"EL MILAGRO" |
*Cuando tenía 16 semanas, Logan mi hijo se
enfermó misteriosamente.
Cuatro años más tarde, su hermana menor,
Alyson, desarrolló los mismos síntomas.
Lo que unos padres pueden sacrificar por sus hijos.
Lo que unos padres pueden sacrificar por sus hijos.
Los análisis de sangre revelaron que Logan
tenía insuficiencia hepática, sin embargo, los médicos no tenían idea de
cuál podía ser la razón. Se trasladó a la familia de su hospital local
en Hamilton, Ontario, Canadá, a la sección 6A, el ala de trasplantes en
el hospital SickKids, en Toronto. Los Hampson no lo sabían en ese
momento pero, durante los siguientes cuatro años, se convertiría
tristemente en su hogar.
Mientras los médicos comenzaron a hacerle análisis a Logan, Lynn permanecía en el hospital y Jason trabajaba todo el día reparando vías para la ferroviaria CN Rail hasta que se reunía por la noche con su familia. Los análisis dieron negativo y, después de tres semanas, la enfermedad de Logan desapareció tan misteriosamente como había aparecido. Un año más tarde, en enero de 2009, Logan volvió a enfermarse. Fue internado de nuevo y volvió a caer enfermo. En marzo, su vientre se hinchó mucho. Esta vez los médicos sometieron a Logan a nuevos análisis: ECG, ecocardiogramas, ultrasonidos y resonancias magnéticas. Fue entonces cuando los médicos le comentaron a Lynn y a Jason lo que estos padres habían estado temiendo: su pequeño de 18 meses necesitaría un trasplante de hígado.
Fundado en 1986, el programa de trasplante de hígado en el hospital Sick- Kids —el más grande en Canadá— realiza cada año de 12 a 20 trasplantes en niños. Con un tiempo de espera que puede ir de un mes a tres años para un órgano compatible de un donante fallecido, encontrar a un donador vivo representa la mejor opción para un niño con insuficiencia hepática. Aunque las fatalidades son poco frecuentes, un trasplante de hígado entraña riesgos. Tan pronto como surgió la idea de un trasplante, Lynn se ofreció como voluntaria. Pensó que ella, como la persona que había traído a Logan al mundo, era la responsable de la enfermedad de su hijo. Sin importar lo irracional de su culpa, esta hizo que la decisión fuera simple. A lo largo de las siguientes dos semanas, Lynn se sometió a los estudios necesarios para asegurar que su hígado podía dividirse. Su tipo sanguíneo era compatible y, después de la batería obligatoria de análisis, los médicos dieron luz verde a la intervención.
Lynn se dirigió al Hospital General de Toronto, del otro lado de la calle. Los médicos cortaron un pequeño lóbulo de su hígado y lo llevaron a SickKids, donde se encontraba Logan. En este hospital, un equipo diferente intervino a Logan, le retiró su órgano enfermo y lo reemplazó con el órgano saludable de su madre.
Una semana más tarde Logan tenía un nuevo hígado y toda una vida por delante. El trasplante había sido un éxito. Mientras Lynn se recuperaba de la cirugía, Logan volvía a correr y a jugar como un niño sano. Sorprendentemente, lo estaba. El niño parecía un torbellino, corría de un lado a otro de la casa, pedía a sus padres que jugaran con él al hockey. Pero, mientras Logan se recuperaba, permanecía el misterio de su enfermedad. Se enviaron biopsias y muestras de sangre a científicos de todo el mundo sin obtener resultados claros. Después de docenas de análisis, se descartaron las principales enfermedades genéticas. Unos meses después, cuando los Hampson preguntaron sobre el riesgo de tener un segundo hijo, los médicos les dijeron que no había de qué preocuparse.
El 25 de mayo de 2011 nació Alyson Hampson. En noviembre, cuando tenía tan solo seis meses, Alyson se enfermó con una ligera fiebre. Lynn y Jason la llevaron al hospital local en Hamilton, en donde los médicos le diagnosticaron un virus respiratorio. Era una enfermedad común, algo que superaría sin problema la mayoría de los bebés; pero Jason revisó los ojos de su hija y vio lo que más había estado temiendo: el indicio de color amarillo. ¿Era real o solamente paranoia? Cuando tuvieron los resultados de los análisis no había duda: las enzimas hepáticas de Alyson estaban altas, un signo conocido de insuficiencia hepática. Cualquiera que hubiera sido la enfermedad misteriosa que había atacado a Logan, estaba ahora tras su hermana.
La enfermedad de Alyson se parecía a la de Logan, pero con un avance rápido. Mientras que la enfermedad del niño había progresado de manera intermitente, la enfermedad de Alyson empeoraba rápidamente. El 12 de diciembre, los médicos le confirmaron a la familia lo que ya sospechaba: Alyson, al igual que Logan, necesitaría un trasplante de hígado. Solo se puede donar el hígado una vez, así que fue Jason quien se sometió a los estudios para asegurarse de que estaba sano y que era compatible con la niña. Lynn y Jason vieron que el indicio de color amarillo en los ojos de Alyson se transformó en el tono de todo su cuerpo. La niña dejó de comer y le tuvieron que colocar una sonda de alimentación. Necesitaba transfusiones de sangre. Su pequeño vientre se hinchó. Los médicos dijeron que Alyson estaba muy mal. Sin un trasplante exitoso, no viviría mucho.
Dos días antes de Navidad, Jason se contagió con el virus Norwalk, y los médicos lo pusieron en cuarentena para esperar a que se recuperase. Si Jason ya no era una opción adecuada —si su salud no era lo suficientemente buena o si le pasaba algo malo a su hígado— la posibilidad de encontrar a otro donante a tiempo era extremadamente baja. Permaneció en cama, preocupándose por que cada día perdido ponía a su hija un paso más cerca de la muerte. Jason mejoró. Se podía proceder con el trasplante, pero Alyson estaba tan cerca de la muerte que tenía que ser de inmediato. Tenían 48 horas.
“Con un bebé la cirugía es más compleja”, dice el médico del hospital SickKids, Yaron Avitzur. Es un procedimiento meticuloso. Dentro de Alyson, el órgano de Jason se convertiría —si todo salía como se esperaba— en una parte de la niña, creciendo a lo largo de su vida. Era una especie de alquimia: se toma una vida y se generan dos.
Los médicos en SickKids han realizado un gran número de trasplantes, pero nunca habían tenido a una familia como los Hampson en la que ambos padres donaran un órgano para salvar a cada uno de sus dos hijos. Hoy en día Alyson gatea, poniéndose al día en la evolución normal de un bebé. Logan anda por toda la casa haciendo piruetas en la alfombra, mostrando rápidamente su cicatriz de la operación, una línea delgada que cruza su abdomen. Sin duda, el escudo de armas de la familia Hampson.
Mientras los médicos comenzaron a hacerle análisis a Logan, Lynn permanecía en el hospital y Jason trabajaba todo el día reparando vías para la ferroviaria CN Rail hasta que se reunía por la noche con su familia. Los análisis dieron negativo y, después de tres semanas, la enfermedad de Logan desapareció tan misteriosamente como había aparecido. Un año más tarde, en enero de 2009, Logan volvió a enfermarse. Fue internado de nuevo y volvió a caer enfermo. En marzo, su vientre se hinchó mucho. Esta vez los médicos sometieron a Logan a nuevos análisis: ECG, ecocardiogramas, ultrasonidos y resonancias magnéticas. Fue entonces cuando los médicos le comentaron a Lynn y a Jason lo que estos padres habían estado temiendo: su pequeño de 18 meses necesitaría un trasplante de hígado.
Fundado en 1986, el programa de trasplante de hígado en el hospital Sick- Kids —el más grande en Canadá— realiza cada año de 12 a 20 trasplantes en niños. Con un tiempo de espera que puede ir de un mes a tres años para un órgano compatible de un donante fallecido, encontrar a un donador vivo representa la mejor opción para un niño con insuficiencia hepática. Aunque las fatalidades son poco frecuentes, un trasplante de hígado entraña riesgos. Tan pronto como surgió la idea de un trasplante, Lynn se ofreció como voluntaria. Pensó que ella, como la persona que había traído a Logan al mundo, era la responsable de la enfermedad de su hijo. Sin importar lo irracional de su culpa, esta hizo que la decisión fuera simple. A lo largo de las siguientes dos semanas, Lynn se sometió a los estudios necesarios para asegurar que su hígado podía dividirse. Su tipo sanguíneo era compatible y, después de la batería obligatoria de análisis, los médicos dieron luz verde a la intervención.
Lynn se dirigió al Hospital General de Toronto, del otro lado de la calle. Los médicos cortaron un pequeño lóbulo de su hígado y lo llevaron a SickKids, donde se encontraba Logan. En este hospital, un equipo diferente intervino a Logan, le retiró su órgano enfermo y lo reemplazó con el órgano saludable de su madre.
Una semana más tarde Logan tenía un nuevo hígado y toda una vida por delante. El trasplante había sido un éxito. Mientras Lynn se recuperaba de la cirugía, Logan volvía a correr y a jugar como un niño sano. Sorprendentemente, lo estaba. El niño parecía un torbellino, corría de un lado a otro de la casa, pedía a sus padres que jugaran con él al hockey. Pero, mientras Logan se recuperaba, permanecía el misterio de su enfermedad. Se enviaron biopsias y muestras de sangre a científicos de todo el mundo sin obtener resultados claros. Después de docenas de análisis, se descartaron las principales enfermedades genéticas. Unos meses después, cuando los Hampson preguntaron sobre el riesgo de tener un segundo hijo, los médicos les dijeron que no había de qué preocuparse.
El 25 de mayo de 2011 nació Alyson Hampson. En noviembre, cuando tenía tan solo seis meses, Alyson se enfermó con una ligera fiebre. Lynn y Jason la llevaron al hospital local en Hamilton, en donde los médicos le diagnosticaron un virus respiratorio. Era una enfermedad común, algo que superaría sin problema la mayoría de los bebés; pero Jason revisó los ojos de su hija y vio lo que más había estado temiendo: el indicio de color amarillo. ¿Era real o solamente paranoia? Cuando tuvieron los resultados de los análisis no había duda: las enzimas hepáticas de Alyson estaban altas, un signo conocido de insuficiencia hepática. Cualquiera que hubiera sido la enfermedad misteriosa que había atacado a Logan, estaba ahora tras su hermana.
La enfermedad de Alyson se parecía a la de Logan, pero con un avance rápido. Mientras que la enfermedad del niño había progresado de manera intermitente, la enfermedad de Alyson empeoraba rápidamente. El 12 de diciembre, los médicos le confirmaron a la familia lo que ya sospechaba: Alyson, al igual que Logan, necesitaría un trasplante de hígado. Solo se puede donar el hígado una vez, así que fue Jason quien se sometió a los estudios para asegurarse de que estaba sano y que era compatible con la niña. Lynn y Jason vieron que el indicio de color amarillo en los ojos de Alyson se transformó en el tono de todo su cuerpo. La niña dejó de comer y le tuvieron que colocar una sonda de alimentación. Necesitaba transfusiones de sangre. Su pequeño vientre se hinchó. Los médicos dijeron que Alyson estaba muy mal. Sin un trasplante exitoso, no viviría mucho.
Dos días antes de Navidad, Jason se contagió con el virus Norwalk, y los médicos lo pusieron en cuarentena para esperar a que se recuperase. Si Jason ya no era una opción adecuada —si su salud no era lo suficientemente buena o si le pasaba algo malo a su hígado— la posibilidad de encontrar a otro donante a tiempo era extremadamente baja. Permaneció en cama, preocupándose por que cada día perdido ponía a su hija un paso más cerca de la muerte. Jason mejoró. Se podía proceder con el trasplante, pero Alyson estaba tan cerca de la muerte que tenía que ser de inmediato. Tenían 48 horas.
“Con un bebé la cirugía es más compleja”, dice el médico del hospital SickKids, Yaron Avitzur. Es un procedimiento meticuloso. Dentro de Alyson, el órgano de Jason se convertiría —si todo salía como se esperaba— en una parte de la niña, creciendo a lo largo de su vida. Era una especie de alquimia: se toma una vida y se generan dos.
Los médicos en SickKids han realizado un gran número de trasplantes, pero nunca habían tenido a una familia como los Hampson en la que ambos padres donaran un órgano para salvar a cada uno de sus dos hijos. Hoy en día Alyson gatea, poniéndose al día en la evolución normal de un bebé. Logan anda por toda la casa haciendo piruetas en la alfombra, mostrando rápidamente su cicatriz de la operación, una línea delgada que cruza su abdomen. Sin duda, el escudo de armas de la familia Hampson.
Por Nicholas Hune-Brown