martes, 11 de febrero de 2020

APRENDE! `MALDICIÓN A LOS JUDÍOS Y LA SANGRE DE JESÚS UN SARCASMO ESCONDIDO

 LA MALDICIÓN A LOS JUDÍOS

Según el Evangelio de Mateo, durante el proceso a Jesús los judíos pronunciaron una frase que sin quererlo, marcó para siempre la historia y el destino del pueblo hebreo en su relación con los cristianos: “¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27, 25). Este grito fue interpretado a lo largo de los siglos como una MALDICIÓN que el pueblo judío se echó sobre sí mismo, asumiendo la responsabilidad de la muerte de Jesús.  
Resultado de imagen de sangre de cristoDesde entonces muchos citan este versículo como prueba de que Dios ha rechazado a Israel; y peor aún, ha servido par justificar las atrocidades y persecuciones cometidas contra ese pueblo, como si tales sufrimientos fueran el castigo divino merecido por su invocación; tal como si fuese un castigo por un crimen superior al pecado del Jardín del Edén y al de la Torre de Babel.
¿Pero por qué quedó tal circunstancia registrada únicamente en el Evangelio de Mateo?.

¿Un Pilato liberador?:
Mateo da cuenta que cuando las autoridades judías llevan a Jesús ante Pilato para ser juzgado, el gobernador romano se dio cuenta de que lo habían entregado por envidia, e intentó liberarlo. Para ello recurrió a lo siguiente:
a). Trató de enfrentar a Jesús con un famoso preso llamado Barrabás, pensando que el pueblo optaría por Jesús, pero se equivocó. (Mt. 28, 15-18).
b). Luego dijo a los judíos que no podía condenar a muerte a Jesús porque no encontraba en él delito alguno contra Roma, pero los judíos azuzados por los Sacerdotes comenzó a gritar: “Crucifícalo, crucifícalo”. (Mt. 27, 22-23).
c). Inquieto Pilato por el cariz que tomaban los acontecimientos y convencido de que nada impediría la muerte de Jesús, pidió un recipiente de agua y se lavó las manos diciendo: “Inocente soy Yo de la sangre de este justo, allá vosotros”. (Mt. 27, 24).  
Así como está redactado este pasaje es difícil de creer.
El lavado de manos como expresión de inocencia pública era una costumbre judía establecida por la Ley de Moisés. Según la mentalidad judía, la sangre derramada de una persona inocente tenía la propiedad de manchar no solo al culpable, sino a cuentos se cruzaban con el muerte, e incluso a todo el pueblo donde se había cometido el crimen. Es por ello que la Ley establecía que cuando en una ciudad se descubriera un cadáver, y no se pudiera identificar al malhecho, los dirigentes debían reunirse junto a un río y lavarse las manos. (Dt. 21, 1-9). En otros pasajes de la Biblia también se habla del lavado de las manos. (Sal. 26, 6 y Sal. 73, 13).
Que Poncio Pilato, siendo romano, hubiera realizado un rito propio de la cultura judía resulta inverosímil. Es por ello que muchos autores sostienen que la escena es una creación del evangelista Mateo, que al escribir a lectores de origen judío, emplea esa imagen para hacerles comprender qué quiso decir el gobernador cuando evitó condenar a Jesús.

La fuente de la maldición:
Resultado de imagen de LA SANGRE DE CRISTO CAIGA SOBRE NOSOTROSComo respuesta al lavado de manos Mateo expresa esa famosa, oscura y desconcertante frase por la que el pueblo gritó: “¡Su sangre (al de Jesús) sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”. (Mt. 17, 24-25).
En realidad esta frase es una famosa fórmula legal frecuente en el Antiguo Testamento, que indicaba quién era la persona que debía asumir la responsabilidad de un delito cometido, y sufrir el castigo correspondiente, que era la muerte. (Lev. 20, 9; Lev. 20, 11e; Lev. 20, 13; 2Sam. 1, 16; 2Sam. 3, 29 y Jer. 26, 15).
Queda claro entonces cuál es el sentido de la frase en el Evangelio de Mateo: Significa que la muchedumbre, presente aquel día en el juicio de Jesús, asumió la responsabilidad de su ejecución.

Detalles curiosos de la escena
1). El pueblo judío NO emplea la fórmula como corresponde. Cuando alguien en la biblia invocaba el castigo de sangre, lo hacia sobre la cabeza de otro, de un tercero, nunca sobre la propia. En cambio en Mateo el pueblo judío se lo aplica sobre sí, como si quisiera incriminarse él mismo, auto-castigándose, en vez de buscar librase de los efectos de la sangre, que era el sentido de la fórmula.
2). Resulta llamativo que el grito sea lanzado “por todo el pueblo”. Hasta ese momento Mateo venía relatando que solo “una muchedumbre” presenciaba el juicio, es decir un grupo limitado de personas.
Conclusión: Se trata de un cambio intencionado de Mateo. La expresión “l pueblo” siempre alude a Israel como raza, como etnia, como nación global. Por eso al reemplazar “la muchedumbre” por “el pueblo”, estaba diciendo a sus lectores que la sangre de Jesús, invocada ese día, no cayó únicamente sobre los asistentes al proceso, sino sobre toda la nación judía y sobre las generaciones posteriores.

Un buen pretexto para odiar
¿Qué significado tiene esta escena de Mateo?.
Desde muy antiguo se la ha interpretado en el sentido de que todos los judíos, de todos los tiempos, son culpables de la muerte de Jesús.
Uno de los primeros en defender tal postura fue Orígenes (Siglo III). De la misma opinión fueron Melitón de Sardes (S.  II), San Agustín, San Jerónimo, San Juan Crisóstomo (Siglo  IV), Teofilacto (Siglo IX), Tomás de Aquino (Siglo XIII) y Calvino (Siglo XVI).
Por su parte Lutero (Siglo XVI) afirmó que la miseria en la que vivían los judíos en su época y su posterior condenación eterna, se debía a que habían rechazado al Hijo de Dios. Eso hizo que muchos cristianos, basándose en esta circunstancia, desarrollaran una antipatía y a veces odio, hacia el pueblo judío.
¿Por qué Mateo, inspirado por Dios, conservó esa frase en labios de los judíos?. ¿Quiso Mateo aludir a alguna especie de castigo que recayó sobre ellos?.

El sermón que complica
Para empeorar las cosas, Mateo cuenta que en su último discurso público, Jesús les recordaba a los judíos que ellos habían derramado mucha sangre inocentes a lo largo de la historia “desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías”. (Mt. 23, 33-36).
Abel era el hijo de Adán y Eva muerto por su hermano Caín; y Zacarías era el famoso sacerdote de Jerusalén del Siglo IX AC que por haberse animado a denunciar la inmoralidad en la que vivían los israelitas fue apedreado hasta morir en el propio Templo. Zacarías murió diciendo: “Jehová lo vea y lo demande” (les pida cuentas) (2Cron. 24, 20-22); y previamente Jesús les menciona a estos dos personajes, porque Abel es el primer inocente asesinado (Gen. 4, 8) y Zacarías el último (2Cron. 24, 22).
Lo que Jesús les quiso expresar es que toda la historia del pueblo judío, desde el primero al último libro de la Biblia, estaba manchada de crímenes y muertes de inocentes. Y que esa sangre clamaba al Cielo (Gen. 4, 10) exigiendo un justo castigo. Por eso concluyó aquel sermón con una frase inquietante: “De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación”. (Mt. 23, 36).
Tales palabras parecen acentuar aún más la idea de que la frase citada en el juicio a Jesús, incluye una reprobación y condena del pueblo judío. ¿Pero es así?.

La aclaración en la Cena: La sangre.
La solución a esta cuestión la encontramos en el episodio de la última Cena (Mt. 26, 26-29) donde Jesús toma una copa de vino y pasándola para que todos bebieran, les dijo: “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión (perdón) de los pecados”. (Mt. 26, 28).
Curiosamente aunque los tres Evangelios Sinópticos y el Apóstol Pablo (Mt. 26, 28; Mc. 14, 24; Lc. 22, 20 y 1Cor. 11, 23-25) narran la última cena, Mateo es el único que aclara que la sangre servirá para perdonar los pecados. Ninguno otro autor explica el sentido de su derramamiento.
De este modo, Mateo deja por adelantado la clave para interpretar la escena del juicio de Jesús. Cuando hace decir a la multitud allí reunida que la sangre de Jesús caiga sobre sus cabezas y la de sus hijos (descendientes), en realidad no es para maldecirlos ni condenarlos, sino al contrario, para perdonarlos de sus pecados. La muchedumbre reunida aquel día en el palacio del gobernador pidió la muerte de un condenado; pero sin darse cuenta, obtuvo en realidad un acto salvador.

Un sarcasmo escondido
El mensaje sorprendente de Mateo es que la sangre del Profeta de Nazareth, derramada en la Cruz, tenía la virtud de redimir y liberar a los hombres de sus pecados, a diferencia de las otras sangres que al ser vertidas, acusaban a los culpables y los condenaba irremediablemente.
La ironía de Mateo es excelente: Mientras los simples observadores pudieron pensar que la sangre de Jesús contaminó al pueblo judío, lo que en realidad hizo fue absolverlo y liberarlo no solo de aquella acción equivocada, sino de todo lo que pudiera haber existido en su pasado, “desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías”.
Se cumple así el programa que Mateo había anunciado cuando durante el embarazo de María, un ángel se le aparece a José y le comunica que el niño que va a nacer “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1, 21).
Esto se comprende más si recordamos que Mateo era judío y escribía para un público judío. Resulta absurdo pensar que hubiera insertado  en su obra una escena para decirles que estaban malditos ellos y todas las generaciones siguientes, incluido el mismo Mateo.
Así se entiende por qué Mateo cambió la frase tradicional “caiga su sangre sobre Fulano (un tercero)” y en su lugar exprese “caiga su sangre sobre  nosotros”. Porque el pueblo judío no estaba solicitando un castigo sino una acción salvadora. También así se explica que pasara de “la muchedumbre” que gritaba, a “todo el pueblo (judío)” que gritaba. Quería que sus lectores se sintieran identificados con aquellos que, en el tribunal de Pilato, recibieron la sangre salvadora de Jesús.
Para Mateo el pueblo de Israel fue el primer beneficiario de la muerte del Mesías; y le comprendemos porque aunque se había hecho cristiano, conservaba su corazón judío.

Dejar puertas abiertas
Resulta increíble que habiendo avanzado tanto la exégesis bíblica, todavía haya cristianos que sigan denigrando al pueblo judío sobre la base de esta y otras escenas de los Evangelios. No han entendido la sutileza de Mateo, ni su esfuerzo por proclamar la salvación de sus hermanos de raza.
Lamentablemente muchos son relegados y numerosos son los grupos y categorías de personas, sobre las cuales la sangre de Jesús también ha “caído”, y que en vez de sentirse salvadas y amadas por Dios, se ven proscriptas, condenadas, excluidas de su amor y de la pertenencia a la Iglesia, por una falsa comprensión de la redención divina.
Mientras Mateo sigue insistiendo que la sangre del galileo se derramó “para el perdón de todos”, algunos cristianos siguen restringiendo el valor de su salvación a grupos cada vez más pequeños, que practican ciertos ritos, observan determinada moral y se ciñen a normas establecidas.
El grito del pueblo judío aquella mañana, a la entrada del despacho de Pilato, abrió las puertas de la salvación y del perdón a toda la humanidad, empezando por quienes menos lo merecían y más alejados parecían. Mantenerlas abiertas y hacer que lo experimenten todos, siguen siendo hoy la misión de cuantos lee en Evangelio del judío Mateo.

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