La palabra que se usa en el AT para lealtad es “hesed”
misma que puede traducirse como misericordia, fidelidad y amor. En
este caso, tomaremos la traducción de lealtad para ser estudiada en
relación a la conducta y el comportamiento del cristiano o de cualquier
persona en particular, está estrechamente relacionado con fidelidad y
amor. Después de leer los cinco capítulos de 1 Pedro, puedo darme
cuenta que este Apóstol está enfocado en hacernos el llamado a tener un
comportamiento digno de la vocación y la nueva posición en Cristo.
Somos hijos de Dios, y como tal, nuestro comportamiento debe ser santo,
justo, correcto, coherente a la posición. Lo único que para ser leales a
la vocación y a la posición que tenemos en Cristo requiere estar
dispuestos a pagar un costo muy elevado, muy superior al que simplemente
quiere vivir solo por vivir.
La lealtad del cristiano, hijo de Dios, en primer lugar debe
ser hacia Dios. Los capítulos uno y dos detalla en qué consiste el
comportamiento que todo cristiano por ser hijo de Dios debe mantener
todos los días, un comportamiento santo, apartado del pecado, consagrado
o entregado o comprometido en pensar, sentir y hacer solo las cosas que
agradan a Dios. El 1:13-16 ofrece la base para este tipo de
comportamiento, y la obediencia es la máxima expresión de la lealtad.
Como hijos de Dios que somos, debemos ser leales a todo lo que está
escrito en la Palabra de Dios. Esto significa según el 2:1-10 tres
acciones: desechar lo malo, desear lo bueno, y acercarse al Único bueno,
a Jesús, viviendo en intima relación y comunión con él como dice Juan
15. ¿Cuántas cosas malas debemos dejar como muestra de nuestra
lealtad a nuestra profesión y posición en Cristo? ¿Qué cosas debemos
desear como hijos de Dios que somos? Creo que primero, el estar bien
con Dios, el hacer las cosas que agradan a Dios, conocerlo en su Palabra
y obedecer todo lo que él dice en su Palabra. Eso es acercarnos a él
todo los días, en oración, en la lectura de la Palabra, en obedecerle,
y en hacer todo lo que él nos manda hacer, vivir como Jesus vivió, ser
como él.
La lealtad del cristiano, como hijo de Dios, en segundo
lugar debe ser demostrado en las relaciones familiares, hacia la
familia. El capítulo 3 está dedicado a la familia, y el deseo del
apóstol es que desde el esposo y la esposa como los hijos vivamos en
profunda lealtad. El esposo como fruto de que es fiel, honesto, sincero
y transparente en su relación con Dios y en su comportamiento
cristiano, mantiene un comportamiento y relaciones saludables,
ejemplares y santas con su esposa. ¿Qué tan bien se tratan como
esposos? ¿Cuánta paciencia se tienen? ¿Cuánto respeto hay entre ambos?
¿Continúan admirándose como cuando se unieron en matrimonio? ¿Disfruta
su matrimonio como lo fue desde el primer día? Esposa, ¿es feliz y se
siente totalmente realizada y valorada por su esposo o hay algo que le
gustaría decir o reclamar siendo que su esposo tiene ministerios en la
iglesia por lo cual no es honesto? Esposo, ¿su esposa lo hace sentir
como el hombre más valioso de esta tierra, lo respeta, le da su lugar, y
todo el tiempo lo hace sentir importante ante todos, o sencillamente lo
ha descuidado? Cuando el matrimonio es leal a Dios, cumplirá con
lealtad su función dentro del hogar, y sus hijos no tendrán que buscar
amor, aprecio, comunicación, amistades, etc., en otros lados.
Por último, la lealtad del cristiano, como hijo de Dios,
debe mostrarla con su comportamiento y conducta en el ministerio que
realiza, lealtad hacia la iglesia. Los capítulos 4 y 5 los dedica el
apóstol a los que estamos en ministerios, no importa cuál sea, todo
ministerio es un ministerio para Dios y por lo cual merece el mismo
nivel de lealtad, santidad hacia Dios, y buena relación familiar.
Todos hemos sido bendecidos por lo menos con un don espiritual que Dios
nos lo ha dado como recurso para cumplir el ministerio o la función
dentro de la Iglesia o el Cuerpo de Cristo. Este debe desenvolverlo con
lealtad, fidelidad, eficiencia y sinceridad. Sin embargo, al llegar
al capítulo 5, este es dedicado exclusivamente para los encargados de
dirigir una iglesia, en este caso, son los ancianos y pastores. Ningún
anciano o pastor es apto y está aprobado por Dios para cumplir este
ministerio o esta función si su comportamiento y su conducta no es
santa, recta, leal, ejemplar, y si su matrimonio y familia no es
ejemplo. En la iglesia los que estamos dirigiéndola somos el blanco,
todos nos ven, todos pueden fallar menos nosotros, nosotros debemos orar
más que ellos, debemos leer la Biblia más que ellos, debemos ser
ejemplo en todo, debemos ser irreprensibles o de buen testimonio.
¿Es fácil ser leal a Dios, a la familia y al ministerio?
Es por ello que Pedro dice, como Dios es santo, sed santos vosotros en
toda vuestra manera de vivir. También nos dice, dejen todo lo
pecaminoso que hay en vuestra vida, deseen y hagan todo lo que agrada a
Dios y está de acuerdo a la vocación y la nueva posición en Cristo,
hijos de Dios y vivan todos los días en intima dependencia de Cristo.
Por último, si aceptas el llamado a un ministerio, recuerda, debes ser
ejemplo de tu relación con Dios, de tu relación con la familia y de tu
relación con la iglesia. Si en una de estas relaciones no estás bien,
debes hacer algo para ser apto y estar aprobado por Dios. Es
menester, ser leal en las tres relaciones, porque ese es el costo a
pagar para agradar a Dios, ser ejemplo a la familia y poder ejercer un
ministerio eficaz.
Dr. Gomez Chavez