******* OJO *Porque suicidio
El gran desafío consiste no tanto en fijarse sobre la responsabilidad
subjetiva (depresión y angustia) cuanto en las condiciones objetivas
(sociedad) que conducen a este paso dramático en la vida de una persona.
1.- El hecho
1.- El 11 mayo de 2011, el sacerdote Luis Eugenio Silva
intentó suicidarse en medio de un cuadro depresivo por “un cáncer que lo
afecta hace tiempo” y “por una angustiosa situación personal”, confirmó
el Arzobispado de Santiago.
2.- En Chile, según datos del Ministerio de Salud, en el año 2008
hubo 2.168 defunciones por suicidio, de las cuales 1.742 corresponde a
hombres y 426 a mujeres.
2.- Comprensión del hecho
3.- La palabra suicidio viene del latín sui (de sí, a sí) y caedere
(matar), denotando la acción de quitarse la propia vida. Por lo tanto,
hay que distinguir entre el suicidio (el quitarse la vida) y el
sacrificio (el arriesgar la propia vida para salvar la de otro).
Además, el fenómeno del suicidio abarca la ideación suicida (pensar y
desear), el intento suicida (una conducta sin resultado de muerte) y el
suicidio consumado.
4.- Se han observado, a nivel mundial, una serie de características
relacionadas con este fenómeno: (a) se suicidan más hombres que mujeres,
pero son más las mujeres que lo intentan; (b) contrariamente a lo que
ocurría antes, actualmente se da más entre los jóvenes que entre los
ancianos; (c) en contraste con el siglo XIX, hoy el suicidio es más
frecuente en el campo que en la ciudad; (d) la tasa de los viudos, los
divorciados y los célibes es superior a la de los casados; (e) entre los
casados, la tasa de aquellos con hijos es menor que la de aquellos sin
hijos; (f) en los períodos de vacaciones disminuye el número de
suicidios; y (g) las tasas suelen ser más elevadas en aquellos países
que han alcanzado un mejor nivel económico de vida.
5.- Básicamente los estudios desde la psicología y la sociología han
intentado una comprensión de este fenómeno complejo, señalando la
presencia predominante de dos grupos de factores: (a) unas condiciones
internas de ciertos individuos; y (b) unas circunstancias externas que
lo llevan a actuar en un lugar y en un momento determinado. Este
enfoque interdisciplinario indica que este es un acto derivado de
múltiples causas relacionadas con factores psicológicos pero también
sociales.
6.- Psicológicamente, en cuanto fenómeno personal, se suele señalar
que el suicidio es motivado por razones de fuga y de liberación frente a
un estado de profunda angustia, debido a sufrimientos presentes o
previstos. En este sentido puede ser la expresión de: (a) un acto de
desesperación por una resistencia estimada imposible; (b) un gesto de
expiación; (c) un último acto de libertad; o (d) un gesto agresivo
contra personas hacia las que se está ligado afectivamente, pero
consideradas culpables del propio sufrimiento (una forma de homicidio
desviado en su dirección). Se piensa que la gran mayoría de los casos
de suicidios se da en enfermos depresivos. En el fondo, el suicida no
busca la muerte en cuanto tal, sino más bien la solución de sus
problemas.
7.- Los estudios coinciden en afirmar que existen tantas causas
cuantas personas que se suicidan o intentan hacerlo. No obstante, los
motivos más frecuentes son la aparente falta de solución ante problemas
graves, la huida frente determinadas tareas y responsabilidades, la
muerte social en jubilados o ancianos, la existencia de problemas
interpersonales considerados insolubles, la sensación de ser una carga
para otros, el deseo de pedir atención y ayuda, y la presencia de
algunas patologías.
3.- Implicaciones éticas
8.- La ética cristiana siempre ha tenido una postura negativa frente
al suicidio. El suicidio comporta una deserción individual (de las
propias tareas), social (servicios prestados a los demás), y religiosa
(desconociendo a Dios como el único dueño de la vida).
9.- El nuevo Derecho Canónico (1983) no enumera a los suicidas entre
los excluidos de la sepultura eclesiástica ni de la misa de exequias
(cánones 1184 y 1185). El Catecismo de la Iglesia Católica (1992, Nos
2280 – 2283) recuerda que el ser humano es administrador y no
propietario de la vida que Dios le ha confiado. Sin embargo, se deja en
claro que “trastornos psíquicos graves, la angustia o el temor grave de
la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la
responsabilidad del suicida”.
10.- En el juicio ético concreto del suicidio es preciso distinguir
entre el plano subjetivo (la responsabilidad individual) y el plano
objetivo (la significación del acto). La tradición de la Iglesia
siempre lo ha rechazado como decisión gravemente mala. Aunque
determinados condicionamientos psicológicos, culturales y sociales
puedan llevar a realizar un gesto que contradice tan radicalmente la
inclinación innata de cada uno a la vida, atenuando o anulando la
responsabilidad subjetiva, el suicidio, bajo el punto de vista objetivo,
es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del amor a sí
mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con el
prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y
para la sociedad en general. En su realidad más profunda, constituye un
rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la
muerte, proclamada así en la oración del antiguo sabio de Israel: Tú
tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte (Sab 16, 13)”.
11.- Subjetivamente, el suicidio no suele nacer de una reflexión sino
de un acto de desesperación. El suicidio es un acto de enorme soledad y
los últimos motivos quedan ocultos casi siempre. Por ello, la
responsabilidad subjetiva es generalmente muy limitada (y, a veces,
ausente), ya que la libertad se encuentra fuertemente condicionada por
la presencia de procesos psicológicos de carácter preferentemente
depresivos y por situaciones muy adversas. Aún más, en algunos casos el
suicidio, o su intento, debería comprenderse como una interpelación, ya
que constituye una última y dramática petición de ayuda o de
reconocimiento. El gran desafío consiste no tanto en fijarse sobre la
responsabilidad subjetiva cuanto en las condiciones objetivas que
conducen a este paso dramático en la vida de una persona.
13.- Objetivamente, el problema ético se plantea en términos de un
conflicto entre el valor de la vida y el ejercicio de la libertad. En
otras palabras, desde una perspectiva ética, en cuanto ejercicio
responsable de la libertad, surge el interrogante: ¿Es la opción por el
suicidio éticamente válida cuando la libertad busca su propia
destrucción? El dilema frente a la alternativa entre la
auto-realización y la auto-destrucción sólo puede recibir una respuesta
válida desde el significado de la vida. Así, la pregunta por el
suicidio es, a la vez, un interrogante ético (el valor de la vida) y una
pregunta filosófica o/y religiosa (el sentido de la vida).
4.- Elementos para el discernimiento
14.- ¿Es el suicidio la piedra de toque de la autonomía de la
libertad o, más bien, un indicador de su límite? El tema del suicidio
plantea de manera dramática el tema de la existencia y de su
significado, como también la responsabilidad de la sociedad de crear
condiciones de calidad de vida, junto con la necesidad de una cultura
que supere definitivamente la condenación al aislamiento y a la soledad.
La negativa frente al suicidio implica una enérgica protesta frente al
cansancio existencial, la recuperación de una projimidad solidaria, la
superación de un hedonismo individualista, y una mayor profundidad en la
vivencia. En una palabra, el gran desafío consiste en crear
condiciones que hagan que la vida valga la pena, ya que un mundo sin
significado será habitado por individuos desorientados. Una cultura
incapaz de generar significado condena al ser humano al sin sentido
existencial.
15.- El fenómeno del suicidio está estrechamente ligado a las
transformaciones culturales relativas al significado de la vida y de la
muerte, ya que la concepción de la muerte que cada uno tiene refleja más
bien su experiencia de vida. La importancia de los factores
psicológicos en el suicidio no impide que las variables socio-culturales
sean también decisivas. Lamentablemente, la actual cultura ha agravado
el problema.
16.- El teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer en Ética, (Barcelona,
Estela, 1968, pp. 115 – 120) señala dentro de un contexto religioso, “No
hay otra razón concluyente que convierta en censurable el suicidio
fuera del hecho de que hay un Dios por encima del ser humano. El
suicidio niega este hecho”.
17.- “Al desesperado”, sigue Bonhoeffer, “no le salva ley alguna que
apela a la propia fuerza, esa ley le impulsa más bien de manera más
desesperada a la desesperación; al que desespera de la vida sólo le
ayuda la acción salvadora de otro, el ofrecimiento de una nueva vida,
que se vive no por propia virtud, sino por la gracia de Dios. A quien
no puede ya vivir, no le ayuda la orden de que debe vivir, sino tan sólo
un nuevo espíritu”.
18.- En un momento de desesperación, la fe en un Absoluto
Incondicional y Amoroso, que tiene derechos sobre uno porque lo
trasciende y le da sentido a la propia existencia, hace admitir el
propio límite. La experiencia religiosa de que el sentido de la propia
existencia se encuentra fuera de uno mismo hace reconocer el derecho
divino sobre lo humano; un derecho que, a la vez, le da plena
consistencia a lo humano. Es la experiencia de haber recibido el don de
la vida como un regalo divino y, por ello, se encuentra en las manos
paternales de Dios. La presencia del dolor, y hasta del sin sentido,
remite al testimonio de la agonía de Jesús el Cristo, cuando realiza el
acto supremo de entrega confiada en las manos del Padre (cf. Mt 26, 36 –
46).