Pastor quiere que vivamos todo
el tiempo. Él quiere que disfrutemos de delicados pastos y que
descansemos junto a aguas de reposo dondequiera que vayamos y en todo
lo que hagamos. Quiere que vivamos en libertad, yendo y viniendo hacia
donde Él nos guíe. Quiere que disfrutemos de vida abundante y
rebosante. Ya sea que caminemos por el valle o que estemos sentados en
la cima de la montaña, Él quiere que vivamos en la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Eres inteligente lee este blog y aprenderás cosas escondidas que hará que escoja lo BUENO