?Que piensa de la diciplina
Disciplina
Stephen
Kaung
(Síntesis de un mensaje oral)
(Síntesis de un mensaje oral)
Lecturas:
Hebreos 12: 7-11, 1ª Corintios 9:24-27, 5:1-8.
Cuando usted oye la palabra ‘disciplina’, probablemente reacciona
contra ella. Tenemos un sentimiento negativo hacia la disciplina, como
si fuera algo terrible. Pero, queridos hermanos y hermanas, si realmente
entendemos lo que es la disciplina, creo que cambiaremos nuestra actitud.
Básicamente,
la palabra disciplina significa entrenar; es un tipo de entrenamiento
para niños. Es un entrenamiento con el propósito definido
de lograr algún carácter especial o conducta que será
un perfeccionamiento moral y mental. Incluso la palabra disciplina viene
de la palabra discípulo y también alude a la instrucción,
o conocimiento de un alumno, esto es, un discípulo. Así,
en total, eso es lo que la palabra disciplina realmente significa.
La
disciplina no es una palabra terrible, realmente es una buena palabra,
porque a través de la disciplina nosotros estamos siendo ejercitados,
madurados, y estamos llegando a algo que agrada a Dios. Cuando usted lee
la Palabra de Dios, encuentra que la disciplina es algo necesario para
nosotros. Incluso cuando Dios creó al hombre y lo puso en el Jardín
de Edén, lo puso bajo disciplina, porque Dios proveyó todo
para el hombre, y le dijo que él podía comer del fruto de
todos los árboles, excepto uno, el árbol del conocimiento
del bien y del mal. Ahora, ¿por qué Dios le proveyó
todas estas cosas, y lo puso bajo una limitación? Él lo
puso bajo disciplina, porque quería entrenar a ese hombre para
que pudiera crecer en madurez.
Todos
sabemos que cuando el hombre fue creado, físicamente él
era totalmente maduro, pero en lo que concierne al significado de adultez,
él todavía era un bebé. Él necesitaba crecer,
y la única manera de crecer era ser puesto bajo disciplina. Si
él obedecía a Dios, se sometería a su autoridad,
y entonces crecería y sería lo que Dios había propuesto
que el hombre fuese. Pero desgraciadamente, él se rebeló
contra la disciplina bajo la que Dios lo había puesto y debido
a eso, cayó en pecado. Pero, cuando el hombre entró en pecado,
la mano disciplinaria de Dios vino sobre él.
Nosotros
podemos pensar que es un tipo de castigo; pero, hermanos y hermanas, igual
la mano disciplinaria de Dios tiene el propósito de la restauración
y recuperación. Porque con la medida disciplinaria, Dios le dio
una promesa al hombre: la simiente de la mujer aplastaría la cabeza
de la serpiente; en otras palabras, la salvación del hombre estaría
en la simiente de la mujer. Si el hombre se sometía bajo la mano
poderosa de Dios, esperando la simiente de la mujer que vendría,
y confiara en esa simiente, él sería salvo. No sólo
sus pecados serían perdonados, sino aun él recibiría
la vida del árbol de vida que perdió al principio. Él
sería totalmente recuperado para el propósito de Dios.
Gracias
a Dios, cuando nosotros creímos en el Señor Jesús,
nuestros pecados fueron perdonados, recibimos vida eterna, y fuimos hechos
niños de Dios. Entonces, como niños de Dios necesitamos
disciplina, porque es sólo a través de la disciplina que
podemos crecer en madurez en nuestra vida espiritual. Así que espero
que nuestra reacción ante la disciplina cambiará. En lugar
de ser temerosos de la disciplina, pienso, si somos buenos niños
de Dios, debemos dar la bienvenida a su disciplina.
En
la palabra de Dios hay tres niveles o direcciones de disciplina: primero
la disciplina de Dios – una disciplina de nuestro Padre celestial;
en segundo término, una autodisciplina – una disciplina que
debemos realizar por nosotros mismos; y, en tercer lugar, la disciplina
de la iglesia – la disciplina en el cuerpo de Cristo.
La
disciplina de Dios
Consideremos
primero la disciplina de Dios, que viene de nuestro Padre celestial. En
el capítulo 12 de Hebreos, usted encontrará que, como niños
de Dios, estamos en una pista de carrera; y corremos contra la corriente
del mundo. Estamos corriendo hacia el cielo, hacia nuestro Señor
Jesús y vamos a ganarlo a él y toda su plenitud. Cuando
estamos corriendo como peregrinos en esta tierra, recuerde que estamos
corriendo contra la corriente de esta tierra, y por eso, no podemos escapar
de todo tipo de contradicciones, sufrimientos, tribulaciones, dolores,
oposiciones y hostilidades.
Hay
cosas que están aparentemente contra nosotros, intentando tirarnos
hacia abajo, para ser conformados a la hechura de este mundo. Eso es lo
que el mundo está intentando hacernos. Pero la vida dentro de nosotros
nos insta a proseguir adelante hacia la meta celestial.
Cuando
estemos bajo ese tipo de forcejeo o batalla, pensemos en nuestro Señor
Jesús. Olvidemos todo y miremos a Jesús, el autor y consumador
de nuestra fe. Pensemos en nuestro Señor, cómo él
batalló contra el pecado aun hasta la muerte, aun hasta la sangre.
Nosotros no hemos llegado todavía a ese punto, y por eso nos anima
a que le sigamos. Nunca permitamos que lo que nos pasa en esta vida nos
tire hacia abajo, sino en medio de la batalla miremos a Jesús,
y encontraremos que Su gracia nos es suficiente.
Esto
es lo aparente; lo que puede verse. Esto es lo que encontramos en nosotros.
Pero detrás de lo visible, de todo lo que parece oponérsenos,
preocupándonos, está nuestro Padre celestial; y porque él
nos ama tanto, él nos ama como sus hijos, él nos disciplina.
Él está usando todas esas fuerzas de oposición para
ejercitarnos y crecer en nuestra vida espiritual.
Hermanos
y hermanas, nosotros necesitamos ver esto. A menudo, cuando nuestros ojos
sólo están en nuestras circunstancias, desmayamos y nos
cansamos, pero si sabemos que detrás de todo está nuestro
Padre celestial, que él sabe todo, que él sabe qué
está pasando, y en cierto sentido, que todo está dispuesto
por nuestro Padre celestial ... A veces llamamos a esto la disciplina
del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo dispone y ordena
nuestras circunstancias. Nada nos sucede sin el conocimiento de nuestro
Padre celestial.
Nuestro
Señor Jesús nos dijo repetidamente, que aun nuestros cabellos
han sido contados. No hay nadie, ni siquiera nuestros padres terrenales
–que nos aman muchísimo– que puedan contar nuestros cabellos.
Pero piense en nuestro Padre celestial. Su amor es tan delicado, su amor
es tan profundo que él sabe cuántos pelos tiene usted en
su cabeza. No sólo él sabe cuántos son, sino que
los ha enumerado uno a uno.
A
nosotros, los niños de Dios, no hay nada que nos venga por casualidad:
la familia a la que usted pertenece, los hermanos y hermanas que tiene,
sus colegas de trabajo, sus compañeros de estudios, son todos puestos
por el Espíritu de Dios con amor. Es el amor del Padre celestial
que dispone todo. Él nos entrena, él nos instruye para que
podamos crecer totalmente.
Por
consiguiente, la exhortación es que cuando usted está bajo
la disciplina del Padre, no desprecie su disciplina. ¿Qué
queremos decir con no despreciar la disciplina del Padre celestial? Significa
que cuando su Padre está disciplinándolo y entrenándolo,
no lo resista, no lo rechace. Recíbalo en el corazón, entréguese
a él y tenga tratos con su Padre celestial cuando él está
tratando con usted.
Nuestro Padre celestial está entrenándonos cada momento. No hay un día que pase sin ello. ¿Está usted asustado de su disciplina? Usted no puede escapar, porque usted es su niño. Él lo ama. Así, cada instante de sus días, su disciplina está sobre usted.
Nuestro Padre celestial está entrenándonos cada momento. No hay un día que pase sin ello. ¿Está usted asustado de su disciplina? Usted no puede escapar, porque usted es su niño. Él lo ama. Así, cada instante de sus días, su disciplina está sobre usted.
Pero
desafortunadamente nosotros la menospreciamos. No vemos su mano, sólo
vemos el problema, la dificultad, las personas, las cosas que nos pasan.
No vemos la mano de nuestro Padre y debido a esto, no aprendemos la lección;
murmuramos, nos rebelamos, estamos enfadados. Nuestro enfoque está
en el hombre, en las cosas y en los sucesos y cuando hacemos eso, despreciamos
la disciplina de nuestro Padre. Si nosotros hacemos eso, él nos
ama tanto que arreglará otra circunstancia similar para ponernos
de nuevo en la misma situación, y si usted todavía no aprende,
tendrá que repetirla.
Hermanos
y hermanas, ¿se han preguntado ustedes por qué estas cosas
les suceden tan a menudo? Es porque han despreciado la disciplina de su
Padre celestial. Queridos hermanos y hermanas, cuando suceda alguna cosa,
tómela en el corazón, llévela al Señor, ore
sobre eso, busque al Señor. ¿Hay alguna lección que
su Padre celestial está intentando enseñarle? Humíllese
bajo la poderosa mano de Dios. Sólo de esta forma crecemos en nuestra
vida espiritual. No hay otra vía. El verdadero crecimiento espiritual
no es el incremento del conocimiento mental, sino el aumento de conocimiento
en el corazón y eso quiere decir que usted tiene que aprenderlo
por el corazón.
No
menosprecie la disciplina de su Padre celestial, ni desmaye bajo su segura
mano disciplinaria. A veces desmayamos, cuando es demasiado y no podemos
resistirla más, pero, hermanos y hermanas, nosotros desmayamos
porque sólo vemos la presión – no vemos que la presión
nos ensanchará. No vemos que cuando nosotros llegamos al final
de nuestra fuerza, entonces su fuerza empieza en nosotros. Su gracia es
suficiente para nosotros; si sólo le miramos a Él. No hay
nada demasiado duro, no hay nada demasiado pesado. No es el propósito
de su Padre celestial que usted sea presionado y sea aplastado. Su voluntad
es que usted sea ensanchado y completado. Así que, amados hermanos
y hermanas, damos gracias a nuestro Padre celestial.
Ahora,
cuando usted realmente vea esto, su actitud entera hacia la disciplina
cambiará. Usted estará agradecido en lugar de murmurar,
rebelarse y preguntar por qué. Usted se someterá humildemente
bajo su mano poderosa para que pueda aprender las lecciones que él
desea que usted aprenda.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo”. Sería falso si decimos que nos regocijamos y estamos muy contentos bajo su disciplina. No, el momento de la disciplina, no es causa de gozo, sino de pesar. Nosotros sentimos dolor, pero después rendirá fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Ahora, si usted no es ejercitado por ella, es decir, si usted menosprecia la disciplina del Señor, o si usted desmaya bajo ella, entonces no rendirá fruto.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo”. Sería falso si decimos que nos regocijamos y estamos muy contentos bajo su disciplina. No, el momento de la disciplina, no es causa de gozo, sino de pesar. Nosotros sentimos dolor, pero después rendirá fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Ahora, si usted no es ejercitado por ella, es decir, si usted menosprecia la disciplina del Señor, o si usted desmaya bajo ella, entonces no rendirá fruto.
Este
es el primer nivel de la disciplina. Ninguno escapará de esto.
Si usted puede escapar, usted no es un hijo, sino un bastardo, y yo creo
que nosotros no lo somos. ¡Gracias a Dios por eso!
La
autodisciplina
Junto
con la disciplina de Dios, está la autodisciplina. En Gálatas
5:23, con respecto al fruto del Espíritu, el último en ser
mencionado es la templanza (dominio propio). Ahora, si es autodominio,
¿cómo puede decirse que es fruto del Espíritu? Así
que se muestra aquí la relación entre el autodominio y el
control del Espíritu. De hecho, el autodominio es una cooperación
de nuestra parte – nosotros cooperamos con el Espíritu en
su control. Él está controlándonos y cuando él
intenta controlarnos, nosotros respondemos, nosotros cooperamos con él,
y a eso se llama templanza o autodominio.
Hermanos
y hermanas, en 1ª Timoteo capítulo 4, el apóstol Pablo
dice: “...el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero
la piedad para todo aprovecha”. Este ejercicio espiritual es
beneficioso, no sólo en esta edad, sino incluso en la edad venidera.
Nosotros necesitamos el ejercicio físico, porque es importante
para la salud. Nosotros crecemos no sólo comiendo, bebiendo y durmiendo,
sino también a través del ejercicio físico. Por esa
razón vemos que los niños son tan activos; es porque ellos
están creciendo.
Esto
es bueno, pero es temporal. Sin embargo el ejercicio espiritual –ejercitarse
para la piedad– no sólo es provechoso para esta vida, sino
también para la venidera. Ahora, ¿qué queremos decir
por ejercicio espiritual? Hermanos y hermanas, ¿nos ejercitamos
nosotros espiritualmente todos los días? ¿Coopera nuestro
espíritu con el Espíritu Santo en tal ejercicio para la
piedad? Cuando el Espíritu Santo toca la conciencia de nuestro
corazón, ¿cómo respondemos nosotros? ¿Está
nuestro espíritu ejercitado para responder a la voz del Espíritu
en nuestra conciencia, de manera que oímos y obedecemos?
Nuestra
conciencia acusa o excusa. A veces nuestra conciencia nos acusa: somos
culpables de algo que hemos hecho. Muy rara vez nuestra conciencia nos
excusa y dice que estamos bien. Cuando crecemos en el Señor, nuestra
conciencia nos excusará más de lo que nos acusa. Ésa
es una señal de crecimiento. Cuando el Espíritu Santo toca
nuestra conciencia y nuestra conciencia está trabajando, o bien
nos acusa o nos excusa. Ahora, cuando lo hace, ¿se ejercita usted
mismo?
Escuche
la voz del Espíritu, y si usted se ejercita, usted caminará
por la senda de rectitud.
Esta es la única manera en que podemos andar en justicia. ¿Cómo podemos caminar rectamente ante Dios en nuestra vida diaria? ¿Cómo sabemos que esto es correcto o esto está equivocado? No por norma humana, no por costumbre, sino por el Espíritu Santo que toca nuestra conciencia. Si seguimos la voz de nuestra conciencia, caminaremos por la senda de justicia, en otras palabras, somos rectos ante Dios. Nuestra conciencia está en paz y no nos acusa. ¡Cómo necesitamos la sangre de nuestro Señor Jesús todos los días y a cada momento!
Esta es la única manera en que podemos andar en justicia. ¿Cómo podemos caminar rectamente ante Dios en nuestra vida diaria? ¿Cómo sabemos que esto es correcto o esto está equivocado? No por norma humana, no por costumbre, sino por el Espíritu Santo que toca nuestra conciencia. Si seguimos la voz de nuestra conciencia, caminaremos por la senda de justicia, en otras palabras, somos rectos ante Dios. Nuestra conciencia está en paz y no nos acusa. ¡Cómo necesitamos la sangre de nuestro Señor Jesús todos los días y a cada momento!
El
Espíritu de Dios, como la unción que mora en nuestro espíritu,
nos enseña todas las cosas. Vemos en 1ª Juan 2 que su enseñanza
es verdadera y no es mentira. La palabra dice: escuche, obedezca la enseñanza
de la unción, y permanezca en Cristo. ¿Cómo caminamos
nosotros en senda de santidad; en la senda de los que han sido apartados?
Es por la vía de la intuición. Nosotros sabemos intuitiva-mente
lo que es el propósito de Dios, porque él nos enseña
en nuestro espíritu. No es una enseñanza que coleccionamos
por información externa; es una enseñanza directa del Espíritu
Santo dentro de nosotros.
Si
él nos enseña, es verdad, y si obedecemos a la unción,
nosotros caminamos por senda de santidad. Esa es la autodisciplina. La
gloria de Dios se nos manifiesta, su presencia está con nosotros
y si tenemos comunión con él, entonces la gloria se reflejará
en nuestras vidas. Nosotros seremos transformados de gloria en gloria
y conformados a la imagen de Cristo. Ésa es la forma en que nosotros
crecemos en su carácter.
Pero
si descuidamos nuestra conciencia, y lo que ella nos habla, continuaremos
en pecado y oscuridad. Si no escuchamos la enseñanza de la unción,
entonces nos conformaremos al mundo en lugar de santificarnos. Si descuidamos
la comunión con nuestro Dios, no seremos transformados de gloria
en gloria. Así que necesitamos ejercitarnos. Queridos hermanos
y hermanas, ¿es nuestro espíritu un mentiroso durmiente?
¿O está nuestro espíritu en comunión activa
con Dios, viendo su gloria día a día y oyendo su voz y enseñanza?
Este
tipo de ejercicio y disciplina necesita seguir en nuestro espíritu,
y cuando estamos ejercitando nuestro espíritu entonces, según
Efesios 3, el Espíritu Santo fortalecerá a nuestro hombre
interior y Cristo vendrá y morará en nuestros corazones
y nosotros seremos arraigados y cimentados en amor. En otras palabras,
es sólo cuando en nuestro espíritu estamos en unión
con el Espíritu de Dios en un sentido práctico que la autodisciplina
continuará adelante en nosotros. ¡Niéguese a sí
mismo, tome su cruz y siga al Señor!
Hermanos
y hermanas, si nuestro espíritu no es ejercitado, no sabremos cómo
negarnos a nosotros mismos, ni siquiera podremos reconocer lo que es de
nosotros. Pero cuando usted realmente está en una comunión
viviente con Dios y en cooperación con el Espíritu de Dios,
encontrará que incluso en su vida diaria, su alma será tratada,
sus afectos serán tratados, su mente, su voluntad y su opinión
serán tratados. En otras palabras, negándonos, tomando nuestra
cruz y siguiendo al Señor, eso nos librará del pecado, del
mundo, de la muerte, de nosotros mismos, de nuestra carne y de nuestro
enemigo.
Cuando
usted lo hace, alcanzará incluso a su cuerpo. Pablo dijo: Yo golpeo
mi cuerpo y esa es una palabra fuerte. Es decir, “golpeo mi cuerpo
hasta quedar amoratado”. ¿Por qué? Porque nuestro cuerpo
físico, nuestras deseos y pasiones intentan controlarnos, intentan
inhibirnos de seguir al Señor. Así que Pablo dijo: “lo
pongo en servidumbre”. “No permitiré que mi cuerpo sea
mi amo. Él es mi esclavo, no mi amo”. ¿Tenemos nosotros
tal disciplina? ¿Se levanta usted temprano por la mañana
para tener comunión con Dios? ¿O ama usted su lecho y su
cuerpo más que al Señor? Disciplina. Necesitamos disciplina.
Cuando venimos a reunión, si empieza a las 10, ¿llegamos
a las 10:30? Necesitamos disciplina. Ser puntual es parte de la autodisciplina.
Hermanos,
desgraciadamente, nosotros no conocemos la autodisciplina. La vida cristiana
es una vida disciplinada. Si no nos disciplinamos bajo el Espíritu
Santo y en cooperación con el Espíritu Santo, no estamos
caminando como cristianos. ¡Cómo Pablo se disciplinó
y cómo nosotros descuidamos la autodisciplina!
No
piensen que una vida cristiana es una vida fácil; no puede ser,
porque el mundo no se lo permitirá. Una vida cristiana es una vida
disciplinada: nosotros estamos bajo la disciplina de Dios y nos disciplinamos
en respuesta a Dios nuestro Padre. La autodisciplina es necesaria para
nuestro crecimiento espiritual.
La
disciplina en el cuerpo de Cristo
En
tercer lugar, está la disciplina del cuerpo. Nosotros que hemos
creído en el Señor Jesús no somos sólo individuos.
Nuestra individualidad nunca desaparecerá; hasta la eternidad tendremos
todavía nuestra individualidad, y Pedro todavía es Pedro,
Juan todavía es Juan. Incluso en la Jerusalén celestial,
los doce fundamentos son doce piedras diferentes. Nuestra individualidad
nunca dejará de ser, pero nuestro individualismo necesita ser tratado.
En
otras palabras, no somos sólo individuos; después de que
fuimos salvos, fuimos puestos en el cuerpo de Cristo, y hechos miembros
los unos de los otros. Usted no está solo, usted no es el cuerpo:
usted es sólo un miembro. Usted no puede permanecer solo. Usted
tiene que estar con los otros miembros del cuerpo. Y estar en el cuerpo
significa participar de una disciplina. Todos los miembros de mi cuerpo
están bajo disciplina. Si cualquier miembro se hace independiente,
entonces la enfermedad entrará, la muerte entrará.
La
disciplina es necesaria para que el cuerpo crezca. La ley del cuerpo es
amor, y porque hay amor, hay disciplina. No mire ninguna disciplina en
términos de su apariencia exterior sino vea más allá
de ella, y vea el amor detrás de ella. Nuestro Padre celestial
nos disciplina porque Él nos ama tanto. Siendo miembros del cuerpo,
nos amamos unos a otros, y porque nos amamos, nos disciplinamos unos a
otros.
La
disciplina nunca viene del odio, sino del amor. Si usted ama, entonces
usted puede disciplinar, pero si usted no ama, ¿se atrevería
a hacerlo? Cada miembro de mi cuerpo ama al otro tanto que ellos trabajan
juntos para cuidar de sí. La disciplina es cuidado. Intenta instruir,
juzgar, entrenar y animar unos a otros y esa es la disciplina del cuerpo.
Si usted está en el cuerpo, usted debe esperar disciplina. Es para
su bien.
John
Darby, en su libro “El carácter y objeto de la disciplina
en la Casa de Dios”, clasificó la disciplina en tres áreas.
Una es la disciplina fraternal, otra es disciplina paternal y finalmente,
la disciplina de la iglesia.
La
disciplina fraternal
En
Mateo capítulo 18, si su hermano peca contra usted, ¿qué
debe hacer? ¿Guardarle rencor? Naturalmente no lo hará.
Ustedes son miembros los unos de los otros, y deben perdonar. Cuando usted
come demasiado rápido y se muerde la lengua, ¿qué
pasa a su lengua? Ella perdona, y luego, todavía trabajan juntos.
El amor está detrás. ¿Hay pecado que su hermano pueda
cometer contra usted que sea mayor que el que usted cometió contra
su Padre celestial? Él lo ha perdonado todo.
Así
que, ¿cómo podemos no perdonar a nuestros hermanos y hermanas?
Nosotros le debíamos diez mil talentos, y él nos perdonó.
Pero nuestro hermano puede debernos sólo cien denarios, ¿cómo
no podemos perdonarlo? Si no lo hacemos nosotros, nuestro Padre celestial
no nos perdonará.
Así
que, si un hermano peca contra usted, ¿qué hace usted? Perdonarlo.
Pero eso no es todo, porque el amor camina la segunda milla. Usted ama
a su hermano tanto, que si él está en oscuridad y usted
está en luz, debe intentar restaurarlo. Ir a él y convencerlo,
reprenderlo, mostrarle, instruirlo y ayudarle a que vea. En amor, hable
la verdad, no en un espíritu vengativo, y en esperanza usted ganará
a su hermano y lo restaurará a la comunión. Ésa es
disciplina que conduce hacia la restauración, no hacia la destrucción.
Si
él no lo escucha, es su responsabilidad de amor, así que
consiga uno o dos hermanos a quienes él respete, y vaya y ruegue
con ellos. Ésta es la disciplina fraternal. Si, como hermanos y
hermanas en el cuerpo de Cristo, realmente ejercitamos esta disciplina
fraternal de unos a otros, desaparece la mayoría de los problemas
en la iglesia. La razón de que tenemos tantos problemas es porque
todos fallamos en nuestra responsabilidad de amor.
La
disciplina paternal
Luego,
hay otro nivel. Gálatas 6:1: “Hermanos, si alguno fuere
sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle
con espíritu de mansedumbre ... no sea que tú también
seas tentado”. Esto se llama disciplina paternal. Según
1ª Juan, en la familia de Dios, hay niños pequeños,
hay jóvenes y hay padres. Hay aquellos que son espiritualmente
más maduros; aquellos que conocen a Dios de una manera más
profunda.
Si
usted ve las cosas más claramente, ha recibido más tratos
de Dios y ha pasado por muchas cosas, aprendiendo sus lecciones, sus ojos
están abiertos, y cuando usted ve a cualquier hermano o hermana
cayendo en alguna falta, ellos no lo perciben, pero usted lo ha experimentado
antes, usted ha pasado por ese camino antes, y sabe lo que es y cómo
salir de él. Es su responsabilidad de amor restaurar a ese hermano.
Usted no puede permanecer indiferente y permitir a ese hermano caer. Tiene
que ir a restaurarlo, pero con un espíritu de mansedumbre. No vaya
a él con arrogancia: “Yo lo sé mejor, tú estás
en falta, arrepiéntete”, como si usted fuera el juez. No,
usted no es mejor que él; es la gracia de Dios.
Dios
no lo ha puesto como juez, no, vaya con un espíritu de mansedumbre.
Humíllese ante su hermano, dígale que también usted
ha pasado por una cosa similar, y lo que el Señor le ha enseñado.
Intente restaurarlo, pero al mismo tiempo sea temeroso de que también
usted no caiga en tentación. A veces cuando usted trata con otro
hermano, usted cae en tentación. Usted está intentando rescatarlo,
pero usted cae en la trampa: se pone enfadado y arrogante, empieza a despreciar
a su hermano. Usted también ha caído. Tenga cuidado de ello.
Esa
es la disciplina paternal. Cómo necesitamos padres y madres en
la Casa de Dios que puedan realmente cuidar de aquéllos que son
débiles y más jóvenes en el Señor.
La
disciplina de la iglesia
Ahora,
si se ejerce disciplina fraternal y paternal en la iglesia, la iglesia
no tiene casi ninguna necesidad de ejercer disciplina. Todo está
cuidado, y así es como debe ser. La disciplina de la iglesia es
el último recurso. Usted no entra livianamente en la disciplina
de la iglesia. ¡Quiénes somos nosotros, pecadores perdonados,
para ponernos como jueces de nuestros hermanos y hermanas! Que ese espíritu
nunca entre en nuestras vidas.
Nosotros
somos tan pecadores como los demás, y cuando se ejerce la disciplina
de la iglesia, no sólo es aplicada sobre cierto hermano o hermana,
sino que al mismo tiempo toda la iglesia está bajo disciplina.
En otras palabras, la iglesia entera está en arrepentimiento, en
un espíritu afligido, dolorido y contrito, porque cuando un miembro
cayó, el cuerpo entero sufrió. Ése es el tipo de
espíritu. No es que un miembro será disciplinado y usted
está de pie justificado ante Dios. Usted está en la misma
posición.
Humíllese
ante el Señor: el fracaso de este hermano es mi fracaso. La iglesia
entera está en ese espíritu, y sólo en ese espíritu
puede ser ejercida la disciplina. Esa es la razón por la cual Pablo
tiene que avivar la conciencia de la iglesia, para disciplinar al hermano
que ha pecado tan gravemente. Ni siquiera el mundo tiene tal pecado, pero
la iglesia piensa que ellos están bien; ellos son liberales y tolerantes,
no tienen cuidado. La iglesia entera necesita estar bajo convicción,
ya que es nuestro descuido, es nuestro pecado. Si un hermano está
en pecado, entonces todos nosotros estamos en pecado y todos nosotros
lloramos ante el Señor. Es en ese espíritu que ese hombre
que no se arrepiente es cortado de la iglesia. Y aun eso es para restauración,
para que su espíritu pueda ser salvado, y él pueda arrepentirse.
Si se arrepiente, recíbalo de vuelta, con amor. Hermanos y hermanas,
esa es la atmósfera de la disciplina de la iglesia.
El
Señor nos ayude y nos permita comprender que necesitamos la disciplina.
Necesitamos que nuestro Padre celestial nos discipline; de otra manera
seríamos bastardos. ¿Le pedirá usted que lo discipline?
Luego, ¡cuánto necesitamos la autodisciplina! Si no, nos
perderemos y detendremos el crecimiento. ¡Y cómo necesitamos
andar con temor y temblor cuando tocamos el tema de la disciplina de la
iglesia, la disciplina del cuerpo! Si hay bastante amor, puede hacerse.
Que
el Señor nos ayude.