sábado, 25 de junio de 2011

Aprende *La Falta de Relación*


*La Falta de Relación*


Tomado de 20 Enemigos Del Matrimonio -Copyright © 1989 por Rodolfo Loyola-


La palabra cónyuge viene de "compartir el mismo yugo". Generalmente el yugo existe, no para tener a dos animales atados involuntariamente, sino con el propósito de tirar juntos de la carreta o del arado, etc. Si al estar en el mismo yugo por amor, no existe una buena relación, muy poca consistencia tiene entonces la pareja. En la época de las comunicaciones, la información nos llega de manera unilateral por la radio y la televisión. Esto crea personas solitarias con poca voluntad de comunicarse, sin ningún aprecio del diálogo.
Por otro lado, las prisas con que se vive y la lucha del hombre por competir con las máquinas, va en detrimento del diálogo y la buena relación.
Se cuenta que un padre estaba tantas horas fuera de casa que una noche llegó tarde y encontró a uno de los niños despierto; le acostó bruscamente y le pegó. Al día siguiente, el niño le dijo a la mamá: "Mami, ese hombre que suele venir aquí por las noches, me ha pegado".
Las prisas con que se vive y la lucha del hombre por competir con las máquinas, va en detrimento del diálogo y la buena relación.
En ocasiones, la falta de relación es cortada por una ofensa guardada donde no hubo diálogo sino pelea. Uno de los dos o ambos apelan al silencio. Tratan de sepultar aquello y esconderlo, como hizo Caín con Abel, creyendo que la situación quedaba así resuelta. Pero sucede que al no resolverse por el diálogo, con el arrepentimiento y perdón, si es necesario, queda el camino expedito para que se acumulen más ofensas, más situaciones de ofuscación y de terquedad, y cuando revienta toda esta ira contenida, estas heridas internas pueden llegar a situaciones desastrosas. La falta de relación trae indiferencia. Alguien dijo que la costumbre produce indiferencia. Si de algo hemos de cuidar nuestro matrimonio, es de la indiferencia. Es cierto que hay rutinas cotidianas que pueden llevar a la monotonía, pero es preciso que esto no nos lleve a la indiferencia del uno por el otro como una carne que somos.
La falta de relación trae también, como consecuencia, la soledad, especialmente de la mujer. Cuando digo esto estoy pensando, muy especialmente, en la mujer de los países menos desarrollados donde ella desempeña un papel de madre y ama de casa, más que de obrera de una fábrica o empleada de una oficina.
Puede ser que los detalles o problemas del trabajo del marido no los entienda la mujer y, por consiguiente, no le interesen mucho; pero es posible y sucede con mucha frecuencia, que el hombre está tan enfrascado en su trabajo, en su carrera y sus amigos, que no entiende el entorno y el quehacer sacrificial de su esposa. Hay unos elementos comunes en un hogar, de los cuales debe surgir el diálogo amistoso de dos buenos compañeros de viaje que tienen o deben tener los mismos intereses. Hay una cierta preocupación entre sociólogos y educadores por la merma de lo que ellos llaman el discurso. O sea, que los jóvenes van teniendo cada vez menos capacidad dialogante. Se pueden reunir varios jóvenes de ambos sexos durante horas enteras para oír música, beber, etc., pero las palabras son pocas y algunas son pura jerga, muy pobre de significado.
Hay unos elementos comunes en un hogar, de los cuales debe surgir el diálogo amistoso de dos buenos compañeros de viaje que tienen o deben tener los mismos intereses.
Estamos en el mundo de la imagen y de ahí que el inmenso, bello y necesario uso de las palabras va perdiendo terreno. El mismo lenguaje de la informática, al igual que otras ciencias, no es lenguaje de palabras.
Las novelas para leer en la pantalla ya están a la orden del día. El libro como lo conocemos hoy, parece que tiende a desaparecer o a quedar relegado a un plano muy inferior.
Las tertulias familiares y de amigos, son cosas del pasado, los medios de comunicarnos aumentan en eficacia, pero van perdiendo calor humano.
Pero a toda esta técnica, producto del progreso científico, los cristianos hemos de añadir el progreso espiritual y conservarlo donde es más necesario y valioso: en el hogar, en el matrimonio, dentro del marco de la familia, y donde se cultiva el espíritu, de acuerdo con la Palabra de Dios; el camino al diálogo y con él la buena relación entre los cónyuges debe estar garantizada.

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