domingo, 2 de septiembre de 2012

Que es! *Conciencia y seguimiento de Cristo


*Conciencia y seguimiento de Cristo*

La conciencia, facultad moral del hombre, es, junto con el conocimiento y la libertad, la base y la fuente subjetiva del bien: es ella la que nos amonesta a la práctica del bien. La claridad y delicadeza de la conciencia muestra la elevación moral del hombre. Los remordimientos con que delata su íntima presencia en el alma después de la pérdida de la virtud, después del pecado, muestran por lo menos el valor moral pasado y la potencialidad que aún le queda para futuros valores.

Gracias a la conciencia, el llamamiento con que Cristo nos llama a su seguimiento encuentra un eco interior, un órgano que capta este llamamiento (merced a la gracia). Es en la conciencia donde el hombre siente claramente que todo su ser está ligado con Cristo. Se aviva e ilumina la conciencia en el seguimiento de Cristo. Aún podría decirse que la conciencia no tiene palabra propia. La palabra de Cristo (revelación natural, revelación sobrenatural, llamamiento de la gracia) se hace llamamiento mediante la voz de la conciencia. De por sí la conciencia es un cirio sin luz : Cristo es quien le comunica luz, y por ella alumbra e ilumina.

a) La conciencia en la persuasión universal

En todos los pueblos ha existido la convicción de que el hombre posee un órgano para oír la voz de. Dios. No es la conciencia la buena voluntad, puesto que su voz se hace oír aun cuando la voluntad ha rechazado la luz de la razón. Ni es simplemente la voz de la virtud que viene del exterior. Es más bien una amonestación que cada uno siente en su propio pecho y que llama de parte de Dios y que encadena al bien, aun cuando quisiera uno escaparse. Tanto los pueblos primitivos como los civilizados hablan de la conciencia. Sócrates habla del daimonion que aconseja el bien. Los hombres de cultura adelantada, más vueltos hacia la observación de sí mismos que a la realidad objetiva y externa, la llaman facultad del alma y dan de ella una explicación psicológica. Los pueblos primitivos, que contemplan el mundo objetivo más irreflexivamente que nosotros, no hablan de facultad subjetiva, sino simplemente de la voz que los llama, de Dios que mora en ellos, de Dios que los amonesta, de los espíritus vengadores que no dejan en paz al culpable hasta que no haya expiado su falta.

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