"Todo lo que respira alabe á JAH. Aleluya." Salmo 150:6
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Según
el Nuevo Testamento, ¿cuántas veces resuena el 'ALELUYA'
sobre la tierra?
Esta
pregunta la hizo un predicador amigo a un hermano que con impertinencia
interrumpía sus prédicas voceando de voz en cuello ¡A
l e e e l u u u y a!
en los momentos más inoportunos durante el sermón.
¿Que
cuántas veces resuena aleluya en la tierra? Pues . . . muchas, muchas
veces, respondió el hermanito.
Pues
vea, le dijo el predicador, Aleluya no resuena en la tierra ni una sola
vez en el Nuevo Testamento. Resuena
sólo en el cielo y esto solamente en un solo capítulo del último libro de la Biblia.
No
obstante este limitado uso, aquí en la tierra escuchamos el A
l e l u y e o en
cantidades astronómicas. Algunos lo usan superficialmente como si se
tratara de un estribillo o de un refrán. Otros para hacer demostraciones
de espiritualidad. Predicadores hay que cuando se les acaba la gasolina
apelan al Aleluya como relleno para tomar impulso; como una pausa de punto
y coma en lo que se les va ocurriendo más palabrerío para proseguir.
Hay
quienes lanzan aleluyas repetidamente, fuertemente, atronadoramente,
como si fueran saetas incendiarias. Las envían
para incitar emotivamente a los oyentes. En turno, estos se las
devuelvan con estrepitosas andanadas como si se tratase de un
ametrallamiento entre dos bandos. La gritería sube tanto de volumen y de
color que es capaz de intimidar al más bravucón o de ensordecer a
cualquiera.
El
modelo de predicadores, Jesucristo, pronunció su sin igual Sermón del
Monte de los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo sin usar el recurso de los
Aleluyas ni una sola vez. Los Aleluyas estuvieron ausentes de su brillante
Sermón del Monte Olivar del capítulo 24. Lo mismo hizo su fogoso discípulo
Pedro cuando le tocó predicar el histórico sermón del día de Pentecostés
y su productivo mensaje en casa del Capitán Cornelio. Notamos la ausencia
de los Aleluyas en el sermón de San Pablo a los filósofos sobre el Areópago
Ateniense y en sus discursos de defensa frente a los gobernadores Félix y
Porcio Festo y ante los reyes Agripa y Berenice. Los predicadores
contemporáneos más destacados, sustanciosos y fructíferos, tampoco
incluyen los Aleluyas en sus mensajes.
Con
amargo espíritu de juicio hay quienes se permiten clasificar de "fríos"
los cultos donde el Aleluya brilla por su ausencia. Para ellos la
temperatura de un culto se mide aleluyamente.
Aún los creyentes individualmente son enjuiciados de "fríos"
o absueltos como "calientes" dependiendo del número y
del volumen con que truenen sus A
l e l
u y a s en
el culto. Esta desafortunada consigna arroja resultados negativos.
Promueve entre los nuevos conversos un aceleramiento desproporcionado por
aprender rápido lo que ellos perciben ser las leyes del juego y el carnet
de pase a la aceptación. ¿Resultado? que muy pronto se les ve en el
pleno descargue de Aleluyas al por mayor y detalle.
Este
estado de cosas es por demás triste, deprimente e innecesario. Se hace
intolerable al que llega a discernir que se puede llegar a este y a
cualquier otro aspaviento sin tener raíz, ni profundidad en la vida
espiritual. Cualquiera puede hacer esto. No es tan difícil condicionar la
emoción, ni descargarla por el tubo de la rutina.
Resulta
contraproducente cuando en medio de un sermón en que el predicador dice
"si no te arrepientes irás al infierno", la gritería responda:
¡Amén! ¡Aleluya!
como si se dijera: "¡qué bueno que ese va para el infierno!, así
sea, alabado sea Dios por ello."
A veces el orador narra con destreza e intensidad emocional una
volcadura de automóvil en la que pierden la vida sus ocupantes.
Ilustraciones de esta naturaleza suponen evocar en el auditorio un
profundo sentimiento de pena, de identificación con la desdicha de los
accidentados, pero . . . ¿cómo
se responde?
"¡Aleluya, gloria a Dios!"
Quede
claro que no estamos inculpando a los que A l e l u y a n como quienes hacen estas
inapropiadas intervenciones con intenciones de producir efectos negativos.
Eso nunca. Todo lo que este asunto demuestra es que se puede ser víctima
de psicosis, y que ésta puede estar barrenada tan hondamente, que ésta
apriete el gatillo inconscientemente. Una vez sale este disparo, ya no se
le puede hacer regresar. Pero es el caso que el uso inoportuno,
inapropiado, indiscriminado de esta significativa palabra de alabanza,
desfavorables en el ánimo de las gentes.
El sabio Salomón en Proverbios capítulo 25, versículo 11 exhorta: "Manzana
de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene".
Las palabras dichas con sazón en el tiempo adecuado son como la combinación
de estos dos metales preciosos cuando se confecciona un ornamento. Son
palabras sobre ruedas que se mueven, ensanchan su benéfica influencia, y
no mueren. El proverbista subraya en su libro de que bajo el sol hay
tiempo oportuno para todo. Esta filosofía debía servir como una
saludable lección. San Pablo por su parte anima a los cristianos
Colosenses a "andar sabiamente para con los de afuera"
y para ello les recomienda: "Sea
vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal"
[4:5-6].
¿Qué
significa Aleluya?
Aleluya
es una vocablo Hebreo compuesto del verbo Alelu que
significa load y
el nombre Ya que es una abreviación de Yavéh, Yaué, Yajué o Jehová.
El nombre de la Deidad que invoca la palabra Aleluya, hace de ella una
palabra de un significado profundo, muy profundo. Tan profundo como la
inmensidad del Ser que forma parte de su estructura. Aleluya es tan
sublime como el Dios a quien supone va dirigida su alabanza. El nombre de
Jehová que incluye la invocación de este vocablo debe hacernos pensar
dos veces antes de ametrallar a mansalva a un auditorio con esta sagrada
palabra. A
l e l u y a r sin ninguna consideración, sin ninguna ciencia o discriminación, sólo
para darnos a conocer como cristianos o quizás sólo para ser vistos u oídos,
o para producir ruido, o para impresionar a otros de nuestra
espiritualidad, para aparentar que "estamos en la cosa" o para "calentar"
un culto, nos pone en el riesgo de usar el nombre de Jehová en vano.
Aleluya, repito, significa alabad a Jehová. Jehová es Dios, alto,
sublimado, y su carácter es reverendo o reverenciable.
Los
judíos tenían un concepto tan elevado y un escrúpulo tan profundo en
cuanto al uso del Nombre del Inefable, que eran en demasía puntillares
observando la prohibición del tercer mandamiento de la ley de Dios. Este
mandamiento dice: "No
tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por
inocente Jehová al que tomare su nombre en vano"
[Exodo 20:7]. Poseídos de un profundo sentimiento de reverencia al Nombre
de Jehová, los judíos se abstenían de pronunciar este nombre y preferían
substituirlo con otras designaciones como Adonai o Elohim.
Al transcribir las Sagradas Escrituras cuando estas contenían el nombre
Yavéh, los escribas pausaban y se lavaban mucho las manos antes de
transcribir el nombre de la Deidad.
La
única porción del Nuevo Testamento que contiene la palabra Aleluya es el
capítulo 19 de Apocalipsis. En sus primeros seis versículos encontramos
una gran multitud en el cielo que la trae a colación cuatro veces.
La
primera vez se encuentra en el versículo uno y dice: "Después
de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya!
Salvación y honor y gloria y poder son del Señor Dios nuestro". Como bien señala Boyd Nicholson, este es el Aleluya de redención
o de salvación si se quiere. Lo entonan con regocijo los redimidos
por la sangre del Cordero que ahora moran en la casa celestial.
La
segunda vez se halla en el versículo tres donde se lee:
"Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos
de los siglos".
Este es el Aleluya de retribución o de juicio sobre la gran ramera
que ha corrompido a la tierra con su fornicación, vengando la sangre de
sus siervos de la mano de ella.
La
tercera mención de la palabra se hace en el versículo 4 y este dice: "Y
los 24 ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y
adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
"
Este es el Aleluya de adoración que entonan los 24 ancianos y los 4 seres vivientes que se postran ante el trono de Yavéh - Jehová - para adorarlo.
Este es el Aleluya de adoración que entonan los 24 ancianos y los 4 seres vivientes que se postran ante el trono de Yavéh - Jehová - para adorarlo.
La
cuarta y última mención de Aleluya la hace el versículo 6 en estos términos:
"Y
oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y
como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor
nuestro Dios Todopoderoso reina!"
Este es el Aleluya de subordinación a la majestad, al señorío,
al reinado del Señor Dios todopoderoso.
Aleluya,
amigo nuestro, es una palabra para el uso exclusivo de los redimidos, de
los que conocen al Señor, le aman, y le reverencian. Si usted lee este
tratado ahora y todavía no ha sido redimido de sus pecados por la sangre
preciosísima de Jesucristo, quiero invitarle a arrodillarse en cuerpo, y
a inclinarse en espíritu ante la majestad de Dios y allí, arrepentido de
sus pecados, pídale a El que lo perdone y lo reciba en su familia. La
Biblia nos asegura que a los que reciben al Hijo de Dios como Salvador, El
los hace hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Acepte a Jesucristo
hoy y aprenda en la sinceridad y en la profundidad de su corazón a
decirle: [Allelouia] ¡Alelu / ya!
Por Mariano González V.
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