En medio de las
dificultades el ser humano tiende por angustia, presión y desespero a
emitir palabras de las cuales luego se puede arrepentir.
La angustia hace que se abran puertas de duda, y aparezca la altanería y
la aparente autosuficiencia con el pensamiento de buscar a los hombres
para que
solucionen lo que Dios ya tiene solucionado.
También en momentos
de victoria y con mayor facilidad se puede llegar a presentar la
arrogancia, con labios convertidos en juguete de un corazón
orgulloso.
Proverbios 25:27 “Comer mucha miel no es bueno, Ni el
buscar la propia gloria es gloria.”
Amigos, cualquier situación, mala o buena no enceguezca la fe, que la situación no arroje al ser humano
comprado por la sangre de Jesucristo a hablar de manera despectiva.
Cuantas
veces por ira se han dicho palabras que han destruido hogares, familias,
negocios, y han conducido a algo peor. Una vez dichas ya no hay vuelta atrás.
Cuidado con los
reniegos, cuidado con las palabras altaneras, cuidado con las palabras lisonjeras, ponle freno a tu lengua porque
Dios que es Justo, le toca pesar las acciones. Hay un dicho muy común en
Colombia que dice “el pez muere por su propia boca”. Dios dice Cesen las
palabras arrogantes de vuestra boca.
Es
común escuchar al fanfarrón presumir y humillar con sus palabras, pero así
mismo es común verlos avergonzados, siendo objetos de burla para aquellos que
el atropello con sus declaraciones.
Dios
nos ama tanto que no quiere a sus hijos avergonzados, y pide obediencia a su
palabra porque ella es vida, es agua fresca.
En la boca esta el poder
de la bendición y la maldición. Habla palabra de bendición y no de
maldición y serán largos y bendecidos tus días.
Dios no será culpable de tus palabras, tú eres responsable de lo que hablas y prometes. Jamás sea testigo falso, y reconoce a Dios en todos tus caminos.
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