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Un vendedor ambulante del siglo pasado,
apodado el viejo Willie, era bien acogido en todas partes, no sólo por los
interesantes objetos que llevaba en su tienda portátil, sino también por las
noticias que anunciaba.
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Lo saludaban invariablemente con esta
pregunta: ¿Qué hay de nuevo, Willie?".
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Pero el buhonero estaba intranquilo; no
sólo llevaba su pesado bulto sobre la espalda; otra carga, más pesada aun,
pesaba sobre su conciencia; sus pecados
–el se daba cuenta–
merecían ser juzgados. ¿Cómo escapar del juicio?.
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Un día,
al entrar en una casa, no vio a nadie, pero alguien parecía estar leyendo en una
habitación vecina. Sorprendido, escuchó; "Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo"
(Romanos 8: 1).
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Abrió la puerta y preguntó si las
palabras que acababa de oír eran válidas para todos.
–Sí–
contestó el lector–,
para todos los que creen en el Señor Jesús.
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–
Entonces
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dijo el buhonero ¿quiere usted orar para que yo sea uno de ellos?
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Se oró y se le expuso el Evangelio.
Pronto lo recibió y "siguió
gozoso su camino".
(Hechos 8: 39).
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Cuando se le hacía la acostumbrada
pregunta: "¿Qué hay de nuevo, Willie?", el respondía:
–Una
magnífica nueva:
no hay condenación para los que están en Cristo Jesús.
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La gente, sorprendida, le preguntaba
entonces qué quería decir y el explicaba el camino de la salvación.
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Qué peso se quitó de
encima el buhonero, al saber que Jesucristo en la cruz del Calvario,
perdonó los pecados de todos los que creen en El y le aceptan como Señor y
Salvador.
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"Mas
él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros".
(Isaías 53: 5-6)
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"y les dijo: Así está escrito, y así
fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer
día, y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados
en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén".
(Lucas 24: 46-47)
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Y el vendedor, continuó
su camino anunciando a los demás la buena noticia que había recibido, para que
otras personas también pudieran quitarse de encima el peso de sus pecados.
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"Lo
que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean
idóneos para enseñar también a otros".
(2 Timoteo 2: 2)
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