miércoles, 22 de febrero de 2012

*Lo que siembras recojes es milagro




*Lo que siembras recojes es "milagro"
Un forastero llegó un día a un pueblo. Nadie quiso recibir al desconocido hasta que una mujer le ofreció algo para comer y un vaso de leche. Pasaron los años y esa mujer se enfermó del corazón. En un hospital la operaron y salió todo bien. La mujer no tenía dinero ni una obra social que se hiciera cargo del costo de la operación.
*Lo que siembras recojes "es milagro"
  Pero al recibir la factura, leyó: “La operación fue exitosa, felicitaciones. El costo ya fue pagado, hace 22 años, con un plato de comida y un vaso de leche”.
Esta señora tuvo el deseo de ayudar a ese joven, y por esa actitud recibió una bendición inesperada, un verdadero milagro.
Había una mujer conocida como la Sunamita, ella vivía en una ciudad llamada Sunem, que estaba en el camino entre Samaria y Carmel, un camino que Eliseo el profeta frecuentaba. Ella era una mujer importante, no tenía necesidades económicas, y también tenía un corazón sensible, porque siempre invitaba a comer a su casa al profeta, ella veía en él algo especial, percibía que era un ungido de Dios. Por eso se sentía complacida al recibirlo en su casa. Y un día le pidió al marido que le construyese a Eliseo un lugar para que cuando pasara por allí, no sólo se quedase a comer sino también pudiera descansar cómodamente. Le dijo a su esposo: “pongamos allí la cama, la mesa, la silla y el candelero…”  o sea ella quería que a la habitación no le faltase nada, era detallista. Ante tanta solicitud, Eliseo mandó a su criado que le pregunte en qué podrían bendecirla, le ofreció sus servicios en la corte del rey; pero ella no quiso pedirle nada, solamente respondió que lo pasaba suficientemente bien en medio de su pueblo. Fue una respuesta un tanto orgullosa, ya que ella tenía deseos profundos en su corazón, sin embargo, no se los quiso descubrir al profeta. Esto me hace pensar que cualquiera de nosotros, podemos reconocer en otros siervos la unción, pero jamás nos acercaríamos a que oren por nosotros o a pedirles algo especial. No hay que luchar con las conexiones divinas;  Si estamos en una posición en la cual necesitamos de la asistencia divina, hay que clamar al Señor para que nos envíe a alguien que nos ayude. Podría haber personas en nuestra vida que están dispuestas a traer sanidad y liberación para nosotros. Sin embargo, debemos estar dispuestos a someternos, como lo hizo Saulo (el apóstol Pablo), al ministerio de otras personas.

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