*Demencias*
Envejecer no equivale a la pérdida de las facultades intelectuales. La capacidad mental puede incluso ser brillante con el aumento de la edad, mientras que disminuye el rendimiento de los sentidos corporales. En tanto que la rapidez para aprender y captar nuevos contenidos es propia del cerebro joven, la obra llevada a cabo por ancianos eminentes como Tiziano o Goethe, demuestra de qué el cerebro es capaz cuando el cuerpo ya ha superado largamente el pináculo de su vigor. No puede entenderse la importancia de la demencia sin el progresivo envejecimiento de la población que ha alcanzado proporciones jamás pensadas. A principios del siglo XX se contaba con una esperanza de vida al nacer de aproximadamente 34 años, y sólo 100 años después en nuestra época, principios del siglo XXI, se ha elevado hasta casi 80 años en los países industrializados. Como consecuencia de este envejecimiento de la población tenemos como resultado el aumento de la incidencia de enfermedades que causan gran invalidez y dependencia en edades avanzadas como son las enfermedades crónico-degenerativas, entre las que podemos encontrar enfermedades como la de Alzheimer. La prevalencia de la enfermedad de Alzheimer se duplica cada cinco años a partir de los 65 años hasta los 85. Esta prevalencia es variable, desde el 1% a los 60 años hasta el 32,2% a los 94 años de edad. Los estudios de incidencia son mucho más escasos. Sin embargo, la incidencia del síndrome demencial se ha calculado en el 1% para el conjunto de la población de edad igual o mayor a los 65 años. Para el próximo año se calcula que más del 20% de la población europea superará los 60 años, este incremento actual y futuro de la población anciana conllevará un aumento de las demencias. España no es una excepción y para una población mayor de 65 años, que en la actualidad se calcula en torno a los 6,5 millones, la prevalencia estimada de pacientes con enfermedad de Alzheimer oscila entre los 200 y 300 mil. Aunque la Enfermedad de Alzheimer se caracteriza por un deterioro progresivo de las funciones intelectuales, la evolución del cuadro es muy variable. Mientras que en unos casos se produce una evolución muy rápida (menos de un año), en otros el deterioro de las funciones intelectuales se prolonga más de 15 años. Los pacientes viven, en promedio, aproximadamente ocho años tras el diagnóstico. Durante todo este tiempo los pacientes sufren distintos síntomas cognitivos y no cognitivos que los caracterizan como un paciente puramente geriátrico. Entre los que encontramos las alteraciones no cognitivas, la dependencia y la sobrecarga familiar. En el paciente anciano, los signos clásicos de las enfermedades pueden presentarse de forma más silente y son más frecuentes las manifestaciones atípicas de las enfermedades. En los pacientes con demencia esto sucede con mayor intensidad. Por esto, ante todo cambio del estado de salud de un paciente con demencia se debe de buscar una causa externa a la demencia ya que un proceso agudo de cualquier índole, llámese neumonía, infarto del miocardio, embolia pulmonar, entre otros en un paciente con demencia se puede dar a conocer como un cuadro confusional o una disminución de su situación funcional. La comorbilidad depende mucho con el estadio de la enfermedad y/o el tiempo de evolución de la demencia, en donde a mayor evolución o estadio de la enfermedad encontramos mas comorbilidad. Así, en las fases avanzadas de la demencia los pacientes presentan la mayoría de los “Grandes Síndromes Geriátricos” (enfermedades que tienen una alta incidencia y prevalencia en los pacientes geriátricos) como son las demencias, inmovilidad, ulceras por decúbito, polifarmacia, alteraciones del sueño, desnutrición, estreñimiento e incontinencia. En estas situaciones médicas la calidad óptima de atención debe de estar asegurada por un médico con conocimiento de estos síndromes y de la comorbilidad asociada a ellos. Esta es una de las razones por las que se le debe de realizar una evaluación geriátrica integral al paciente con demencia. Probablemente una de las situaciones clínicas no cognitivas más frecuentes y complejas, que ponen a prueba nuestra pericia como clínicos, son las consultas motivadas por los trastornos emocionales y de conducta que se presentan en personas mayores con enfermedad de Alzheimer. Los cuidadores, fundamentalmente familiares, pueden verse sobrepasados en muchos casos por ancianos que presentan, de forma aparentemente sorpresiva, estallidos emocionales desproporcionados que desbordan la dinámica del grupo, bien por exigencias constantes de atención, exigencias excesivas, o por otros motivos diferentes. Estas situaciones generan en muchos casos sentimientos culposos o por el contrario irritabilidad en algunos miembros del medio que rodea al paciente. La presentación de los trastornos psicológicos y conductuales depende del momento de evolución de la demencia. La depresión se suele presentar al principio de la enfermedad mientras que el delirio y las alucinaciones se observan en etapas evolutivas más tardías. Estos trastornos constituyen la principal fuente de estrés para los pacientes y sus cuidadores. Sin embargo, ofrecen también las mayores oportunidades para intervenir y aliviar el sufrimiento de los pacientes y la carga para las familias. El cuidado de una persona con demencia presenta muchos obstáculos para las familias y los cuidantes. Los problemas aumentan aún más cuando el paciente presenta alteraciones del comportamiento y requiere supervisión las 24 horas al día. Estas alteraciones pueden causar vergüenza y frustración a los cuidadores y familiares. El acercamiento al paciente con enfermedad de Alzheimer debe ser individualizado, intentando recoger las características clínicas del cuadro que presenta cada anciano, realizar una evaluación mental, física y funcional además del entorno y la red social, lo que en geriatría denominamos “Evaluación Geriátrica Integral”. Así el geriatra puede abarcar el control de los síntomas cognitivos y no cognitivos desde el punto de vista clínico, funcional y social, dando al paciente y la familia la seguridad que brinda una atención geriátrica. El cuidado de un enfermo con demencia en un proceso largo y agotador. Las familias desarrollan una gran labor en el día a día del cuidado de un paciente. No solo son un apoyo en la realización de las actividades de la vida diaria sino que se convierten en un referente funcional y emocional que es vital en el cuidado de estos pacientes. La sobrecarga de los cuidadores, una práctica habitual del geriatra, debe de ser monitorizada con regularidad. Así se podrán identificar signos de alarma y se podrá proporcionar la ayuda adecuada a los familiares, que al final repercutirá en el bienestar del paciente.
Por estas razones el manejo de los pacientes geriátricos con demencia requiere una serie de estrategias desde el punto de vista médico, psicológico, funcional y social. Antes de la intervención farmacológica se deben de identificar con una valoración geriátrica integral las situaciones médicas, psiquiátricas, funcionales o sociales mediante una valoración geriátrica integral y ser debidamente tratadas. Proporcionar a los cuidadores y familiares de los pacientes educación, apoyo, y consejos prácticos es un componente esencial en el manejo del paciente geriátrico con demencia.
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