'LA FELICIDAD ES DAR AMOR' |
- ¿Y cuál es el camino que conduce de verdad a la felicidad?
- El del amor.
Sólo el que ama es feliz.
- ¿Qué tiene que ver eso con Dios, con Cristo?
- Cristo vino
a la tierra para enseñarnos el camino de la felicidad, el
camino del amor. Pero, para que recorriéramos ese camino,
hizo una cosa muy importante: amarnos Él primero. Él
nos amó, hasta el extremo de dar la vida por nosotros. Y
nosotros, cuando descubrimos su amor, sentimos la necesidad de responderle
amándole con todo el corazón. Al hacerlo, al amarle,
es cuando encontramos la felicidad.
- ¿Podría recorrerse ese camino sin la iniciativa de Cristo?
- Probablemente.
De hecho, hay gente que ama, a Dios y al prójimo, y no cree
en Dios o no cree en que Dios sea amor.
Sin embargo, para el cristiano emprender y recorrer ese camino es un poco más fácil, pues se siente amado, se sabe amado, y eso, como he dicho, le lleva a intentar devolverle a Dios al menos algo del amor recibido, le lleva a amar a Dios y, por Dios, a amar al prójimo.
Sin embargo, para el cristiano emprender y recorrer ese camino es un poco más fácil, pues se siente amado, se sabe amado, y eso, como he dicho, le lleva a intentar devolverle a Dios al menos algo del amor recibido, le lleva a amar a Dios y, por Dios, a amar al prójimo.
- ¿Qué es más importante, amar o ser amado?
- La mayoría
respondería diciendo que lo más importante es ser
amado. Ese parece ser el objetivo de muchos, hasta el punto de que
se consideran desgraciados por no ser amados o, al menos, por no
serlo como a ellos les gustaría.
Sin embargo, no creo que sea así, pues por mucho que te amen, si tú no amas, si tú no das nada, no encuentras la felicidad. Hay más gozo en dar que en recibir.
Sin embargo, no creo que sea así, pues por mucho que te amen, si tú no amas, si tú no das nada, no encuentras la felicidad. Hay más gozo en dar que en recibir.
- En todo caso, en el cristianismo se producen las dos cosas, no es cierto?
- Sí.
Por eso es la religión perfecta, la religión verdadera.
En el cristianismo, como he dicho, la iniciativa parte de Dios, que se nos manifiesta como amor. Como un amor que no merecemos, que es fiel a pesar de nuestros pecados. Un cristiano siempre se sabe y se siente amado por Dios, incluso en los momentos más oscuros de su vida.
Un cristiano sabe, o debería saber, que él es importante para alguien y que se alguien es, nada menos, que Dios. "Dios me ama", se dice a sí mismo el cristiano, y ahí encuentra un punto de apoyo esencial para construir su vida. Pero ese no es el final. Es sólo el principio. De ahí parte para recorrer un camino que le conduce hacia la felicidad plena: el camino de ponerse a amar él a quien tanto le ama: a Dios y, por amor a Dios, al prójimo.
En el cristianismo, como he dicho, la iniciativa parte de Dios, que se nos manifiesta como amor. Como un amor que no merecemos, que es fiel a pesar de nuestros pecados. Un cristiano siempre se sabe y se siente amado por Dios, incluso en los momentos más oscuros de su vida.
Un cristiano sabe, o debería saber, que él es importante para alguien y que se alguien es, nada menos, que Dios. "Dios me ama", se dice a sí mismo el cristiano, y ahí encuentra un punto de apoyo esencial para construir su vida. Pero ese no es el final. Es sólo el principio. De ahí parte para recorrer un camino que le conduce hacia la felicidad plena: el camino de ponerse a amar él a quien tanto le ama: a Dios y, por amor a Dios, al prójimo.
- ¿Pueden sentirse amados por Dios los que tienen problemas?
- ¿Y
quién no tiene problemas? Si sólo se sintieran amados
los que no los tienen, nadie experimentaría el amor de Dios.
Al margen de los problemas personales, hay un motivo común
para todos que nos hace sentirnos amados y, por lo tanto, que nos
debe mover a amar: el amor de Dios manifestado en Cristo. Sea cual
sea nuestra situación, tenemos mucho que agradecer a Dios,
tenemos muchos motivos para amar. Y sólo si lo hacemos encontraremos
la felicidad que buscamos.
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