Por *Doménico Mondrone*
Visto lo que estamos viendo, uno se pregunta:…|  | 
| Demonios | 
De entrada, antes de seguir más adelante, que nadie olvide las palabras del Señor que nos dejó dicho: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). El Señor, bien sabía lo que nos iba a suceder, después de su Ascensión y nos dejó resueltas muchas cuestiones y contestadas muchas preguntas, cuyas respuestas están en los textos evangélicos. Y estas palabras del Señor, anteriormente aquí transcritas, son la garantía que tenemos, de que jamás de los jamases, por muy terribles que sean los acontecimientos que nos rodeen y los signos que tengamos y dolores que tengamos que aguantar, aunque todo a nuestro alrededor se hunda, el poder de las tinieblas nunca obtendrá la victoria.
             En el libro de la Sabiduría se puede leer: “Por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla” (Sb 1,24). Como consecuencia de la caída de Adán y Eva, el demonio adquirió un cierto poder
 sobre el hombre, del que sólo la redención de Cristo nos puede liberar.
 En su epístola a los colosenses, San Pablo les escribió: “Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados” (Col 1,13-14). 
Menciono el término un cierto poder,
 ya que este poder del demonio sobre nosotros, no es omnímodo, él solo 
puede llegar, hasta donde el Señor se lo autoriza, Él le impide una 
libre actuación demoniaca sobre nosotros. Dios nunca le permite al 
demonio que nos tiente por encima de nuestras posibilidades de defensa, 
que son las gracias divinas que el Señor nos proporciona. San Pablo 
cuando se sintió acosado fuertemente por el demonio acudió al Señor. “Por
 lo cual para que yo no me engría, me fue dado un aguijón de carne, un 
ángel de satanás, que me abofetea para que yo no me engría. Por esto 
rogué tres veces al Señor que se retirase de mí, y Él me dijo: Te basta 
mi gracia que en la flaqueza llega al colmo del poder. Muy gustosamente 
pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la
 fuerza de Cristo” (2Co 12,7-9). El Señor quiere que 
luchemos, y siempre tenemos armas más que suficientes para triunfar en 
esa lucha. Tenemos la ventaja de luchar contra un enemigo que tiene las 
manos atadas y así y todo hay veces que nos puede ¡Que sería de nosotros
 si el demonio  o tuviese las manos atadas. 
 Si
 del demonio dependiera, es decir si tuviese “manos libres”, él nos 
destruiría espiritualmente hablando. Ya lo intenta por todos sus medios,
 él hace a cada uno de nosotros todo el daño que puede. Es falso pensar:
 que si le dejo en paz, también él me dejará en paz, jamás nos dejará de
 acosar. Él es una criatura superior a nosotros en cuanto que es un ser 
puro, pero no deja de ser una criatura creada por el Señor, caída por su
 soberbia a una eterna condenación, y a la que le resultará siempre 
imposible impedir la construcción del Reino de Dios, tal como por odio, 
sería su deseo.
El
 demonio frente a nosotros puede jugar con las realidades materiales 
como un niño juega con las canicas. La acción del demonio sobre 
nosotros, no es nunca total, ya que él no puede penetrar directamente en
 nuestra inteligencia y mucho menos en nuestra voluntad. Estas 
facultades le son inaccesibles. En ellas solamente Dios puede penetrar, 
ni si quiera tampoco pueden penetrar aquí nuestro ángel de la guarda si 
es que no se lo autorizamos. Los ángeles, sea el de nuestra guarda, o 
sea el demonio que no deja de ser ángel, aunque ángel caído, tienen 
libre acceso a la imaginación, a la memoria y a la sensibilidad del 
hombre, sin que puedan llevar más allá su dominio. 
Tienen
 el demonio, posibilidades de entrar en todos los sitios, por sagrados 
que estos sean, que nadie piense que el demonio no puede entrar en una 
iglesia. A este respecto Santa Teresa de Jesús escribía: “No hay 
encerramiento tan encerrado adonde él no pueda entrar, ni desierto tan 
apartado a donde él  deje de ir”.
 Y asimismo añadía: “Terribles son los ardides y mañas del demonio para 
que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos”.
Las
 restricciones que tiene para entrar en nuestra mente y sobre todo la 
absoluta de poder entrar en nuestra voluntad, no le imposibilita su 
tarea. Por nuestros pecados anteriores, el demonio conoce nuestros 
puntos flacos, los fallos y fisuras de nuestra naturaleza caída, unas 
veces curada y otras con las heridas todavía abiertas. Él sabe 
perfectamente, cuáles son nuestros flancos de ataque y desde luego que 
los aprovecha. Calcula nuestras defensas, porque sabe muy bien cuando 
acudimos a los sacramentes que son los canales de obtención de las 
gracias que nosotros necesitamos. Con nosotros sabe en todo momento el 
terreno que pisa. 
Pero
 no lo sabía con Jesucristo cuando estaba en la tierra, estaba 
desconcertado y no sabía por dónde atacar, solo podía tantear los puntos
 débiles, de aquí el sentido de lo que le ofreciese en las tres 
tentaciones. A juicio de Monseñor Sanz arzobispo de Oviedo: Son las seducciones del: dios-tener,
 en todas sus manifestaciones de preocupación por el dinero, por la 
acumulación, por las devociones a los juegos de azar, por el consumo 
crudo y duro; del dios-poder, con
 toda la gama de pretensiones trepadoras, que confunden el servicio a 
los demás con el servirse de los demás, para los propios intereses y 
controles; y del dios-placer,
 con tantas, tan desdichadas y sobre todo tan deshumanizadoras formas de
 practicar el hedonismo, tratando de censurar inútilmente nuestra 
limitación y finitud.
En
 su “Subida al Monte Carmelo”, San Juan de la Cruz, escribe: “Porque el 
demonio no tiene poder sobre el alma si no es a través de los actos de 
sus potencias, sobre todo por los recuerdos, pues de ellos dependen casi
 todos los actos de las otras potencias.., a través de ellos (de los 
recuerdos) el demonio puede exagerar formas, noticias, cavilaciones, y 
con ellas engendrar en el alma soberbia, avaricia, ira, envidia, etc.. y
 causar odio injusto, amor vano y engañar de muchas maneras... Si el 
alma, pues anula los recuerdos, no puede nada el demonio, porque no 
encuentra donde agarrarse. Y sin nada, nada puede”.
            En
 glosas anteriores he mencionado las conversaciones que el demonio, por 
orden de la Virgen, estuvo obligado a tener con el exorcista P. 
Mondrone. La totalidad de estas conversaciones no tienen desperdicio 
alguno, de ellas entresaco estos comentarios demoniacos, sobre el tema 
que estamos tratando en esta glosa: "No se necesita mucha habilidad 
para atraparos en el lazo a vosotros, miserables. Sois tan estúpidos y 
tan frágiles que da vergüenza a quien os ha amasado. Normalmente, 
puestos delante de lo que Él os prohíbe, basta un pequeño empujón”. Esto
 puede suceder, -le contesta el P. Mondrone- con almas desprevenidas, 
que no tienen suficiente temor de Dios, que no recurren a los medios 
para vencer tus tentaciones, sobre todo si no oran y si no tienen 
contacto con el Señor... ¿Pero las otras?" “A éstas me las como lo 
mismo; se necesita solo un poco más de tiempo y de paciencia. Basta 
conocer los gustos, las tendencias, los innumerables enganches que todos
 lleváis consigo y con los cuales os aferráis: la lujuria, la ira, la 
ambición, la envidia, el orgullo, la sed de dinero, de bienes terrenos, 
la maledicencia... Si supieseis los servicios que nos hace una lengua 
maléfica sembradora de discordias... A las almas que muestran mayor 
resistencia no me acerco jamás a ellas con un asalto frontal. Las 
conquistó con maniobras y doy vueltas alrededor, o excavando el terreno 
bajos sus pies, provocando las pasiones hasta cansarlas, y llevándolas 
también a la desesperación. Persuadiéndolas poco o poco de que ciertos 
mandamientos son imposibles: que vuestro amo es un tirano; que tal cosa 
no puede ser pecado...”.Le contesta el P.Mondrone: "Es la artimaña que hoy estas utilizando más, demoler el sentido del pecado...” Habla el demonio y le dice: "También
 aquí mis mejores colaboradores son los sacerdotes... Si supieses cuánto
 me ha costado cansarles de estar en aquellas casetas para escuchar 
cantinelas!... Así finalmente he logrado que se predique que la 
confesión no es necesaria, he logrado despoblar los confesonarios y 
enviar un montón de gente, que es mía, a hacer grandes comilonas de 
comuniones. Si supieses a cuántas meretrices, a cuantos comilones y 
profanadores, ladrones y violentos les mando a recibirla”. 
 *Doménico Mondrone*
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