jueves, 11 de agosto de 2011

Reflexion LA ADULTERA PERDONADA (JN 8, 1-11)

LA ADULTERA PERDONADA   (JN 8, 1-11)        

Estaba Jesucristo sentado en el atrio del Templo enseñando su doctrina cuando los escribas y fariseos llegaron hasta El trayendo con ellos a una mujer adultera, que pusieron en medio de la muchedumbre que y en actitud amenazadora dijeron a Jesús:

Maestro esta mujer acaba de ser sorprendida en adultero y la ley
de Moisés nos manda apedrearla. ¿Tu que dices?.

Esto se lo decían tentándole para poderlo acusar pues era tanta la misericordia de Jesús para con los pecadores que esperaban impacientes cual sería su respuesta para con aquella desgraciada mujer.
¿Qué haría se preguntaban? ¿Se atrevería a contradecir la ley de Moisés que mandaba apedrearla? ¿Dejaría de ser con ella misericordioso como lo era habitualmente con otros pecadores? ¿Qué haría?. 
Entonces se levantó enérgicamente Jesús y dijo:

El que de vosotros esté sin pecado, arroje sobre ella la primera piedra.

Y uno a uno empezando por los mas viejos se fueron yendo. Quedó pues Jesús y la mujer a solas uno frente al otro. Y Jesús  todo misericordia, frente a frente, mirando a la mujer toda miseria le dijo:

Mujer ¿ninguno te ha condenado?. Ninguno Señor –dijo la mujer- Y le contestó
 Jesús: Yo tampoco te condeno, vete y no peques más.

Así es el Corazón de Cristo, todo compasión y todo bondad para con los pecadores.

La Biblia dice

El que siembra escasamente, escasamente cosecha; y el que

siembra generosamente, generosamente cosecha.

(II Cor. 9-6)
Pro pongámonos
Es de gran importancia y sumamente beneficioso para mantenerse firme en la vida espiritual  trazarse un "plan de vida" al que seamos fiel siempre que no haya fuerzas mayores que nos lo impidan.

Para una persona que sea inconstante en sus propósitos nada hay mejor que elaborarse un plan de vida que sea llevadero con sus obligaciones, pero al que esté dispuesta a cumplir por encima de todo.

No se trata este plan de vida de cargarnos de obligaciones espirituales que luego no podamos sobrellevar y nos sintamos mal por ello. Se trata de introducir en nuestras actividades diarias  ciertos propósitos que nops hagan coger buenos hábitos y que se ofrezcan a Dios.

Cada persona según su tiempo  deberá trazarse su propio plan, bien aconsejada por su confidente, bien por lo que ella crea que es lo mejor para imponerse y, una vez esté convencida de lo que realmente va a poder cumplir, propornerselo y cumplirlo.

El cumplimiento de este plan debe ser tajante y  tomarse muy en serio, hasta el punto, que debemos pedirnos cuenta diariamente  y examinar  como lo hemos hecho.

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