¡Somos una obra maestra de arte! |
Hay razones importantes por las cuales las personas cuidamos con mucha
atención y esmero algunas cosas. Entre algunas razones podemos
mencionar: el valor o el aprecio que le damos a algo, o el fin con que
fue diseñado algún objeto. Esto mismo se aplica a nosotros como
personas; nuestra vida puede ser cuidada o descuidada de acuerdo al
valor que le demos. Como cristianos, no podemos ser descuidados con
nuestra vida. Debemos entender que tenemos un elevado destino y
propósito; fuimos creados para ser morada de Dios; para ser su templo. Y
debemos valorar nuestra vida en todo sentido, en razón de lo que realmente es; de acuerdo al plan de Dios: su santo templo. (1 Corintios 6:19)
RAZONES PARA CUIDAR NUESTRO CUERPO:
1. En razón de su procedencia:
"Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros
mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado" (Salmo 100:3).
Procedemos de Dios; somos hechura de él.
Esa es una razón sumamente importante de porqué cuidar nuestra vida;
cuidar nuestra vida es respetar a Dios. Contrariamente, si descuidamos
nuestra vida; irrespetamos a Dios nuestro hacedor. Gran parte del
respeto que debemos mostrar a Dios, se debe evidenciar en el respeto que
nos damos a nosotros mismos y a nuestros semejantes; porque quien
respeta al creador, respeta sus obras; y quien respeta las obras,
también respeta a su creador.
2. En razón de su valor:
¡¡Somos una obra maestra de arte; somos obra de Dios ¡¡ Nadie que
tuviera un poco de conocimiento de arte, osaría de ninguna manera,
destruir la escultura "el David" de Miguel Ángel o la "Mona Lisa" de Da Vinci.
Pero nosotros nos atrevemos a destruir la obra maestra de Dios; dañamos
nuestro cuerpo con vicios, con glotonería y descuido; y lo que es peor;
dañamos la vida de los demás; tratándolos con violencia, desprecio e
irrespetos, como se trata a algo carente de todo valor.
Aunque ciertamente la sociedad humana valora las cosas y después las
ama; y tal vez eso esté bien para las cosas; pero en cuanto a los seres
humanos, nosotros los cristianos debemos amar y valorar a las personas
de acuerdo a la voluntad de Dios. Esta misma razón debe ser la base del amor hacia nosotros mismos.
El "amor" que surge de valorar algo de acuerdo a los criterios
humanos que no tienen en cuenta a Dios como base, está, casi siempre
basado en el interés. Y es probable que los intereses varíen, y al
variar el interés; el amor y el valor que le damos a las cosas, variarán
inevitablemente. Por ejemplo: Amamos una prenda e vestir cuando está de
moda; pero cuando la moda pasa y la prenda parece anticuada, dejamos de
amarla. Esto es así porque nuestro interés estaba basado en que la
prenda estaba de moda en su momento. Lastimosamente lo mismo pasa en las
relaciones con las personas, casi siempre están basadas en el interés y
en una falsa valoración.
Pero el valor que le damos los creyentes a alguien, sea este nuestro
prójimo o a nosotros mismos, debe surgir de un verdadero amor; debe
surgir de Dios. Ninguna otra fuente es confiable; porque solo el amor de
Dios tiene la característica de ser permanente: "porque el amor nunca
deja de ser" (1 Corintios 13:8).
Enfatizamos, entonces, que ese verdadero amor con que debemos amar a
nuestros semejantes, debe surgir primeramente de Dios. Pues no podemos
amar verdaderamente las obras de Dios sino le amamos primeramente a él.
Nuestro Señor Jesucristo da por un hecho que las personas deben amarse a
sí mismas (Mt. 22:39). Esto mismo hace el apóstol Pablo (Ef. 5:28,29).
Este amor de sí mismos es la base y virtud que nos estimula a cuidar de
nuestro cuerpo; debemos amarnos a nosotros mismos, para así poder
cuidarnos. Nadie que no se ame verdaderamente, podrá cuidar con esmero
su vida.
Y, finalmente, debemos amar a los demás. Valorarles, estimarles y
respetarles, será consecuencia de: Amar a Dios y amarnos a nosotros
mismos.
Podemos pus decir, que todo aquello a lo que amamos, se vuelve valioso
para nosotros. Por ello, si nos amamos a nosotros mismos; nos volveremos
valiosos en nuestra estima de nosotros mismos; y con ello agradaremos a
Dios quien nos creó.
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