*Experiencia del infierno*
DEL INFIERNO AL CIELO
PRIMERA PARTE.
En la época cuando asistía a la iglesia, pero no tomaba en
serio los asuntos del Señor, fue cuando tuve la experiencia de ver los
demonios y el infierno, donde ellos viven. Una noche llegué borracho a
mi hogar, estaba tan ebrio que me quedé inconsciente y fue cuando los
ángeles caídos me arrancaron el alma de mi cuerpo, observé mi cuerpo
inerte de frente y también miraba a mi esposa dormida en la habitación;
le gritaba y la llamaba, pero ella no podía oírme, porque el ser humano
no puede escuchar la voz del alma. Luchaba contra los demonios, quienes
eran más fuertes que yo, uno bajo y grueso y el otro más alto y
finalmente me sacaron del apartamento por el techo. Era la una (1:00am)
de la madrugada, la ciudad se veía iluminada, incluso pasamos rozando
el edificio más alto de Bogotá, luego estos seres demoníacos, me sacaron
de la tierra, yo miraba el globo terráqueo redondo y negro; luego ellos
me soltaron al abismo y empecé a descender a una velocidad increíble,
había mucha oscuridad y tinieblas densas, yo sabía que iba rumbo al
infierno. A medida que iba bajando sentía mucho calor, sed y escuchaba
muchos gritos y lamentos. En ese momento me acordé que yo estaba muy
mal con Dios, pues iba borracho, sabía que el único que me podía salvar y
sacar de ese lugar era El Señor Jesús Cristo. Luego con una voz
fuerte, que estremeció el infierno, pronuncié la frase: “LA SANGRE DE
CRISTO TIENE PODER” Apocalipsis 12:11. Inmediatamente mi alma se
incorporó en mi cuerpo y volví de nuevo muy asustado; desesperado llamé a
mi esposa para que me diera agua, luego nos pusimos a orar y empecé a
pedirle perdón a Dios. Al otro día me fui a la Iglesia y me reconcilié
con Jesús; sin embargo, durante seis (6) noches seguidas, los demonios
siguieron llevándome al infierno, mostrándome sus terribles
profundidades, miré en tormentos a personas de la iglesia, hijos de
pastores, sacerdotes religiosos, brujos, hechiceros, pastores,
familiares míos que ya habían muerto. El último día de visitar el
infierno, me asombré cuando miré a Jesús allí en ese lugar acompañándome
y me dijo: “Dame tu mano que yo quiero ser tu amigo” enseguida yo le
di mi mano y salimos juntos, luego yo empecé a preguntarle por qué toda
esa gente estaba allí en sufrimiento y el me contestó que ellos vivieron
una vida tibia y no se quisieron arrepentir de corazón, enseguida me
acordé lo que dice Apocalipsis 3:15 “Conozco tus obras, se que no eres
ni frío ni caliente. Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto como no
eres frío ni caliente, sino tibio, te vomitaré de mi boca” Después
pasamos por unas celdas donde estaban dos (2) hijos de pastores que
ministraban alabanzas en la iglesia y los miré allá encerrados y ellos
me vieron y me reconocieron y me pidieron que les diera un vaso con agua
fría; se veían terribles, ellos se estaban quemando. Cuando yo iba a
darles el agua, los demonios no dejaron, pues los jalaron hacia adentro.
Sentí mucho dolor en el corazón, porque en ese lugar no hay esperanza,
pues nada se puede hacer. Me acordé donde la Biblia dice: “Jesús
Cristo bajó a las profundidades del abismo y predicó la Palabra a los
espíritus encarcelados” Pero esa época ya pasó, pues esa palabra era
para los que murieron en el diluvio universal, pues ahora tenemos en la
tierra al precioso Espíritu Santo de Dios, quien convence al pecador de
su maldad.
SEGUNDA PARTE.
“Jesús me saca del infierno” El Señor me dijo: Te voy a sacar
de este lugar para que vayas a la tierra y testifiques esta experiencia
y para que también prediques mi Palabra. Yo te he apartado para que
prediques con unción a muchas vidas, a pastores evangelistas y a varias
iglesias. Predicarás mi Palabra por la televisión y por la radio.
Luego salimos de ese horrible lugar inmediatamente, mi alma
volvió a mi cuerpo. Ya habían pasado seis (6) noches; me encontraba muy
confundido, pero Jesús me había fortalecido. La siguiente noche,
entró un ángel de Dios en la habitación con un resplandor muy hermoso.
Todas las luces estaban apagadas, pero el ángel iluminó todo el lugar
donde estábamos; yo le brindé reverencia, pensando que era Jesús, pero
el me dijo que no era El Señor; que era un ángel enviado por Dios y que
venía a traerme un mensaje o una noticia del cielo. Yo le invité a
seguir adelante, pero él no quiso entrar, porque en mi corazón y en mi
hogar había inmundicia, pues vivía sin casarme y estaba cometiendo
fornicación. El me dijo: Tienes que limpiar tu casa, es decir, tu
corazón, también tu vocabulario, pues en ese tiempo salían palabras
groseras de mi boca y enseguida el ángel desapareció.
Ya me estaba acostumbrando a vivir esas experiencias. Empecé a
cambiar internamente y a buscar de Dios en oración, ayuno y vigilias.
Nuevamente, en otra noche, a la hora de dormir, vinieron dos
(2) ángeles a la alcoba y me llevaron al cielo, después al segundo
cielo, lugar que no es agradable, pues ahí opera el trono de Satanás,
junto con los astros. Luego miré que en el espacio se abrió un camino,
que nos guío al tercer cielo. Ese lugar es absolutamente hermoso, hay
una paz increíble, se siente mucha alegría y todo es feliz. En la
puerta del cielo había un anciano, quien me recibió, pues los ángeles se
habían ido. Posteriormente observé una fila muy larga de almas y miré
un trono grande y el que estaba sentado en ese trono era Dios, pero no
pude mirar su rostro, porque del trono salía una luz muy
resplandeciente, más fuerte que el sol y yo le pregunté al anciano: Qué
era eso? El me dijo: Esa es la majestad de Dios. Luego descubrí que
esa gente estaba dando cuentas, según sus obras en la tierra.
Por nueve noches fui llevado al cielo por los ángeles y Jesús
Cristo, porque El Señor fue el que me sacó personalmente del infierno y
me dijo: “Te voy a llevar al cielo para que mires lo que tengo
preparado para mi pueblo, los que me aman y guardan mi Palabra”. Vi
una ciudad hermosa con calles de oro, mar de cristal, muchas casas,
jardines y una mesa muy grande con un mantel blanco y unos utensilios;
también miré unas sillas con nombres inscritos con letras de oro y Jesús
me dijo: “Yo mismo, soy el que voy a servir en la mesa” Miré también
en la ciudad, doce (12) puertas y doce (12) ventanas, en cada ventana
había un ángel con una trompeta de oro y en cada puerta, un anciano,
luego le pregunté a Jesús: Señor, que representan esos ancianos? Y el
me respondió: “Las doce (12) tribus de Israel”. Vi muchos niños
jugando en los jardines, muchos pastores, ministros y mucho cristiano,
pueblo de Dios gozándose y él me dijo: “Donde te abran la puerta de las
Iglesias en el mundo entero, debes testificar lo que vistes acá; que el
cielo es real y que el infierno existe” también me dijo: “Pídeme lo
que quiere” y lo le contesté: Dame unción, poder y sabiduría! Y luego
él me dijo: “Te son dadas porque pongo gracia sobre ti y mi presencia
irá contigo” Finalmente me dijo: “No venda la fe ni cobres cuando te
inviten a predicar en los pueblos, en las aldeas y en las ciudades,
porque soy yo el que te bendigo económicamente y sostengo tu ministerio,
además pondré en el corazón de las personas, sin importar en que país
vivan, deseo por bendecid tu ministerio. Y después de eso, fui devuelto
a la tierra y efectivamente estoy predicando su palabra y compartiendo
este testimonio a donde quiera que El Señor me lleva. Fin