La relación simbiótica occurre cuando dos
organismos se benefician uno del otro a tal punto que llegan a
depender uno del otro para su supervivencia. Esto es diferente de
la relación parásita, en la cual un organismo
explota al otro sin que el huésped traiga ningún
beneficio para el anfitrión. Las abejas y las flores son un
ejemplo de simbiosis. La planta necesita a la abeja para polinizar
otras plantas. La abeja obtiene su alimentación de la flor,
de esta manera ambos organismos se benefician mutuamente.
Hay muchos casos extraños de simbiosis en la naturaleza.
Uno muy interesante es el de las termitas. Aunque parezca
extraño, la termita o comején no puede digerir la
madera. En el estómago de la termita vive otro animalillo
que se llama "foraminífero". Este pequeño animalito
toma la madera que la termita se come y la digiere; de manera que
los excrementos de los foraminíferos son la comida del
comején. Aunque la termita pierde algo de su comida para
alimentar a los foraminíferos, y les da protección,
la relación beneficia a ambos organismos.
La pregunta que surge aquí es que cómo se
llegó a tal arreglo. La clásica explicación
evolucionista es que originalmente estos organismos no se
necesitaban el uno al otro. Con el paso del tiempo, empezaron a
asociarse el uno al otro, de modo que a veces se ayudaban
mutuamente. Por fin sus recursos comenzaron a desaparecer,
haciéndolos totalmente dependientes unos de otros.
En algunos casos, tal explicación es sostenible. La
abeja y las flores por ejemplo. Las flores pueden ser polinizadas
por mariposas y el viento aún en nuestros días, pero
en lugares donde no existen las mariposas y el viento es variable,
la abeja es indispensable. Un cambio gradual de dependencia en
abejas, mariposas y viento a una dependencia total en sólo
abejas no es del todo irrazonabe.
En otros casos, la situación se pone tirante. Eso de
tratar de explicar cómo pudieron la termita y el
foraminífero juntarse ha ocasionado que algunos
evolucionistas hagan malabarismos intelectuales que terminan en lo
absurdo. La explicación usual es que antes las termitas
podían digerir madera, pero cuando los foraminíferos
"invadieron" el cuerpo de la termita, comenzaron a digerir mejor
que éste, de manera que la relación se volvió
permanente. El número de premisas para esta
hipótesis es fenomenal.
1) Que las termitas podían digerir madera. 2) Que éstos fueron "invadidos" por foraminíferos.
3) Que estos foraminíferos prefieren comer madera en vez de las termitas.
4) Que el excremento de los foraminíferos podía ser empleado por las termitas.
5) Que el estómago de las termitas se hizo deficiente en la digestión de madera.
6) Y así ad infinitum...
Otro buen ejemplo de esta situación es aquella
del llamado "camarón mondador". Existen varias especias,
pero el camarón Pederson, que se halla en las costas de las
Bahamas, ha sido objeto de mayor estudio. Este espécimen es
de 3 a 6 centímetros de longitud, transparente, con antenas
muy largas.
Un pez nada deliberadamente hasta acercarse a un camarón
mondador. El camarón se trepa sobre el pez para limpiarlo
de parásitos y de toda impureza que moleste al pez.
Inclusive, puede perforar la "piel" del mismo para extraer
parásitos sin que el pez presente resistencia alguna.
Cuando el camarón mondador se acerca a la cabeza del pez,
éste abre su boca. El camarón prácticamente
penetra dentro de la boca del pez para continuar la limpieza. Si
el pez ha sido herido, se presenta ante el camarón para que
éste le limpie la parte dañada.
La ventaja para ambos participantes es obvia. El pez se
limpia de parásitos malignos y el camarón se gana
una comida. ¿Cómo fue posible establecer esta
relación? Toda clase de peces participan de esta
asociación, inclusive la barracuda. Los camarones comunes
son bocado favorito para la mayoría de los peces en esta
área, y se han hecho experimentos en que se ha demostrado
que peces de otros partes donde no existen camarones mondadores,
se comen a éstos sin vacilar. Parece que tienen buen
sabor.
Ningún evolucionista se atrevería a sugerir que
los peces transmiten el conocimiento del valor de estos camarones
a sus crías. El camarón mondador podría
encontrar alimento en cualquier otra parte pero entonces los peces
sufrirían si así fuera el caso. Nunca he visto un
modelo funcional que haya sido diseñado por algún
evolucionista para tratar de explicar este fenómeno.
La realidad es que cualquier esfuerzo de explicar tales
relaciones simbióticas como puros accidentes o proponer un
cálculo de probabilidades requiere asumir a una
posición insostenible. El número de proposiciones
sería astromómica y la base para las
hipótesis carecería de apoyo alguno.
Si aceptamos la idea de que la actividad entre el pez y el
camarón es determinada genéticamente por un Dios que
así lo ha diseñado, entonces todos estos problemas
desaparecen. Podemos saber que existe un Dios porque él se
ha revelado:
"Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifiesto. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1.19,20).
Ciertamente el diseño manifestado en la simbiosis
demuestra la verdad de esa declaración.
- John N. Clayton
"Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmos 19.1)
(Tratado 0129)
"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios" (1 Juan 4.7). "Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos" (1 Juan 5.3). "Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentios, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2.37-38).