lunes, 4 de noviembre de 2013

Te cuidado de alabarte a ti mismo ...


La humildad va de la mano con la sencillez que nos enseña a valorar las cosas simples, por ejemplo, la naturaleza, las pequeñas alegrías de cada día, las expresiones de afecto de nuestros amigos y los logros que obtenemos.
Definición: Reconocer nuestras debilidades, cualidades y capacidades y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo.
Tema: El valor de la humildad ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o hacer gala de sus virtudes a los demás. Una personas que vive la humildad hace el esfuerzo de escuchar y de aceptar a todos. 
Cuando más aceptamos, más se obtendrá el cariño y reconocimiento, por que una palabra dicha con humildad tiene el significado de m il palabras agradables. Humildad es aceptar las cualidades co n las que nacemos o desarrollamos, desde el cuerpo hasta las posesiones más prec iadas. Por tanto, deben os utilizar estos recursos de forma valiente y benevolente. Ser humilde es dejar hacer y dejar ser, si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas, intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es la humildad. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. En la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el corazón de los demás.
Te cuidado de alabarte a ti mismo, o de auto-proclamarte ser alguien, porque si no eres la persona indicada, según piensas que eres, serás humillado.
No puedes auto-otorgarte una posición que no te pertenece, porque si lo haces serás humillado.
El orgullo puede decirte que eres alguien, pero solo te esta engañando. La humildad te dice realmente quien eres y dice la verdad.
Este pensamiento viene de la historia de 1Reyes 1:5-53 sobre Adonías, empezó auto-proclamándose rey, pero al final lo vemos de rodillas ante Salomón, quien realmente era el que sería el rey ed Israel.
Este pasaje me hace recordar una parabola de Jesucristo relatada en el evangelio de Lucas 14:7-11:

7 Al notar cómo los invitados escogían los lugares de honor en la mesa, les contó esta parábola: 8 —Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido que tú. 9 Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Cédele tu asiento a este hombre.” Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar el último asiento. 10 Más bien, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pasa más adelante a un lugar mejor.” Así recibirás honor en presencia de todos los demás invitados. 11 Todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Toma la pastilla de la humildad, para que no te suba la presión del orgullo.

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