Malos |
*Reflexión: No me arrebates juntamente con los malos*
“No me arrebates juntamente con los malos, y
con los que hacen iniquidad, los cuales hablan paz con sus prójimos,
pero la maldad está en su corazón.” Sal. 28:3.
David tuvo muchas mujeres. Una de ellas, Mical, era
hija de Saúl. El casamiento de David con ella estuvo lleno de intrigas.
Por un lado, Saúl le palmeaba las espaldas a David y le decía: "¡Sé mi
yerno! ¡Quiero que formes parte de mi familia!" Pero cuando David se
daba vuelta, Saúl trataba de destruirlo a toda costa. La parte de la
Biblia que narra esa historia* termina diciendo que Saúl fue enemigo de
David toda la vida. A veces, con palmaditas en las espaldas.
El salmo de hoy, de donde sacamos el texto, es un
salmo de lamentación y súplica. David pide que no sea contado con los
impíos y menciona una característica especial de esos impíos: los que
hablan de paz con su prójimo, pero tienen el mal en su corazón. Cuando
las personas se saludaban en Israel, usaban la palabra "shalom", que
quiere decir paz. Era como decir hoy: ¿Cómo te va? ¿Estás bien? La gente
decía eso por costumbre. El corazón puede estar lleno de rabia u odio,
pero cuando las personas se encuentran, dicen: ¡Todo bien! El salmista
habla de eso al referirse a las personas que hablan de paz con su
prójimo, pero tienen mal en el corazón.
Siempre tendremos que convivir con personas de ese tipo. ¿Qué podemos hacer?
Primero, haz como David: busca a Dios y coloca la
vida de esa persona en sus manos. El es el único que puede resolver esa
situación. Antes de salir de casa y antes de iniciar tus actividades
hoy, pon a esa persona en las manos del Señor. Ora por él. La oración
intercesora tiene un poder increíble.
En segundo lugar, no te olvides de ver cuáles son tus
propias motivaciones. Eso por una simple razón: tener cuidado para no
ser igual a tu enemigo. Esa es la lucha diaria, la batalla sin fin del
cristiano.
Tal vez, por algún motivo, sientas el deseo de obrar
de ese modo. La rabia o el espíritu de venganza tratan de apoderarse de
todos los corazones. Eso envenena el alma y oxida la capacidad de amar.
No permitas ese tipo de sentimiento en ti, porque un día la justicia
divina caerá sobre "los que hacen iniquidad, los cuales hablan con sus
prójimos, pero la maldad está en su corazón".
* 1 Sam. 18.
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