*Si
usted se encuentra hoy mismo en medio de una tormenta, ahora con más
ganas necesita cuidar lo que diga y no permitir que palabras negativas y
destructivas salgan de su boca.
La Escritura dice: “La muerte y la vida están en poder de la boca; y el que la ama comerá de sus frutos”.
La Escritura dice: “La muerte y la vida están en poder de la boca; y el que la ama comerá de sus frutos”.
En otras palabras, usted crea
un ambiente ya sea de bien o de mal con sus palabras, y tendrá que
vivir en el mundo que usted ha creado. Si siempre está murmurando,
quejándose y hablando de qué tan malo ha sido su vida, usted vivirá en
un mundo bastante miserable y deprimente. Será tentado a simplemente
usar palabras para describir situaciones negativas, pero Dios quiere
que usemos nuestras palabras para cambiar nuestras circunstancias
negativas. No hable del problema, hable de la solución.
La Biblia claramente nos dice
que debemos hablar a nuestras montañas. Quizá su montaña es la
enfermedad; posiblemente su montaña es una relación que está en
problemas; quizá su montaña es un negocio que no anda bien. Cualquiera
que sea su montaña, tiene que hacer más que pensar en ella, más que
orar al respecto; tiene que hablarle al obstáculo. La Biblia nos enseña
que el débil deberá decir que es fuerte.
Comience a decir que usted es
sano, contento, completo, bendecido y prosperado. Deje de hablarle a
Dios sobre cuán grande es su montaña y ¡comience a hablarles a su
montaña sobre cuán grande es su Dios!
Me encanta lo que hizo David
cuando enfrentó a Goliat. No murmuró ni se quejó diciendo: “Dios, ¿por
qué siempre son tan enormes mis problemas?” No, él cambió todo su
ambiente por medio de las palabras que salieron de su boca. No meditó
en el hecho de que Goliat era tres veces más grande que él, ni tampoco
reflexionó demasiado en el hecho de que Goliat era un soldado con
destreza y él sólo era un pastor de ovejas. No, no se enfocó en la
magnitud del obstáculo que tenía ante él, sino que decidió enfocarse en
la grandeza de su Dios. Cuando Goliat vio qué tan pequeño y joven era
David, comenzó a reírse. Se burló: “¿Acaso soy un perro que vienes
contra con un palo?”.
Pero David lo miró a los ojos, y
con gran determinación, dijo: “Mira, Goliat, tú has llegado contra mi
con espada y escudo, pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor
Dios de Israel”.
¡Esas son palabras llenas de
fe! Fíjese también que él dijo las palabras en voz alta. No sólo las
pensó, ni simplemente las oró, él habló directamente a la montaña que
era el hombre parado ante él, y dijo: “Yo te derrotaré y daré tu carne a
las aves del cielo este mismo día”. Y con la ayuda de Dios, ¡hizo
exactamente eso!
Esas son la clase de palabras
que usted debe aprender a hablar en sus circunstancias cotidianas, y
especialmente en los tiempos de crisis y adversidad. Cuando esté
enfrentando obstáculos en su camino, deberá decir con confianza: “Mayor
es el que está en mí que el que está en el mundo. Ninguna arma forjada
en contra de mí prosperará. Dios siempre me causa triunfar”.
Deje de preocuparse y quejarse
del obstáculo, y comience a dirigirle sus palabras. Deje de quejarse de
la pobreza y la escasez y comience a declarar: “Dios suple
abundantemente todas mis necesidades”. Deje de molestar a aquel amigo o
familiar que no están sirviendo al Señor y comience a declarar: “Pero
yo y mi casa serviremos al Señor”. Deje de lamentarse porque nada bueno
nunca le sucede y comience a declarar: “Todo lo que mi mano toca
prospera y sale bien”. Tenemos que dejar de maldecir la oscuridad.
Comencemos a ordenar a la luz que venga.
Amigo, hay un milagro en su
boca. Si quiere cambiar su mundo, comience a cambiar sus palabras.
Cuando los momentos difíciles lleguen, no se dé a las murmuraciones,
disputas y quejas. Hable a aquellos problemas. Si aprende a hablar las
palabras indicadas y mantiene la actitud correcta, Dios cambiará esa
situación.
Usted puede estar pensando:
Esto suena demasiado bueno para ser verdad, Joel. ¡Yo sé que es verdad!
Yo vi el poder de nuestros pensamientos y palabras cambiar una
situación imposible en mi propia familia, en un milagro médico en el
presente. Ándele, permítame contárselo:
En 1981, a mi mamá le
diagnosticaron cáncer y le dieron sólo unas semanas de vida. Nunca se
me olvidará el golpe que me fueron esas noticias para nuestra familia.
Nunca había visto a mi mamá enferma ni un día toda mi vida: era
extremadamente sana y activa. Le encantaba estar afuera, trabajando en
su jardín, cuidando sus plantas.
Yo estaba fuera de mi casa, en
la universidad, cuando llegó el reporte del doctor. Mi hermano, Paul,
me habló y dijo: “Joel, Mamá está muy, muy enferma”
“¿Qué quieres decir, Paul? ¿Le dio alguna gripa o algo por el estilo?”
“No, Joel”, replicó Paul: “Está bajando de peso, su piel está amarilla, y está demasiado débil; tiene un problema muy grave”.
Mi mamá estuvo en el hospital
por veintiún días, mientras los doctores hacían análisis tras análisis.
Mandaron sus pruebas a laboratorios en todo el país, con la esperanza
de encontrar algo que le pudiera ayudar. Finalmente, regresaron con el
muy temido reporte que tenía un cáncer metastásico del hígado.
Sacaron a mi papá al pasillo y le dijeron: “Pastor, no nos gusta tener
que decirle esto, pero su esposa solo tiene unas semanas de vida. No
meses, semanas…”
La ciencia médica había llegado
a los límites de lo que podía hacer. Los mejores y más brillantes
doctores del mundo habían hecho todo lo posible, así que básicamente
mandaron a mi mamá a su casa para morir.
Les expresamos nuestro sincero
agradecimiento a los doctores y al personal del hospital por todo su
esfuerzo, pero rehusamos aceptar sus opiniones. Estoy agradecido por
los doctores, los hospitales, la medicina y la ciencia, pero los
profesionales médicos sólo pueden presentar lo que les están diciendo
sus reportes. Gracias a Dios que usted y yo podemos apelar a una
Autoridad mayor. Siempre podremos conseguir otro reporte. El reporte de
Dios dice: “Te restauraré la salud y sanaré tus heridas”.
Servimos a un dios
sobrenatural. Él no está limitado por las leyes de la naturaleza y
puede hacer lo que los humanos no pueden hacer. Él puede abrir un
camino en nuestra vida cuando parece que no hay ninguno. Esa fue
nuestra oración para la vida de mi mamá.
Y mi mamá nunca se dio por
vencida; rehusó hablar palabras de derrota. No se quejaba de qué tan
enferma estaba o cuán débil se sentía, o qué terrible era su vida, o
cómo no había esperanza para su situación. No, ella decidió poner las
palabras de Dios en su mente y en su boca.
Comenzó a hablar palabras
llenas de fe. Comenzó a llamar la salud y sanidad. Durante todo el día,
la oíamos por toda la casa hablando en voz alta: “Viviré y no moriré, y
declararé las obras del Señor”. ¡Parecía una Biblia andando!
Yo le decía: “Mamá, ¿cómo estás?”
Ella decía: “Joel, soy fuerte en el Señor y en el poder de su fuerza”.
Buscó en su Biblia y encontró
como treinta o cuarenta pasajes preferidos tocantes a la sanidad. Los
apuntó, y cada día, ella los leía y los hablaba confiadamente en voz
alta. La veíamos caminando afuera de la casa, diciendo: “Con larga
vida, Él me satisface y me muestra su salvación”.
Mi madre mezcló sus palabras
con las Palabras de Dios, y algo poderoso comenzó a suceder. Empezaron a
cambiar sus circunstancias. No fue de un día para otro, pero poco a
poco, ella se comenzó a sentir mejor; le regresó su apetito y su peso
comenzó a aumentar. Lenta pero seguramente, sus fuerzas regresaron.
¿Qué estaba sucediendo? Dios
estaba cuidando su palabra para cumplirla. Dios le estaba restaurando a
ella su salud y sanando sus heridas. Algunas semanas pasaron y Mamá
mejoró un poco más. Pasaron algunos meses, y seguía aun mejor. Pasaron
unos cuantos años, y ella siguió declarando la palabra de Dios. Hoy
día, han pasado más de veinte años desde que recibimos el reporte que a
mi mamá sólo le quedaba unas semanas de vida. Al escribir estas
palabras, Mamá está completamente libre del cáncer, ¡sanado por el
poder de la Palabra de Dios!
Y ella sigue declarando la
Palabra de Dios. Cada mañana se levanta y revisa las mismas escrituras
sobre la sanidad, sigue hablando esas palabras de fe, victoria y salud
sobre su vida. No sale de su casa antes de hacerlo. Y además, le
encanta recordarle al “Sr. Muerte” que él no tiene ningún poder sobre
su vida, ya que cada vez que mi madre pasa por un cementerio,
literalmente grita: “¡Me satisface con larga vida y me muestra su
salvación!” La primera vez que hizo eso mientras yo iba en el carro con
ella, ¡casi me salgo de mi asiento por el susto que me dio! Pero Mamá
rehúsa darle al enemigo cualquier entrada.
Cuide lo que dice
Joel Osteen - Lakewood Church
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