"A los hombres les está estableado morir una vez, y después de esto, el juicio" (Hebreos 9: 27).
Hoy como ayer parece estar vigente el adagio a que hace referencia San Pablo en su primera carta a los Corintios 15: 32 "… comamos y bebemos, que mañana moriremos".
Pero, ¿es esto así a la hora de la verdad? Sinceramente, no. Grandes hombres de la Historia hablan desde la más desnuda de las realidades en esos momentos postreros.
El gran Napoleón Bonaparte, cuando esperaba la muerte en Santa Elena, dijo: "Yo muero antes de tiempo, y mi cuerpo volverá al polvo. Tal es la suerte de quien ha sido llamado el gran Napoleón. ¡Qué abismo entre mi profunda miseria y el reino eterno de Cristo!"
Por su parte, Voltaire, gran filósofo y escritor francés, decía a su médico, momentos antes de morir: "Estoy abandonado de Dios y del hombre. Le daré a usted la mitad de mi fortuna si me da seis meses de vida. Entonces yo iré al infierno y usted conmigo. ¡Oh. Cristo! ¿Oh, Jesucristo!"
Tomás Scout exclamaba en su lecho de muerte:
"Hasta este momento yo creía que no existía Dios ni el infierno. Ahora yo sé y siento que existen ambos, y estoy condenado a la perdición."
Aunque la muerte sea igual para todos, muy distinta es la postura frente a ella de la persona que cree y de la que no cree. El que no cree piensa que todo acaba con la muerte, o teme ante la incertidumbre de lo que pueda haber más allá.
El que cree, por el contrario está seguro de que con la muerte comienza la verdadera vida, tal como lo aseguró Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo aquel que vive y cree en mi no morirá para siempre." (San Juan 11: 25-26).
Por más que lo tememos, por más que queramos negarlo o ignorarlo, existe un "más allá", existe una vida de eterna condenación para quien no cree en Cristo, y de eterna salvación y felicidad para quien cree en Él: "El que cree en el Hijo tiene la vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la cólera de Dios" (San Juan 3: 36).
Amigo lector, "está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio" (Hebreos 9: 27).
Nadie escapará de la muerte, ni tampoco al juicio divino. Sin embargo, Jesús dice: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida." (San Juan 5: 24) y el Señor dice en Su Palabra:
"Miradme a mi, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más" (Isaías 45: 22)reflexiona!
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