*Reflexiones del corazon*

lunes, 25 de julio de 2011

Enterate! *Aseo personal ¿Sabía usted, querido lector, que los romanos

La Higiene y la Perfumería en la Historia 

http://www.innatia.com/perfumes_orientales/articulos/higiene-perfumeria-historia.php 

Por Carlos Fisas, en el libro "Historias de la Historia" quinta serie, de la editorial Planeta.


¿Sabía usted, querido lector, que los romanos se lavaban los dientes con orines y que los más apreciados de todos eran los españoles? Realmente asusta pensar en el camino que tenían que recorrer las micciones de nuestros antepasados para llegar a su destino. Guardar primero el ambarino líquido hasta la llegada del comerciante que lo compraba, envasarlo luego en ánforas que eran debidamente precintadas y, embarcarlas luego en navíos de cabotaje que tardaban uno o dos meses hasta llegar a Roma. Supongo que allí se deberían mezclar con algún perfume o algo que atemperase la peste que se puede suponer que exhalaba tal dentífrico. De todos modos me queda la curiosidad de saber por qué las secreciones renales de nuestros antepasados iberos gozaban de más predicamento que los de las otras regiones.
Desde los tiempos más remotos de la historia hombres y mujeres, especialmente las últimas, han sentido la preocupación de hermosear su rostro y su cuerpo. Las hetairas griegas pasaban la noche con el rostro cubierto con una máscara de albayalde y miel. Al levantarse se lavaban la cara con agua fría y volvían a embadurnarse la faz con otra capa de albayalde muy diluido, lo que daba a la cara una blancura que hoy consideraríamos propia de un payaso. Con un pincel se aplicaban sobre las mejillas el rojo producto de una flor espinosa de Egipto, muy cara y que se aplicaba diluido en vinagre. Se terminaba el maquillaje con toques de carmín en los labios y en los pezones. No bastaba con ello, pues una mujer, para ser interesante y especialmente las cortesanas, tenían que ser rubias, lo que conseguían con zumo de azafrán o, más simplemente, con una peluca que llamaban color de trigo.
Se dice que Cleopatra había escrito un tratado de belleza, desgraciadamente perdido, pero del que se conocen fragmentos citados por Galeno, Aecio y Pablo de Egina. De todos modos sabemos que se pintaba los párpados de color verde, usaba pestañas postizas y en sus mejillas se mezclaban el rojo y el bermellón; los labios se los pintaba de carmín, y en azul las venas de su frente y de sus manos. Previamente se había bañado en leche de burra mezclada con miel, y para disimular las arrugas de sus ojos usaba una crema a base de pulpa de albaricoque. Respecto a los ojos, recuérdese el extremado maquillaje que muestran las pinturas y las estatuas policromadas egipcias tanto de hombres como de mujeres.
Sabido es que la leche de burra gozaba de gran predicamento en la antigüedad. Son célebres los baños de Popea que, en sus viajes, se hacía seguir por un rebaño de trescientos de estos animales para ser ordeñados cada mañana. La cosmética en Roma era una industria floreciente, y así como ahora todos los productos de belleza pretenden venir de París, entonces se decía que llegaban de Grecia. No se olvide que la palabra cosmética es de origen griego y los cosmetas o perfumistas anunciaban sus productos en griego. La lanolina, tan usada hoy en día para la perfumería y la cosmética, era conocida por las damas romanas. Se sacaba de la lana de las ovejas y se perfumaba fuertemente para evitar su olor original. Una esclava llenaba su boca de perfumes que espurreaba seguidamente sobre el rostro y el cuerpo de la dama a la que servía. Los poetas satíricos se burlan del abuso de colores de las mejillas de las mujeres y Petronio, describiendo alguna dama en su Satiricón, dice: «Sobre su frente bañada por el sudor fluía un torrente de aceites, y en las arrugas de sus mejillas había tal cantidad de yeso que se hubiese dicho que era una vieja pared decrépita surcada por la lluvia." Un detalle curioso es el que se consideraba hermoso que las cejas se juntasen sobre la nariz, para ello se usaba un compuesto de huevos de hormiga machacados con cadáveres de moscas.
El advenimiento del cristianismo trajo consigo la condena de todas las «artimañas del diablo" empleadas por las mujeres para seducir a los hombres. No se habla de las artimañas de los hombres para seducir a las mujeres. San Clemente de Alejandría autoriza los baños sin que se abuse de ellos, pero condena los establecimientos que de día y de noche se ocupan de masajear, untar y depilar y, cosa curiosa, pone como ejemplo a seguir el de la cortesana griega Friné. Un día que estaban reunidas varias damas atenienses se habló de la belleza de cada una de ellas, y Friné las desafió a que hiciesen lo que iba a hacer ella: lavárse la cara con agua fría, cosa que ninguna de las otras contertulias se atrevió a hacer. Tertuliano, san Jerónimo y san Cipriano hablan en contra de los ungüentos y los perfumes, pero la coquetería femenina ganó la batalla a los moralistas, como la ha ganado siempre, y así, por ejemplo, se puso de moda morder delicadamente una ramita de mirto con el fin de mostrar así una bella dentadura.
La Edad Media no fue una edad tan sucia como se cree. En muchos lugares de nuestro país existen bien conservados o en ruinas unos llamados «baños árabes" que muchas veces no eran tales sino judíos, pero que eran usados por los cristianos. Las condenas que se hacían del uso de tales establecimientos no se basaban tanto en un supuesto culto del cuerpo sino en su promiscuidad. Eran muchas veces centros de reunión y contratación de favores eróticos. En Alemania, según dicen sus cronistas, no era raro ver hombres y mujeres de diversa edad encaminándose medio desnudos a los baños comunales. Carlo Magno se bañaba cada día, y su corte lo imitaba. En España tal costumbre no fue muy extendida, pues la lucha contra el musulmán identificaba muchas veces los baños con las abluciones rituales prescritas por el Islam. En la primera serie de mis Historías de la Historía doy algunos datos sobre la lucha contra los baños que se produjo en la tardía Edad Media. Había un gran contraste entre las costumbres higiénicas de las cortes de león y Castilla, por ejemplo, y las de Córdoba y Granada, en donde el agua era casi objeto de veneración.
Pero mientras en el occidente europeo iba progresando lenta pero seguramente la suciedad, cosa muy distinta sucedía en el imperio bizantino.
La emperatriz Irene había sido proclamada basilisa gracias a un concurso de belleza; en efecto, se había buscado en todo el imperio las muchachas más bonitas para que una de ellas fuese elegida por el emperador como su esposa. Gan6 Irene, que casó con el emperador león IV, al que dio un hijo llamado Constantino, que por cierto tuvo un mal final porque, cuando murió su esposo, Irene quiso gobernar Bizancio en lugar de su hijo, a lo que éste se opuso, e Irene, que era muy hermosa pero muy bestia, destronó a su hijo y le hizo sacar los ojos. Pues bien, esta Irene para conservar su belleza y la blancura de su piel, se servía de un ungüento a base de pepino machacado y excrementos de estornino. Y es curioso señalar que contrariamente a los egipcios, que alargaban los ojos, a los bizantinos les gustaban los ojos redondos como los del mochuelo. Como una lágrima, una gota de carmín se pinta al lado del lagrimal y, por supuesto, se pinta de rojo los labios, las mejifias y los pezones de los pechos.
Uno de mis peores recuerdos en el servicio militar está en el nauseabundo hedor que se observaba en los dormitoríos al toque de diana. Sesenta o más cuerpos apretados en los camastros habían sudado y respirado toda la noche haciendo el ambiente insoportable. Recuerdo esto cada vez que voy a Santiago de Compostela y contemplo el botafumeiro. La traducción castellana de esta palabra sería la de "echahumos", y su origen se encuentra en la necesidad de purificar el ambiente del santuario producido por el hacinamiento de peregrinos. Estos, después de varios meses de caminata, llegaban sucios y malolientes a las vistas de Santiago en el lugar llamado Lavacolla. La palabra deriva del latín Zava, con el mismo significado que en castellano, y coleo, que significa testículo, lo que viene a decir que en aquel lugar se aseaban a fondo los peregrinos. A pesar de ello habla algunos que no lo hacían, y por otra parte las ropas usadas todo el viaje no debían de oler precisamente a esencia de rosas.
Durante la Edad Media gozó de gran crédito la Escuela de Salerno, en donde se formaban médicos que hablan asistido a clases impartidas por maestros judíos, árabes y cristianos. Recuérdese que estaba prohibida la disección de cadáveres en cualquiera de las tres religiones y se consideraba que las vísceras del cerdo eran las que más se asemejaban a las del cuerpo humano. Un escritor llamado Juan de Milán compuso un libro de versos en latín para popularizar las fórmulas más importantes de la escuela salernitana. Mgunas son muy curiosas; así, por ejemplo, para conservar una tez fresca y lozana recomienda "tomar tres o cuatro puñados de flores de saúco, un cuarterón de jabón de Francia, tres hieles de buey y tres vasos de vuestra orina, haced que reposen tres o cuatro días en un recipiente de arcilla y lavaos la cara con dicho líquido". Se ve que las deyecciones tenían gran importancia en la medicina medieval, pues el propio Alberto el Grande en un curioso Tratado de las heces dice: "Como el hombre es la más noble de las criaturas, sus excrementos tienen también una propiedad particular y maravillosa", y en otro lugar explica: "Aunque naturalmente se siente repugnancia en beber la orina, no obstante cuando se bebe la de un hombre joven y de buena salud no hay remedio más soberano en el mundo."
Llenaría páginas y más páginas dando recetas en las que intervienen sustancias excrementicias, pero creo que con éstas hay más que suficiente.
En su Oriente originario los árabes habían adoptado de los bizantinos su gusto por los baños y los perfumes. Fueron ellos los que popularizaron en España, y en menor grado en Italia, la ciencia de la perfumería; no se olvide que fue un árabe, Albucaste, quien descubrió el alcohol a partir del vino, por lo que lo llamó espíritu de vino.
Las mujeres musulmanas pasan horas y horas en el harén maquillándose y depilándose cuidadosamente. Las cristianas son miradas con cierta aprensión porque no se depilan el pubis. Con henné se tiñen de rojo los dedos y las palmas de las manos, así como los talones y los dedos de los pies. Las dientes se los limpian con una mezcla de nácar, cáscaras pulverizadas de huevo y polvo de carbón.
No llega a tanto la ociosidad de la dama noble europea encerrada en su castillo. Pero de vez en cuando aparece un mercader de perfumes y le ofrece su mercancía. Una de las recetas milagrosas que se ofrecen es el llamado "licor de oro" preparado a partir de este metal Pero como es muy caro son más usados en su lugar perfumes que se encierran en unos recipientes en forma de manzana como se ve en algunas pinturas de la época. Incluso la Virgen viene representada con una de estas manzanas en sus manos.
Conservar la dentadura es cosa imposible. En Oriente se intentaban hacer dentaduras postizas a base de dientes humanos arrancados de los difuntos, pero en Occidente cuando los dientes caían no podían ser reemplazados por otros. Las sacamuelas iban de pueblo en pueblo arrancando las piezas dentarias que dolían hasta dejar vacías las encías. La operación se acompañaba con el redoble de uno o más tambores que intentaban acallar los ayes desgarradores del paciente. Y ello sin higiene alguna.
Es curioso que el Renacimiento, que marca el descubrimiento del hombre en la filosofía y en la religión, descuida con frecuencia el cuidado del cuerpo. Hay excepciones, como se puede ver en Los baños de Bade de Poggio Bracciolini.
En el siglo XVI aparece una palabra para designar los caballos que tienen un pelaje blanco sucio tirando a amarillento. Se los llama isabelos o isabelinos. El origen de la palabra es incierto. Se cuenta que la reina Isabel la Católica hizo en 1491 el voto d& no cambiarse de camisa hasta la conquista de Granada, que tuvo lugar el año siguiente. Es de suponer el color que tendría la tal camisa. Pero se me hace cuesta arriba creer en esta teoría por cuanto Isabel la Católica no tenía el defecto de ser sucia. Su confesor, fray Hernando de Talavera, le reprochaba a veces el excesivo cuidado que, según él, prestaba a su cuerpo. Otros autores aseguran que el origen de la palabra se debe a la infanta Isabel Clara Eugenia, quien según afirman hizo el voto de no cambiarse de camisa durante el sitio de Ostende... que duró tres años. Se comprende el color de la camisa de la infanta al cabo de este tiempo. Pero también aquí tropezamos con un inconveniente. Isabel Clara Eugenia había nacido en 1566 y murió en 1633, casó en 1599 y fue nombrada gobernadora de los Países Bajos en 1621, y durante este período tuvo lugar el citado sitio de Ostende. Ahora bien, la palabra francesa isabelle, referida a determinado pelaje de los caballos, aparece en 1595, es decir, antes de Ostende. ¿Cuál es pues el origen de la discutida palabra? Agunos filólogos dicen que deriva del árabe izah, que quiere decir león, lo cual explicaría que por similitud al pelaje de dicha fiera se diera el nombre de isabelo o isabelinos a los dichosos caballos.
Margarita de Navarra, en uno de sus Dídiogos amorosos, dice: "Ved estas bellas manos aunque no las haya lavado desde hace ocho días." Y Montaigne escribe: "Estimo que es saludable bañarse, y creo que algunos defectos de nuestra salud se deben por haber perdido la costumbre, generalmente observada en el pasado, de lavarse el cuerpo todos los días."
Con la desaparición de la higiene aumenta el uso de los perfumes, hasta el punto que las damas que no se bañan jamás acostumbran ponerse esponjas perfumadas entre los muslos y en las axilas "para no oler como carneros".
La sarna es corriente no sólo entre la gente del pueblo sino también entre la gente principal. Así, el custodio de Juana la loca escribe desde Tordesillas que las hijas de la reina "mejoran de su sarna".
Tanto Lucrecia Borgia como la célebre Vittoria Accoramboni, inmortalizada por Stendhal, cuidaban de sus espléndidas cabelleras lavándoselas por lo menos dos veces a la semana. Por cierto que aunque no tenga nada que ver con lo que se está tratando digamos que cuando murió Lucrecia Borgia, tan maltratada por la leyenda negra, se descubrió que llevaba un cilicio bajo sus vestidos.
Los perfumistas españoles e italianos son los que más éxito tienen a comienzos de la edad moderna. Es en Italia y España donde las mujeres se maquillan más y es Catalina de Médicis, italiana de nacimiento, la que introduce en Francia, además del tenedor, una serie de perfumes y productos de belleza que hacen furor en la alta sociedad francesa. Como no se lavaban, hombres y mujeres debían recurrir a los perfumes, cuanto más fuertes mejor, para ocultar su mal olor corporal.
Una de las fórmulas empleadas causó grandes destrolos en la cara de una de las damas de honor de la reina, y no era para menos, pues la fórmula era la siguiente: «Se toma plata y mercurio y se muelen en un mortero, se le añade albayalde y alumbre y se deslíe con saliva y se hace hervir con agua de lluvia; cuando la ebullición empieza se mezcla todo en un mortero." Se comprende que los resultados fuesen fatales. Una hija de Catalina de Médicis, la célebre reina Maegot, inmortalizada por Alejandro Dumas, coleccionaba amantes, a pesar de su obesidad, que la impedía pasar a través de algunas puertas. Aquejada de una precoz calvicie usaba pelucas y postizos, de los que llevaba siempre unos cuantos en el bolsillo por si acaso. Orgullosa de sus voluminosos pechos, un día recompensó con una bolsa de dinero a un carmelita que en un sermón los había comparado "a las tetas de la Virgen". Increible pero auténtico.
Una industria curiosa se desarrolló en aquel momento en un lugar de Francia que es todavía hoy en día el centro de la perfumería mundial... La moda obligaba a llevar guantes en cualquier momento y estos guantes debían ser perfumados. Un pueblecito del sur de Francia, Grasse, fabricaba guantes en grandes cantidades, y los guanteros se vieron obligados a perfumarlos, por lo que se dedicaron también a la producción de aceites olorosos, para lo cual cultivaron en sus tierras naranjos, lavanda, mimosa, jazmín y, sobre todo, rosas. Hoy en día Grasse cuenta con más de dos mil técnicos dedicados a la industria del perfume.
Enrique IV de Francia no se lavaba nunca y olía a macho cabrío. Su esposa estuvo a punto de desmayarse en la noche de bodas y algunas damas sufrieron vahídos al compartir su lecho. Era hombre muy mujeriego (ha pasado a la historia con el nombre de Vert Galant, epíteto que no necesita traducción), y es curioso constatar que algunas de sus amantes gustaban del olor del rey, lo que me recuerda aquella frase popular en el siglo pasado en ciertos ambientes que decía que "el hombre debía oler a aguardiente, sudor y tabaco".
Luis XIíI, también de Francia, no era tampoco mucho más limpio. Se cuenta que un día, paseando con sus cortesanos, uno de ellos le quitó algo del cuello de su casaca.
-¿Qué hacéis?
-Señor, era un piojo.
-Señal de que soy hombre-, repuso el monarca.
Pocos días después otro cortesano, queriendo congraciarse con el rey, hizo el mismo gesto que el otro.
-¿Qué hacéis?
-Señor, era una pulga.
-¿Creéis acaso que soy un perro? -Y le volvió la espalda.
De todos modos Enrique IV se bañó por lo menos una vez. Fue en el Sena, en donde antes de hacerlo, y a la vista de todos, orinó abundantemente. Su hijo, el futuro Luis XIII, recelaba meterse en el agua, por lo que su padre dijo:
-Anda, báñate y no tengas miedo que más arriba del río otros se habrán meado antes que yo.
Los inestimables libros de José Deleito y Piñuela, referentes a la época de Felipe IV de España, nos dan interesantes datos sobre la higiene y la perfumería en tiempos de este rey. "En un tocador elegante no podían faltar agua de rosas y de azahar, jaboncillo de Venecia, aceite de estoraque, de benjuí, de violetas, de piñones y de altramuces; cañutillo de albayalde, solimán labrado para blanquear el cutis, tuétano de corzo, pastillas olorosas, y otros ingredientes guardados en salserillas."
Era del mejor tono la delgadez entre las damas elegantes, y aunque las españolas de la época eran generalmente flacas -según pregonan los lienzos en que los pintores las retrataron y las memorias de los viajeros a quienes llamó la atención este particular-, aún procuraban ellas, con artificios, reducir la natural redondez de las formas femeninas. "La carencia de pechos -escribe madame d'Aulnoy- es otra de las condiciones que aquí determinan una belleza femenil, y las mujeres cuidan mucho de que su cuerpo no tome formas abultadas. Cuando los pechos empiezan a desarrollarse, los cubren con delgadas laminillas de plomo, y se fajan, como se faja a los recién nacidos."
Lo mismo y en forma análoga comenta otro narrador coetáneo galo, señalando cl contraste de las cspañolas con las francesas y venecianas, que, al revés de aquéllas, procuraban abultar su seno.
"Pero lo más general en materia de aliños y afeites, eran los colores con que se embadurnaban las damas. Constituía un teñido casi general, pues se pintaban mejillas, barbilla, garganta, punta de las orejas, hombros, dedos y palmas de las manos, y lo hacían dos veces diarias, al levantarse y al acostarse. A veces, también se coloreaban los labios. Si no, se ponían en ellos cera."
En su Viaje en España, madame d'Aulnoy describe de visu cómo se maquillaba una dama de esta época: «Luego cogió un fraseo lleno de colorete, y con un pincel se lo puso no sólo en las mejillas, en la barba, en los labios, en las orejas y en la frente, sino también en las palmas de las manos y en los hombros. Díjome que así se pintaba todas las noches al acostarse y todas las mañanas al levantarse; que no le agradaba mucho acicalarse de tal modo, y que de buena gana dejaría de usar el colorete; pero que, siendo una costumbre tan admitida, no era posible prescindir, pareciendo, por muy buenos colores que se tuvieran, pálida como una enferma, cuando se compararan los naturales con los debidos á los afeites de otras damas. Una de sus doncellas la perfumó luego desde los pies a la cabeza con excelentes pastillas; otra la roció con agua de azahar, tomada sorbo a sorbo, y con los dientes cerrados, impelida en tenues gotas para refrescar el cuerpo de su señora. Díjome que nada estropeaba tanto los dientes como esta manera de rociar; pero que así el agua olía mucho mejor, lo cual dudo, y me parece muy desagradable que una vieja, como la que cumplía tal empleo, arroje a la cara de una dama el agua que tiene en la boca."
Luis XIV de Francia se bañaba únicamente cuando se lo prescribía el médico, ya que como preconizaba Teofrasto Renaudot, "el baño, a no ser que sea por razones médicas o de una absoluta necesidad, no sólo es superfluo sino perjudicial". El Rey Sol cada mañana se limpiaba la cara con un trozo de algodón impregnado de alcohol o bien con saliva, como los gatos. Bajo las aparatosas pelucas de los cortesanos pululaban los piojos, y datan de entonces estas manos de marfil que rematan un mango más o menos largo. Servían para rascarse la cabeza debajo de la peluca.
Pero es también por esta época cuando una monja vende a Jean-Marie Farina la receta de una agua perfumada que contiene alcohol. Se fabrica en Colonia y es conocida aún hoy en día con el nombre de agua de colonia.

Enterate! Como se bañaban en la antiguedad?

 *La Higiene y el baño en la Edad Media*
Este es un tema interesante para tratar ya que la creencia popular se dirige a pensar en la edad Media como una época en la todos andaban sucios y malholientes (que seguro los habría pero no como una generalidad que es lo que se tiende a pensar) y que el baño era algo muy poco habitual para ellos, sin embargo parece que el asunto no era tan así y para muestra este artículo aparecido en la revista El Mundo Medieval, que como dicen por ahí no tiene desperdicio.
CITA EN EL BAÑO      
En el siglo XV, en una Roma que rápidamente se está convirtiendo en una populosa metrópoli europea, se multiplican las stufe (estufas, aposentos para baños calientes). Son frecuentados por personas de toda clase y condición, a menudo en búsqueda de emociones fáciles.
 Todavía en tiempos del poeta Giuseppe Gioacchino Belli (1791-1863) —autor del soneto Lo stufarolo appuntato—, en Roma se practicaba el oficio de stufaro, persona encargada de los baños públicos, llamados habitualmente “estufas”, vocablo a su vez derivado del alemán stube. Estas instalaciones, que recuerdan las antiguas termas —acertadamente definidas por Umberto Gnoli “como algo entre los calidarii y sudatorii (partes de las termas romanas)... y los beauty parlours americanos”—, tuvieron gran difusión en Roma a partir de los primeros decenios del siglo XV, aunque su número disminuyó durante la centuria siguiente sin que llegaran a desaparecer del todo. A diferencia de ciudades como Florencia y Siena, donde la presencia de estufas y baños públicos está atestiguada ya desde el siglo XII, o París, donde se conocen más de 26 instalaciones para el mismo período, de Roma no queda ningún testimonio hasta principios del siglo XV: en el siglo XII y el XIII son también escasas las referencias a los baños situados en casas privadas.
         La estufa de los alemanes
Fueron técnicos alemanes llegados a Italia junto al séquito de Martín V, tras el concilio de Costanza, quienes introdujeron esta actividad en la Ciudad Eterna. No es casual que la primera mención de un bagnarius sea la relativa a un cierto Angelino da Bolzano, cortesano del séquito de la Curia romana, al igual que tampoco lo es que el local público por él gestionado —llamado la “estufa de los alemanes”— tuviera su sede en una casa propiedad del hospital teutónico de Santa María del Alma, junto a la plaza Navona.
Todavía poco numerosos en la primera mitad del siglo XV, los técnicos y encargados de las estufas —instalaciones casi exclusivamente propiedad de romanos aristócratas, de burgueses o de cofradías— crecieron en número durante el transcurso del siglo, dato que también muestra los cambios en las costumbres sociales de una sociedad que rápidamente se estaba convirtiendo en una populosa metrópolis internacional. La mayoría de los stufaroli recordados en los documentos son maestros del norte de Europa (alemanes, eslavos y, especialmente, húngaros), hecho que no debe sorprender por cuanto es conocido en qué medida el uso de las saunas era una costumbre muy difundida entre estas poblaciones. A finales del siglo XV aparecen en los documentos algunos individuos de otras procedencias, sobre todo nacidos en la Italia septentrional, en particular del Véneto, de la Lombardía y de la Toscana, mientras que sólo una exigua minoría resulta ser de origen romano.
 Las “vagnare”
Un discreto número de stufaroli gestionaba las instalaciones —en las que tenían su residencia— junto a su mujer o una concubina, esta última, más o menos explícitamente declarada. Esta circunstancia no parece producto simplemente de la conveniencia de tener a su disposición un trabajador sin salario, más bien cabe relacionarla con la promiscuidad existente en los baños, donde la afluencia femenina era significativa y, en consecuencia, resultaba útil la presencia de una vagnara para ayudar a las clientes en sus necesidades. La única mujer calificada con este término trabajaba en el baño “de las mujeres de San Apolinar”, también éste no lejos de plaza Navona, en la moderna vía dei Gigli d’Oro. Las mujeres que frecuentaban estas instalaciones eran en su mayoría prostitutas, que visitaban periódicamente las estufas no sólo en búsqueda de encuentros galantes sino también con el fin de cuidar su propio cuerpo, a diferencia de las mujeres honestas, que hacían venir a las “esteticistas” a sus propias casas para solucionar sus problemas de belleza.
 Exámenes para el “permiso”
Muy estrechos parecen los vínculos entre el oficio de stufarolo y el de barbero: a menudo el gestor de los baños tiene como socio un barbero o él mismo es considerado como tal, pues en las estufas se realizaban sangrías y operaciones de baja cirugía además de prácticascosméticas de depilación y tratamiento del cabello. Este tipo de intervenciones fue descrito por Michel de Montaigne, quien durante su estancia en Roma en 1581 tuvo “deseo de visitar las estufas”, y en la de San Marcos, donde llegó, comprobó que “la droga o ungüento con el que, mediante una aplicación de ni tan siquiera la mitad de un cuarto de hora, se hacen caer los cabellos, está hecha de cal viva y oropimente disuelto en lejía: dos partes de cal y una de oropimente”. Justamente a causa de la relación de este oficio con las prácticas paramedicinales, según los estatutos de la corporación se debía hacer un examen de anatomía ante dos barberos y dos stufari para obtener el “permiso” que permitía ejercer tal profesión.
La misma organización, corporativista y fraternal, aparte de una relación muy estrecha con los afiladores de cuchillos, englobaba los dos oficios (barbero y encargado de una estufa) y ambos se atuvieron a una normativa común al menos hasta 1613, cuando los barberos —que siempre habían prevalecido tanto en número como en importancia— constituirán una corporación autónoma.
También existía un vínculo con la actividad de tabernero y posadero. No faltan casos de stufaroli que gestionan a la vez una taberna o alquilan habitaciones en los pisos superiores de las instalaciones balnearias: por ejemplo, en un contrato de 1501 entre dos alemanes por la estufa “del Satro” (en la actual plaza dei Satiri) se expresa la doble función de estufa-asilo de la sociedad. El mismo propietario y arrendador del inmueble, el miembro de la Curia Iacopo da Viterbo, se reservaba allí una estancia para cada ocasión en que visitaba la ciudad.
 Un oficio infame
A pesar de que no se tenga, en lo que respecta a Roma —a diferencia de otras ciudades italianas y europeas—, noticias de censuras y prohibiciones de la actividad de los gestores de baños —aparte de un bando de 1522 contra los stufaroli, que prohibía la apertura de las instalaciones a causa de la peste—, no cabe duda de que este oficio también era considerado en Roma “de una infamia no diversa a la de alcahuete”, según se lee en un confesionario del siglo XV. Por otra parte, resultaba del todo natural comparar la actividad de los proxenetas a la del stufaro: los locales para el baño —habitualmente frecuentados por prostitutas, por mujeres de clase social baja y por una población masculina muy heterogénea— eran lugares muy indicados para encuentros entre los dos sexos. Este relajamiento de costumbres y la misma propensión a la diversión se encuentran en los baños de las localidades termales, más allá de los Alpes o en otras ciudades italianas.
            
 Servicio de habitaciones
En las estufas, no obstante, además de la visión de cuerpos más o menos descubiertos y de la promiscuidad, existía la complicidad de los sirvientes, a menudo mujeres, preparados para practicar masajes con ungüentos perfumados; por no hablar de la existencia de estancias apartadas y de lechos con sábanas perfumadas, ideales para prolongar las intimidades, como explica detalladamente Boccaccio en su cuento sobre la codiciosa cortesana Jancofiore y el mercader Salabaetto, que en parte se desarrolla en un baño público.
Las fuentes literarias contemporáneas, y particularmente las relativas a Roma, no carecen de referencias —siempre despreciativas— a las estufas y sus clientes: en efecto, un insulto típico de la época, utilizado por Berni para calificar al odiado papa Adriano VI, era “nacido en una estufa”. La pérdida casi total de las fuentes criminales anteriores a la segunda mitad del siglo XVI no permitió evaluar, en el caso de Roma, tal como se ha hecho en otras ciudades, el grado de transgresión y violencia existente en lugares como las estufas, ni tampoco recuperar sucesos protagonizados por los gestores de éstas. Una excepción en tal sentido la ofrecen los estatutos corporativos de 1559 donde, quizás intentando moralizar el oficio, se prohibía prestar ayudaal miembro que hubiera sido herido “por su causa, es decir, por haber buscado pelea en tabernas o en otros lugares deshonestos o por hacerse ido de noche con meretrices a pasear o por otras causas similares habiéndose encontrado con ellas en otros lugares”.
 En los baños de Monte Mario
En la anónima pero detallada Descripción de una villa sita en Monte Mario en Roma, quizás escrita por Rafael, villa que Philip Foster identifica como la famosa construcción deseada por el cardenal Giulio de Médicis —más conocida como Villa Madama— así se describe el complejo, que nunca llegó a realizarse, relativo a la zona de los baños: “Por la izquierda entrando en este criptopórtico en dirección al mediodía se va a los baños... por la escalera secreta hacia las partes superiores, las cuales están dispuestas de la siguiente manera: tienen dos vestuarios y después un lugar templado para ungirse después de haberse bañado y calentado. Y allí está la estufa caliente y seca que da calor y el baño caliente con asientos para sentarse según la persona desee que el agua le bañe el cuerpo. Y debajo de la ventana hay un lugar en el que se puede yacer y estar en el agua. Después hay un baño templado y uno frío de tal amplitud que si uno abrigara deseos de nadar, pudiera hacerlo”.
 Encuentro galante
En la novelística —sobre todo toscana— hay una fuente de primer orden para ilustrar las costumbres y la mentalidad de la sociedad medieval. Por cuanto respecta al servicio ofrecido en las estufas, particularmente significativo es el cuento del Decamerón en torno a Jancofiore y Salabaetto (VIII, 10), donde Boccaccio describe el encuentro en un baño público entre una cortesana siciliana y un joven comerciante florentino: “No llevaba mucho tiempo allí [en el baño alquilado por la mujer], cuando llegaron dos esclavas cargadas: una llevaba en la cabeza un colchón de algodón, bello y grande, y la otra una gran cesta repleta de cosas; y, tras extender este colchón sobre el lecho de una cámara del baño, encima pusieron un par de sutiles sábanas listadas de seda y después una colcha de lino de Chipre blanquísima. […] Al poco tiempo llegó al baño la dama [Jancofiore] con otras dos de sus esclavas detrás de ella, y haciendo a Salabaetto muy gran fiesta, besándolo y abrazándolo, con grandes suspiros le dijo [...]. Después de esto, cuando a ella le plugo, entraron desnudos los dos en el baño, y con ellos las dos esclavas. Aquí, sin permitir que nadie más le pusiera la mano encima, ella misma lavó a Salabaetto con jabón perfumado de almizcle y de clavel, y tras esto se hizo lavar por las esclavas. Y al acabar, las esclavas trajeron dos sábanas blancas y finas que despedían tal olor a rosas que de rosas parecían hechas; y la primera cubrió con una a Salabaetto y la segunda a su dueña, y en volandas los llevaron al lecho. Y aquí, cuando acabaron de sudar, las esclavas les quitaron aquellas sábanas en que les habían envuelto, y trayendo unos frascos de plata, cuál con agua de rosas y de jazmín, y cuál con agua de azahar, con estas aguas olorosas los rociaron, sacando luego cajas de confites y muy preciosos vinos para que se confortasen”.
 Piscinas, lechos y comestibles
En los acuerdos firmados en Roma en 1501 para la instalación de la estufa del “Satro” se dan indicaciones en torno a la estructura del complejo que los dos “maestros y compañeros” Giorgio della Baviera y Andrea da Straubin construirían: “Dos estufas con sus vestuarios... con un horno y piscinas dentro de las estufas y un conducto que lleve el agua fuera de las estufas... y las calderas de cobre y las ventanas acristaladas que entrarán en dicha estufa”. Así pues, dos estancias, probablemente a bóveda de cañón para mantener el calor y la humedad, quizás una para la estufa seca (calentada debajo del pavimento con fuego de madera), y la otra para la húmeda (donde se evaporaba el agua); o una reservada a los hombres y otra alasmujeres. También había piscinas, quizás con escalones, “para sentarse según la persona desee que el agua le bañe el cuerpo”; y un conducto para que fluyera el agua. Ventanas de vidrio y vestuarios, “para que cuando salgas del baño al momento te puedas secar en el lecho”, completaban la instalación.
Por otra parte, el inventario de bienes muebles de un stufaro eslavo, muerto en 1467, permitió “entrar” en la estufa de San Apolinar (“la estufa de las mujeres”), y hacerse una idea de ella. La casa constaba de una planta baja con un dormitorio para el stufaro y su mujer, una sala donde había un horno y diversas calderas para calentar el agua y una habitación equipada con “dos lechos con un colchón, una manta y dos sábanas, y una mesa redonda en la que comer”. En la planta de arriba había dos habitaciones con lechos, mientras que había diversas cajas “en el vestuario de la estufa” y “en el vestuario de las mujeres”. Completaban el edificio una cantina y un jardín con pilas de madera para alimentar el fuego y un pozo.
 Artículo escrito por Anna Esposito, Universidad de Roma “La Sapienza”


ANTIGUAMENTE. LA COSTUMBRE DE LAVAR LA ROPA
 Nos interesa conocer las costumbres de antaño de nuestras abuelas/os, sus formas de acometer la vida de antes.
 No debemos caer en la ignorancia de que siempre se ha vivido tan cómodamente  ,como sucede en nuestros tiempos. Y para valorar hay que  hurgar en el pasado.
¿CÓMO?
Preguntando nuevamente a los mayores del lugar. En este caso, acerca de tareas domésticas; todas ellas realizadas por las mujeres ,por tanto, preguntemos a nuestras abuelas.
¿Cómo se lavaba en aquellos tiempos, si no había lavadora.?
-En una piedra de lavar en el río. Hay quien dice;  que la piedra podía ser de madera o un  peñón del mismo río.
-Se lavaba a mano porque no había maquinaria,
-Se cargaba el borrico (a veces lo hacía el hombre) de ropa sucia y se iba una a la alberca, con una tabla de madera y un trozo de jabón.
-Tanto de lavaba ,que venia una “arriñona “.
-Se lavaba frotando la ropa con las piedras, cuando las manos las tenias “pa reventar”.
¿Cuándo las manchas eran rebeldes, qué hacían.?
-Se le daba con un “puñao “de moras verdes y se le “ estregaba”.
-Se  ponía la ropa con el jabón al sol, (Solearla).
-Se lavaba y se “estregaba” con agua de ceniza.
-Buen  jabón y puños. 
¿Cómo se hace el buen jabón, de aquellos tiempos.?
JABÓN CASERO
-Ingredientes:
 6 litros de “pringe “ o aceite usado de freír.
8 litros de agua.
1 paquete de sosa (¿un kilo?).
un “puñao “de harina.
Se movía , sin parar, un buen rato. Se dejaba reposar, hasta el día siguiente, que se cortaba. 
Para hacer un buen jabón es necesario un buen tinajón  y un buen palo de olivo.
¿ La actividad de lavar era individual o colectiva?
-La mayor parte de las veces íbamos juntas o salíamos solas y nos juntábamos en el cruce para ir a la Mezquita, o se reunían para ir a la  Asperilla ,que era un lavadero y lo pasábamos  muy bien. Una decía una cosa otra decía otra e incluso cantábamos.
-Cuando iba con mi “mario”, porque me bajaba y subía la ropa en la bestia, iba sola. Lavaba la ropa y el mientras miraba. ¡Qué tiempos ¡ 

Enterate! "Curiosidad" Que es cataplejía: (Si se ríe se duerme)

***Cataplexia**

Sinónimos Cataplejía Wikipedia no es un consultorio médico Aviso médico La cataplexia o cataplejía (del lat. cataplexis, y éste del gr. καταπλήσσειν, "pasmar") consiste en episodios súbitos y generalmente breves de pérdida bilateral del tono muscular durante la vigilia. La mayoría de las veces, ocurre en relación con emociones intensas; durante el acceso, la hipotonía o flacidez muscular hace que la persona se caiga repentinamente de forma similar a cuando un artista suelta los hilos de su marioneta y ésta cae sobre el suelo.

Puede ser el primer síntoma de la narcolepsia, aunque suele presentarse después de la manifestación de la somnolencia diurna, pero existe la posibilidad de que no se dé. Es considerada como el único síntoma específico de la narcolepsia ya que el resto pueden afectar a otras enfermedades o trastornos. La prevalencia de cataplejia en narcolépsicos varía mucho, con un rango entre 60% y 90%.
La catapeljia es la supresión anormal de la actividad motora esquelética (es como si los músculos se desactivaran). En personas sanas, tiene lugar durante el sueño REM, sin embargo en los narcolépticos que sufren cataplejia esta inhibición se produce anormalmente fuera del contexto del sueño y se manifiesta como un ataque catapléjico.
La investigación sobre la cataplexia se ha centrado en las células de la formación reticular caudal que controlan la relajación muscular durante el sueño MOR: las células del núcleo magnocelular bulbario.
Es un trastorno del sueño paradójico, presente con gran frecuencia en narcolépticos, causado por una inhibición generalizada de las neuronas motrices por intrusión de elementos del sueño REM.
 Caso ... *Para dormirse de risa!
Una mujer sufre cataplejía: si se ríe se duerme
Cuando comienza a reír, sus músculos se debilitan hasta quedarse totalmente dormida.

Claire Scott no puede reír y si lo hace, sus músculos se debilitan hasta quedarse totalmente dormida.

Esta madre británica de dos niños padece un raro trastorno del sueño llamado "cataplejía" que consiste en un debilitamiento musculooesquelético producido al experimentar emociones fuertes, según publica el Daily Mail.

Así, Claire, desde su infancia, ha padecido este tipo de colapso hasta 50 veces al día. Incluso, tal y como ha señalado al The Sun, en la comida de Navidad llegó a quedarse dormida en 25 ocasiones.

La última vez que le pasó fue después de que su hija de cinco años le gastara una broma. "Me eché a reir, lo que siguiente que recuerdo es que mi esposo David me estaba recogiendo del suelo de la cocina", ha comentado. Fotos: Daily Mail y The Sun.

Fuente: Telecinco.es 

domingo, 24 de julio de 2011

Alerta ¡La boca bendicion o maldicion!


  ¡Alerta ¡La boca bendición o maldición!
Si lo que va a salir de tu boca, es para maldecir … ¡Mejor Calla! Si lo que estas por decir va a acabar con la honra de alguien… ¡Mejor Calla!
Si lo que vas a decir son rumores sin fundamentos… ¡Mejor Calla!
Si al hablar juzgas a tus semejantes…
¡Mejor Calla!
-Calumnias, mentiras, chismes…
Si eso es lo que te mueve al hablar… ¡Ten cuidado y recuerda que como Juzgas.. serás juzgado, y como tratas.. Serás Tratado..
Piensa… En algún momento tu Puedes ser el blanco de esas patrañas, y entonces… sabrás lo que es quemarse con el veneno que sale de una boca maliciosa
Cuando hables habla cosas que bendigan, no que maldigan, si no es así, ¡Ssssh! Olvídalos
¡Mejor Calla!

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Reflexión:
Parte de vivir y de crecer en la vida, es precisamente en ocasiones "caer" o "errar".
Lo importante no es caer, o cuantas veces caes, lo importante es que te LEVANTES.
En su Palabra DIOS nos dice que ÉL nos sostiene y levanta al caído. Las circunstancias adversas no pueden destruir nuestro camino, ni detenernos y hacer el esfuerzo de subir de nuevo al cielo.
TulipanPon tu mirada en JESÚS Flor
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La esperanza es un don de Dios que él en su gracia pone en nosotros desde que creímos. Es el resultado de ejercitar la fe en el cumplimiento de las promesas del Señor.
La Biblia es el libro de la esperanza, el mensaje del evangelio es un mensaje de esperanza, siendo el Señor Jesús resucitado la personificación de nuestra esperanza.
Dios te bendiga, mas todavía.

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Sobre mí:Soy una persona SENSIBLE, quiero AMAR... y el deseo de mi corazón es llevarle consuelo, a las personas, [que VALORO muchísimo.

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El nos amó, nos ama y nos amará. Gracias a Él es que podemos llamarnos hijos de Dios, Dios eligiéndolos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, {EF 1,5;} Jesús se ofreció como sacrificio eterno al padre, y ofreció su sangre por nuestros pecados; ya el enemigo ¡no nos puede atar! ¡Somos libre! por la sangre, del cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. !El mundo no te puede atar¡ Sólo tú te puedes atar (limitar). En Él nombre de Jesús te invito a que entregues tu vida a Jesús, para que el Espíritu Santo te toque y te envuelva en el amor del Padre. No digas; nadie me ama o que solo me siento y mucho menos digas; yo no valgo nada. Hermano mío, tú vales la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, tú vales la sangre de Cristo. Por lo tanto tú eres importante. Posiblemente te encuentras en la oficina de un doctor o en un hospital enfermo sintiéndote solo, triste, angustiado; posiblemente estás molesto por tanto esperar, tienes la angustia de no saber que tienes y eso te crea una inseguridad emocional, mas sin embargo yo te digo que tu no estás solo. ¡Hay alguien que te ama, y ese alguien, ,tiene nombre de hombre y se llama Jesús! Él sabe por lo que estás pasando y hoy te dice; hijo mío cuando, más sólo te has sentido, es cuando más cerca he estado de ti. Posiblemente te preguntarás. ¿Me amará el Señor? Para poder contestarte esa pregunta solo te invito a que mires a una imagen de Jesús crucificado, mira sus llagas y su sangre derramadas por ti y por mí, mira la corona de espinas. Mira sus rodillas en carne viva y ahora soy yo el que te pregunta ¿crees que Jesús te ama?¡Pues claro que te AMA!





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