*Reflexiones del corazon*

miércoles, 17 de septiembre de 2014

ME ENCANTA LA CAPONATINA CICILIANA



Caponata siciliana. Paso a paso

Caponata siciliana www.cocinandoentreolivos (1)
La caponata es un plato de verduras típico de la cocina siciliana dónde se le denomina capunata. Y como todos los platos tradicionales, tiene muchas variaciones, aunque debe tener como ingredientes principales, tomate, berenjena y vinagre. Puede servirse como guarnición o como plato principal. 
La caponata siciliana es muy similar al pisto español, a la sanfaina catalana,  la kapunata de Malta o a la ratatuille provenzal, en general, elaboraciones que se dan a lo largo de todo el Mediterráneo, diferentes verduras cocinadas con aceite de oliva virgen extra. 
Todo esto es la información que nos da la Wikipedia, pero si nos vamos a la fantástica introducción que nos da Mercado Calabajio, tras sus investigaciones, tendremos claro que que todos estos platos mediterráneos proceden de la cocina árabe. Aunque, no es hasta 1600 cuando los árabes introducen la berenjena desde la India así que sería a partir de este momento cuando la caponata siciliana fuera tomando forma.
Hay muchas recetas de caponata siciliana en la red, la popularizo Jamie Oliver ya que la publicó en su libro sobre cocina Italiana, yo me he basado en esta de Cocina con Ana ya que gracias a ella tenía estos productos tan estupendos, gracias Ana y Antonio. 


Caponata siciliana

Ingredientes
    Caponata siciliana www.cocinandoentreolivos (2)
  • 2 berenjenas
  • 1 pimiento rojo
  • 3 tomates
  • 1 trozo de calabaza
  • 6 pimientos pequeños dulces amarillos y rojos
  • 1 cebolla grande, en mi caso morada
  • 1 puñado de piñones
  • pasas
  • alcaparras
  • 1/2 vasito de vinagre (si os gusta más suave, poned de manzana, o más fuerte de Jerez)
  • 2 cucharadas de azúcar
  • sal
  • aceite de oliva virgen extra

Elaboración
Las verduras
Picamos las diferentes verduras en cubitos, más o menos iguales.
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Ponemos en una cazuela aceite de oliva virgen extra y sofreímos un poco la cebolla.
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Incorporamos todos los pimientos y sofreímos.
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La calabaza y la berenjena con una pizca de sal...
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Los piñones...
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Las pasas...
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El tomate
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Las alcaparras...
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Añadimos el azúcar...
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y por último el vinagre.
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Y dejamos cocinar a fuego medio unos 15 minutos.
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Por último ponemos las aceitunas y un poco de albahaca.
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Ya sólo nos queda servir.

Os animo a hacerla porque está riquísima.
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miércoles, 10 de septiembre de 2014

*NOMBRES PARA TU BEBE CON PODER



*Si estás buscando un nombre para tu bebé que reúna historia, tradición, grandeza y valores, a continuación te presentamos algunas ideas de nombres bíblicos lindos para ponerle a tu bebé. 
*Además esperamos que estos preciosos nombres femeninos y masculinos, inspiren si estás decidiendo el que tendrá vuestro bebé.

Aarón o Aharón

Es un nombre masculino de origen hebreo, significa: “Aquel que habita en la montaña”, “Aquel que es un iluminado”, “Aquel que lleva la luz” o “Aquel que es alto”. El significado de este nombre es hermoso.

 Felipe es un nombre propio y un apellido masculino español que proviene del latín Philippus y este, a su vez, del griego Φίλιππος (Philippos). Etimológicamente, deriva de φίλω (philo=amor) e ιππος (hippos=caballo) significando "amante de los caballos" o "amor al caballo". Una variante es Filipo.


Abraham

Este nombre es perfecto para tu bebé, guiándonos en el Antiguo Testamento, este cita que Dios cambia el nombre de Abram (ab: padre y ram: excelso) por el de Abaham, cuyo significado es: “Aquel que es el padre de multitudes” o “Aquel que es padre de muchos pueblos”.

Saúl es un nombre propio masculino en su variante en español. Procede del hebreo שאול derivado del arameo Shaul y significa «aquel que ha sido pedido al Señor». Ya que el rey Saúl, fue pedido o deseado por su pueblo.
Saúl es uno de los nombres hebreos más bellos, tanto por su forma como por su significado. Del término shaul: "el deseado", "aquel que es solicitado", "el elegido". Saul es el nombre del primer Rey de Israel y de Pablo de Tarso antes de su conversión al cristianismo. Este es un nombre que todavía perdura en nuestros días, pero es desconocido culturalmente y tiene un uso muy poco extendido. 

ABSALÓN Mi padre, Dios, es bienestar.

David es un nombre propio masculino de origen hebreo (דָּוִד) que significa «el amado y querido» o «el elegido de Dios». Es un nombre bíblico que proviene del famoso rey David de Israel.

Andrés es un nombre de origen griego. Deriva del término ανήρ (anēr), genitivo ανδρός (andrós), que indica al hombre como opuesto a la mujer (mientras que hombre en su acepción de humano es άνθρωπος, ánthropos, ανθρώπου, anthrópou); ανήρ puede estar relacionada con la raíz indoeuropea ner que significa hombre, fuerza vital.1 Puede entenderse su significado como hombre fuerte, viril y valiente, y a pesar de la etimología y significado,en español se usa Andrea como forma femenina del nombre.

Alejandro   Auxiliador de Hombres. (Mr. 15:21). 

Adán

Este nombre tiene un significado muy bello: “Aquel que es de la tierra” o “Aquel que es hombre”. Su origen es hebreo, proviene de “Adam”, y es un nombre que queda bien con cualquier apellido. Es una excelente opción para tu bebé.

Jesús

Este nombre es el más popular para niño, su origen es hebreo “Yehoshúah o Joshua”, formado por “yahveh” y la raíz “yz” es salvación; Jesús significa “Aquel que Yahvé es su salvación” o “Aquel que Yahvé es su salvador”.

Gabriel

Es un nombre masculino, derivado de “gbr” (hombre fuerte y valiente) y “El” (Dios), su significado es “Aquel hombre fuerte y valiente de Dios”, “Aquel que es el varón de Dios”, su origen es hebreo.

Betsabé 
 Historia del nombre Betsabé
Nombre de la esposa del rey David y madre de Salomón.
Compuesto del hebreo "bat" que significa "hija de" y "-sêva" que significa "siete", lo que vendría a ser "la séptima hija". 
Significado:
Hija del pacto. De origen hebreo..
heb. Bath-sheba{, "hija del juramento" o "hija del séptimo [día; o sea, del
sábado]").

Berenice o Bernice

Nombre femenino de origen griego “Berenike”, compuesto por “pherein” que significa “portador” y por “Niké” que significa “victoria”. Berenice o Bernice se refiere “Aquella que es portadora de victorias”. Este nombre es hermoso para tu nena, quien seguramente logrará todo lo que se proponga.

Abigail - Padre de Gozo; Padre de Alegria. (1 Sam. 25:13).

El nombre de Ruth se traduce como “amistad” o “compañera” y, la verdad, además de ser un nombre precioso tiene detrás a una mujer digna de admiración.

Noemí  que significa “digna de ser amada” o “agradable” 
 

Diana

El significado de este nombre es bellísimo, pues quiere decir “Aquella que tiene claridad”, “Aquella de naturaleza celestial” o “Aquella de naturaleza divina”, su origen es latino, de raíz indoeuropeo “deieu-”.

Eva

Este nombre es perfecto para tu nena, es de origen hebreo “havva”, y su significado es “Aquella que da vida” o “Aquella que vive o la viviente”. Es un nombre muy femenino y bello.

Julia

Este nombre es el femenino de Julio; su origen es latino “Jules” hijo de Eneas, su significado es “Aquella que pertenece a la familia de Julia” o “Aquella que es nacida en el mes de Julio”.

María

Este es el nombre más popular de los nombres bíblicos, quizás sea por su hermoso significado: “eminencia, excelsa, altura”. Su origen es hebreo “maryam”. Y es perfecto para tu bebé, además se puede combinar con una gran variedad de nombres.
Sin duda elegir el nombre de nuestro bebé resulta muy complicado, pero existen infinidad de opciones, con significados bellísimos, el punto es elegir uno con mucho amor. Aquí te presentamos algunos nombres bíblicos con significados lindos y sobretodo con historia.

lunes, 8 de septiembre de 2014

ACTUEMOS ASI! TERESA DE CALCUTA





a_herz01.gifAma hasta que te duela. Si te duele es buena señal.
A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
La falta de amor es la mayor pobreza.
La revolución del amor comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz.
Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.
No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor.
El dinero sólo puede comprar cosas materiales, como alimentos, ropas y vivienda. Pero se necesita algo más. Hay males que no se pueden curar con dinero, sino sólo con amor.
Nunca prives a nadie de la esperanza, puede ser lo único que una persona posea.
 Ama a Jesús generosamente. Ámale confiadamente y sin mirar hacia atrás, sin temor. Entrégate totalmente a Jesús … Desea amarle mucho y amar el amor que no es amado.  Beata Madre Teresa de Calcuta

LEE! INTERESANTE 'LA IRA DE DIOS'

La Ira de Dios


Introducción

*Más de 400 motoristas se reunieron para dar sus últimos respectos al ‘Abuelo Bob’. Bob Shields, uno de los miembros fundadores de la alguna vez temida pandilla de motociclistas, llamados como los Bandidos, murió de cáncer a la edad de 78 años. Motoristas de mediana edad y mayores, se reunieron para beber cerveza y recordar historias de los buenos viejos tiempos de consumo de drogas, asaltos, terrorismo y asesinato, sin mencionar algunos pecados legales. Lo que me llamó la atención, fue la manera ‘a lo macho’ en que consideraron la muerte y la realidad de un futuro juicio:
“Abuelo, démosles el infierno”, dijo un motorista de barba gris. “En estos momentos, el diablo está en el lado de los desempleados” Se reportó que Lamont, otro motorista miembro de la pandilla y lleno de tatuajes, dijo: “Donde él se ha ido, allí es donde todos iremos algún día, Él sólo nos está esperando”
“No deseo que ningún predicador despotrique ni desvaríe sobre mí”, escribió. “Además, sé que estoy muy abajo, tomando whisky y… en el diablo”34
Desconozco si estos motoristas creen en la existencia del infierno; pero ciertamente no tienen una visión correcta de la ira de Dios. A la mayoría de la gente, no le gusta pensar en absoluto en la ira de Dios, prefiriendo penar y hablar del amor de Dios. Aquellos que sí creen que Dios es tanto un Dios de ira como un Dios de amor, prefieren pensar de Su ira en tiempo pretérito. Al parecer muchos creen que la ira de Dios es una verdad del Antiguo Testamento y que con la venida de Cristo, ahora estamos liberados y sólo podemos hablar en términos del amor de Dios. Esto es un pensamiento erróneo acerca de Dios. A.W. Pink, hace la siguiente observación:
“Es triste encontrar tantos cristianos profesantes, que consideran la ira de Dios como algo sobre lo cual se sienten obligados a hacer una apología o por lo menos, pensar que aquella ira no existe. Aunque algunos no llegan tan lejos como para admitir abiertamente que consideran una vergüenza el carácter Divino, están lejos de mirarlo con deleite; no les gusta meditar en ello y raramente oyen hablar de ella sin un resentimiento secreto que se eleva de sus corazones en su contra. Incluso con aquellos que son más sobrios en su juicio, no pocos se imaginan que existe una severidad acerca de la ira de Dios, que es demasiado aterradora como para considerarla como un tema de contemplación útil. Otros, albergan la ilusión que la ira de Dios no es consecuente con Su bondad y por lo tanto, tratan de hacerla desaparecer de sus pensamientos.
Sí, hay muchos que se alejan de la visión de la ira de Dios, pues piensan que fueron llamados a mirar aluna mancha en el carácter Divino, o alguna tacha en el gobierno Divino. Pero, ¿qué dicen las Escrituras? A medida que nos volvemos a ellas, vemos que Dios no ha hecho intento alguno para ocultar Su ira. Él no está avergonzado de dar a conocer que la venganza y la ira le pertenecen”35
La ira de Dios, no sólo se enseña en la Biblia, también es señalada como una verdad de gran importancia en las Escrituras, tal como A. W. Pink, lo establece en su libro:
“Un estudio de la concordancia, nos mostrará que hay en ella más referencias en las Escrituras a la ira, furia y rabia de Dios, que a Su amor y ternura”36
La ira de Dios es uno de Sus atributos tanto como parte de Él, al igual que muchos de los demás atributos; un atributo que sin el cual Dios sería menos que Dios:
“Ahora bien, la ira de Dios es una de las perfecciones divinas, tanto como Su fidelidad, poder o misericordia. Debe ser así, pues en el carácter de Dios no existe mancha alguna; no existe ni la más mínima imperfección y la habría, ¡si la ‘ira’ estuviera ausente de Él!”37
Si hemos de discutir la ira de Dios, primero debemos definirla. Pink, uno de los estudiosos de los atributos de Dios, define la ira de Dios, de la siguiente manera:
“La ira de Dios es Su repudio eterno a todo lo que no es recto. 
Es el desagrado y la indignación de la equidad divina en contra del mal. Es la santidad de Dios que se ve convulsionada hacia el pecado. Es la causa en movimiento de esa sentencia que Él hace recaer sobre los impíos. Dios se enoja con el pecado, porque éste se rebela en contra de Su autoridad, un mal que se hace a Su soberanía inviolable. Las insurrecciones en contra del gobierno de Dios, originan el conocimiento que Dios es el Señor. Éstas hacen sentir cuán grande es la Majestad que desprecian y cuán espantosa es aquella ira amenazada que las insurrecciones no tomaron en consideración. No significa que la ira de Dios sea una venganza maligna y maliciosa, inflingiendo dolor por su causa o por el dolor recibido. No, aún cuando Dios vengará Su dominio como Gobernador del universo, Él no será un vengador”38
J.I. Packer, nos lleva al diccionario para ver la definición de la ira:
“La ‘ira’ es una antigua palabra que se define como: ‘una rabia e indignación profunda’. ‘Rabia’, es definida como: ‘un desagrado que conmueve y ofende, con un fuerte antagonismo, por un sentimiento de dolor o insulto’. ‘Indignación’, se define como: ‘una rabia recta, provocada por la injusticia y la vileza’. Esa es la ira. Y la Biblia nos dice que la ira es un atributo de Dios”39
Tal vez, la definición más concisa que basta para el propósito de nuestro estudio, sea esta: La ira divina es la ira justa y el castigo de Dios, provocada por el pecado.

La Ira de Dios en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento no sólo habla de la ira de Dios como uno de Sus atributos, también habla de la ira de Dios como parte de Su gloria:
“Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrá ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cundo pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro. Y Jehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste. Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte. Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra. Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová ¡ ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta tercera y cuarta generación” (Éxodo 33:18-34:7).
Para Dios, Su ira no es una vergüenza. Él no necesita sentirse avergonzado, como los hombres, por perder su temperamento. La ira de Dios está unida inseparablemente de Su gloria. Dios trae gloria a Sí mismo, cuando ejercita Su ira.
La ira de Dios es provocada cuando los hombres se rebelan en contra de Su Palabra. Dios sacó a los israelitas de Egipto; les entregó leyes para guiarles y gobernar su comportamiento de manera que fueran un pueblo santo en medio del cual Él pudiera morar. En Deuteronomio 28:1-14, Dios describe las bendiciones que hubieran resultado de la obediencia al pacto que El hizo con ellos en el monte Sinaí. Entre los versículos 15-68, se nos entrega una descripción más extensa y gráfica de Su juicio como consecuencia de haber quebrado este pacto. En el contexto de Deuteronomio 28, vemos claramente que Israel no cumplirá con su parte de este pacto y que serán juzgados. Dios no tolerará el pecado entre Su pueblo más que lo tolerará en otros. Los israelitas estaban destinados a beber de o profundo de la copa de la ira de Dios.
En el Antiguo Testamento, se pueden ver varias instancias en las que se demuestra la ira de Dios. En Números 16, la ira de Dios es vertida sobre Coré, Datán y Abiram y sobre otros 250 que se rebelaron en contra de Moisés, como el líder señalado por Dios (versículos 1-3). Cuando fueron convocados, no asistieron y sus palabras indican que su rebelión era tanto contra Moisés, como contra Dios:
“Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá. ¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente? Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? No subiremos” (Números 16:12-14; palabras en itálica, del autor).
Dios prometió sacar a los israelitas fuera de los límites de Egipto y conducirlos a una tierra “en que fluyera leche y miel” (Éxodo 13:5; ver también Números 13:27). Estos rebeldes vieron a Egipto, su antiguo lugar de residencia, como la tierra de “leche y miel” y la tierra prometida como un desierto estéril. También rechazaron el liderazgo de Moisés y propusieron una forma de gobierno más democrática. Parecía que Dios estaba listo para destruir a toda la nación (Números 16:20-21); pero Moisés y Aarón tenían un mejor conocimiento de Dios, por lo que le solicitaron no derramar Su ira en todos, sino que sólo sobre quienes que eran culpables de rebeldía.
Entonces, Moisés declaró un medio por el cual todos conocerían a quién había nombrado Dios para conducirles:
“Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres, murieron éstos, o si ellos al ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió. Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación. Y todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían: No nos trague también la tierra. También salió fuego de delante de Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso” (Números 16:28-35).
Coré, Datán, Abiram y todos quienes les siguieron, primero fueron quemados hasta morir y después se les dio un funeral indigno, de una forma que nunca había sucedido en la historia —la tierra se abrió tragándolos y después los cubrió. De este modo, Jehová dejó claro que Moisés y Aarón eran los líderes señalados por Él y al mismo tiempo, demostró Su ira justa sobres quienes se habían rebelado en Su contra y en contra de los líderes que Él había nombrado.
En tiempos del Antiguo Testamento, Dios no sólo desplegó Su ira hacia los israelitas rebeldes. También demostró Su ira en contra de los paganos malvados. Destruyó la tierra habitada por medio del diluvio (Génesis 6-9). También destruyó a los impíos de las ciudades de Sodoma y Gomorra (Génesis 19). Y después del éxodo, empleó a la nación de Israel para destruir a los malvados cananitas por su pecado, tal como previamente se lo había señalado a Abraham:
“Mas a la salida del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él. Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15:12-16).
“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronot. Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego” (Deuteronomio 7:1-5).
“Y consumirás a todos los pueblos que te da Jehová tu Dios; no los perdonará tu ojo, ni servirás a sus dioses, porque te será tropiezo” (Deuteronomio 7:16; ver también 20:16-18).
Dios le indicó a Abraham que sus descendientes serían perseguidos en Egipto, durante 400 años (aunque Dios no nombró el lugar) y después Él les llevaría a poseer la tierra. La razón por la demora, por lo menos en parte, fue permitir la iniquidad de los amorreos. Los israelitas debían ser el instrumento de la ira de Dios hacia estos cananeos. No debían mostrar misericordia. Deberían impedir que vivieran. Esto fue para el propio beneficio de Israel. Si se les permitía vivir, con toda certeza se casarían con los israelitas y les enseñarían a pecar, duplicando aquellos pecados por los que Dios estaba derramando Su ira sobre ellos.
Con frecuencia, en el Antiguo Testamento Israel experimentó la ira de Dios, como asimismo los gentiles. Pero hay varios textos en el Antiguo Testamento que hablan de una ira venidera incluso mayor que la que se había visto hasta ese momento:
“Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso. Por tanto, toda mano se debilitará, y desfallecerá todo corazón de hombre, y se llenarán de terror; angustias y dolores se apoderarán de ellos; tendrán dolores como mujer de parto; se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas. He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigare al mundo or su maldad, y a los impíos por su iniquidad, y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que oro de Ofir al hombre. Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira. Y como gacela perseguida, y como oveja sin pastor, cada cual mirará hacia su pueblo, y cada uno huirá a su tierra. Cualquiera que sea hallado será alanceado; y cualquiera que por ellos sea tomado, caerá a espada. Sus niños serán estrellados delante de ellos; sus casas serán saqueadas, y violadas sus mujeres” (Isaías 13:6-16).
Si es usted un estudioso de las Escrituras, deberá haber notado que este gran oráculo de maldición está pronunciado en contra de Babilonia, sobre la cual “el día del Señor” vendrá. Podría parecer que esta profecía se cumple en los tiempos del Nuevo Testamento. Babilonia es juzgada por el celo con el cual esta nación castigó a la nación de Israel. Aún así, este juicio inminente sobre Babilonia, no es sino una sombra del gran “día del Señor”, que es el futuro para la nación de Israel y para todas las naciones que se han rebelado en contra de Dios.

La Ira de Dios en el Nuevo Testamento

Aquellos que aceptan que Dios es un Dios de ira, a veces están ansiosos por ver la ira de Dios como un asunto principalmente del Antiguo Testamento y que ya no es una amenaza para nuestros días. Quieren pensar que con la venida de nuestro Señor Jesucristo, el tema de la ira es en gran manera un asunto de la historia. Pero no es así.
Por cuanto Juan el Bautista fue el último de los profetas del Antiguo Testamento, casi esperamos que hable de la ira divina. Pero cuando Juan habló de la ira que vendría, lo hizo en relación con la venida de Cristo. De acuerdo a la enseñanza de Juan, la ira divina estaba relacionada con la venida del Mesías, de dos formas: Primero, habló del Mesías que venía a experimentar la ira de Dios. Segundo, habló del Mesías como Aquel que ejecutaría la ira de Dios.

Jesús, el Mesías: El que Experimentaría la Ira de Dios

Cuando Juan el Bautista vio por primera vez a Jesús y lo reconoció como el Mesías, habló de Él como “el que cargaba el pecado” y quien debería experimentar la ira de Dios como el “Cordero de Dios”.
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
La expresión: “Cordero de Dios”, a la que Juan se refiere tiene un fuerte respaldo en el Antiguo Testamento. Tenemos el “Cordero de la Pascua”, sacrificado en tiempos del éxodo de Israel desde Egipto (Éxodo 12), que fue un prototipo de nuestro Señor (ver 1ª Corintios 5:7). Tenemos otros sacrificios de corderos que fueron parte de la adoración de Israel (ver Génesis 22:8; Éxodo 13:13; 29:39-41; Levítico 3:7; etc.). En particular, tenemos el “Cordero de Dios”, descrito por Isaías que hace una clara referencia al Mesías, el Señor Jesucristo:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido” (Isaías 53:4-8).
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías 53:10-11).
Esta profecía habla del sufrimiento del Mesías como el que lleva todo el pecado; Aquel en quien se depositan todos los pecados del mundo y por lo tanto, en quien se derrama la ira de Dios. Esto nos permite comprender porqué nuestro Señor estaba tan preocupado al saber que el tiempo de Su sufrimiento y muerte estaba cerca.
“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué dice? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir” (Juan 12:27-32).
Aquí tenemos la razón de por qué el Señor pudo decir en el jardín de Getsemaní: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte...! (Mateo 26:38) y por qué Lucas pudo contarnos que el sudor de nuestro Señor en el Jardín, fue “como gotas de sangre” (Lucas 22:44). ¿Quién más que nuestro Señor conocía la ira de Dios por el pecado y los pecadores? Aún así, fue obediente a la voluntad del Padre: sufrir por esa ira en el lugar que le correspondía al pecador.
El mayor sufrimiento de nuestro Señor se evidenció debido a que fue el objeto de la ira del Padre. La mayor agonía de nuestro Señor, se observa en las palabras registradas en la profecía mesiánica del Salmo 22 y después expresadas por Él mismo mientras estaba en la cruz:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Salmo 22:1; Mateo 27:46).
Una de las verdades más hermosas de la Biblia para el pecador que merece la ira de Dios, se resume en el término teológico: propiciación. La propiciación habla de la santificación de la santa ira de Dios.
“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:24-26).
“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1ª Juan 2:2).
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1ª Juan 4:10).
En un capítulo titulado “El Corazón del Evangelio”, J.I. Packer dice lo siguiente acerca de la propiciación en el contexto de sus comentarios sobre la enseñanza de Pablo en Romanos 3 y 5:
“La ira de Dios hacia nosotros, tanto presente como la venidera, se ha extinguido. ¿Cómo fue esto? Por medio de la muerte de Cristo. “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10). La ‘sangre’ —esto es, la muerte sacrificial— de Jesucristo, abolió la ira de Dios hacia nosotros y nos asegura que el tratamiento que Él tendrá con nosotros para siempre, será propicio y favorable. De aquí en adelante, en lugar de mostrarse Él en contra nuestra, se mostrará a Sí mismo favorable en nuestra vida y experiencia. Entonces, ¿qué expresa la palabra ‘propiciación... por Su sangre? En el contexto del argumento de Pablo, expresa precisamente este pensamiento: que por Su muerte sacrificial por nuestros pecados, Cristo pacificó la ira de Dios”.40
La propiciación significa que la ira de Dios ha sido apaciguada por todos los que han confiado en Jesucristo. Las buenas nuevas del evangelio, es que aquellos que han puesto su fe en el Señor Jesús como el “Cordero de Dios”, ya no están bajo la sentencia de la ira divina:
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:1-10).
“Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1ª Tesalonicenses 1:9-10).
“Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1ª Tesalonicenses 5:9).

Jesús el Mesías: El que Ejecuta la Ira Divina

Juan el Bautista fue el último profeta del Antiguo Testamento y el que tuvo el privilegio de presentar a Jesús como el Mesías de Israel. Cuando Juan habló del Mesías que vendría, habló del que vendría como Aquel que ejecutaría la ira divina:
“Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haces, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos de Abraham aún de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por lo tanto, todo árbol que no de buen fruto es cortado y echado en el fuego. Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:5-12).
Aún cuando el propósito principal de la venida de nuestro Señor, no era ejecutar la ira de Dios, Jesús manifestó ira (la de Dios), en varias ocasiones. Se enojó por la forma en que los líderes religiosos judíos habían comercializado la adoración en el templo, por lo que Él sacó a los cambistas de ese lugar, tanto en el principio de Su ministerio público (Juan 2:13-17) como al final (Mateo 21:12-13). También tuvo algunas palabras muy severas de reproche para los escribas y fariseos. Las ‘maldiciones’ de este texto, son una manifestación de la ira divina:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mateo 23:28-39).
Hay algo especialmente significativo con relación a las palabras de Jesús en estos versículos, que nunca había notado anteriormente. Los hombres no sólo serán el objeto de la ira de Dios por su propio pecado al rechazar a Cristo como el Mesías, sino que también serán culpables de los pecados de sus antecesores. ¿Cómo es esto? Los santos del Antiguo Testamento, esperaban la venida del Mesías a través de quien Dios expiaría el pecado (ver Juan 8:56). Los profetas del Antiguo Testamento hablaron de la venida del Mesías (ver Deuteronomio 18:15; Isaías 52:13-53-12; Malaquías 4). Los escribas y fariseos decían honrar a estos santos de la antigüedad y sin embargo, negaban a Aquel en quien los santos depositaban su fe. Es así que aquellos que rechazan a Cristo como el Mesías, se disocian de los santos de la antigüedad y se identifican con los que rechazaron, persiguieron y mataron a los santos y profetas de la antigüedad. Al rechazar a Jesús como el Mesías, se identifican con los que mataron a los justos y así se hicieron culpables tanto de los pecados pasados de los judíos incrédulos como de los propios. Aquí tenemos un pensamiento digno de reflexión.
Jesús advirtió a quienes se inclinaban a juzgar en base a las apariencias externas (Lucas 16:15). Les sugiere que no consideren todas las calamidades terrenales como manifestación de la ira divina y de que aquellos que sufren demasiado deben ser culpables de grandes pecados:
“En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilatos había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:1-5)
Los desastres no son necesariamente manifestaciones de la ira divina (a no ser que se especifique como tal), de la misma manera que la prosperidad no debe interpretarse como una prueba de la piedad. Los sufrimientos de los hombres en esta vida, no son necesariamente proporcionales a sus bendiciones o a sus sufrimientos en la eternidad, tal como lo deja claramente establecido, la historia del hombre rico y de Lázaro.
“Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lea entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas, ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá, Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:15:22).
“Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en un día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24:48-51; ver también el Capítulo 25).
“Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que están encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:20-28).
Esta gran ira futura de Dios es necesaria y cierta, debido a los hombres rechazan la provisión que Dios ha hecho para los pecadores en la muerte sacrificial de Cristo en el Calvario:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3:16-21).
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
La solución al problema del pecado y al juicio, es el arrepentimiento, reconocer el pecado de cada uno confiar en el Señor Jesucristo quien ha recibido la ira de Dios en lugar del pecador.
“Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habó Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. Porque Moisés dijo a los padres: El señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3:18-23).
Si los hombres desean evitar la ira de Dios, deben arrepentirse y confiar en el que llevó la ira de Dios en el monte Calvario. Los que rechazan la provisión de Dios para el perdón y salvación, deberán enfrentar la ira de Dios, un juicio mucho más grande que el que se ha visto nunca. Esta es la ira de la cual habla el Libro del Apocalipsis:
“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudido por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:12-17).
“Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino un úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen. El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar. El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. También oí a otros, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos. El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:1-11).
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:11-16).
La ira de Dios con los impíos es grande. Los hombres la merecen. Y no hay escapatoria. Los hombres saben que la ira que cae sobre ellos, viene de Dios; un juicio sobre sus pecados. Y aún así, nadie se arrepiente. El tiempo para arrepentirse, ya pasó. Aquellos que eligieron rechazar el sacrificio de Cristo por sus pecados, ahora deben ser juzgados según sus obras. Es un sino terrible; pero es el que estos pecadores merecen absolutamente. La ira divina no es sólo un fenómeno del Antiguo Testamente; es una certeza de profecía bíblica. A los hombres se les conmina a tener prisa y a arrepentirse mientras todavía haya tiempo para escapar de la ira de Dios, teniendo fe en Cristo.
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31).

Conclusión

Deducciones de la Ira Divina

La deducción más obvia de la doctrina bíblica de la ira divina, es que los pecadores necesitan arrepentirse de su pecado en forma desesperada y depositar su fe en Cristo, quien recibió la ira de Dios por sus pecados en el Calvario. Permítanmelo hacerlo más personal. Sus pecados, ¿han sido perdonados o su destino es sucumbir ante la ira de Dios? La solución es tan simple como reconocer su pecado en confiar en la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo en su lugar.
“Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10:6-11).
Una vez que hemos puesto nuestra fe en Jesucristo para nuestra salvación, tenemos esto para confiar:
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Romanos 5:9).
La doctrina bíblica de la ira de Dios, debe ser una motivación para evangelizar; advertir a los perdidos de la inminente ira de Dios e instarlos a ser salvos.
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase delos muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:44-47).
“Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias” (2ª Corintios 5:11).
“A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvado, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aún la ropa contaminada por su carne” (Judas 1:22-23).
Al evangelizar, no tratemos de hacer lo que algunos hacen: mostrar el evangelio más agradable. No evitemos los aspectos negativos del evangelio. Proclamemos el evangelio en su totalidad, buscando más agradar a Dios que a los hombres (ver 2ª Corintios 2:14-17; 4:1-2; 5:11; Gálatas 1:6-10). Sabemos que Él prometió “convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8-11) y de esta manera enfocar nuestro mensaje en el pecado, en la justicia y en el juicio, tal como lo hizo Pablo (ver Hechos 17:30-31; 24:25).
La doctrina de la ira de Dios es un incentivo para que los cristianos vivan una vida santa. Nuestro máximo deseo debería ser agradar a Dios (ver 2ª Corintios 5:9) y esto lo podremos hacer en la medida que nuestro objetivo sea la santidad y alejarnos del pecado:
“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aún se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios 5:3-7).
“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis al Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1ª Pedro 1:14-19).
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2ª Pedro 3:10-14).
La ira de Dios es un recordatorio de Su santidad y una medida del odio que siente Dios por el pecado. La ira de Dios es vertida sobre los impíos que la provocan. La inmensidad de la ira de Dios hacia el pecado, es un índice de Su santo odio por el pecado. Nosotros también debiéramos sentir lo mismo.
La ira de Dios debiera hacernos sentir incómodos frente al pecado. Además, nunca debiéramos olvidar que nuestro pecado tuvo como resultado el sufrimiento y la agonía de nuestro Señor en quien Dios derramó Su ira. Pensar livianamente sobre el pecado, es considerar livianamente el sufrimiento de Cristo. Pecar voluntariamente, es llegar peligrosamente cerca de crucificar nuevamente al Hijo de Dios (Hebreos 6:6).
La doctrina de la ira de Dios, nos instruye en que no debemos rozar a los impíos. Mientras ellos aparentemente se sienten bien en su maldad, están cayendo bajo la ira de Dios.
“Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí. Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizadores; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia” (Salmo 73:16-20).
“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:17-21).
“Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2ª Pedro 2:9).
Tomemos seriamente la doctrina de la ira de Dios. No seamos negligentes con ella ni la escondamos. Mirémosla como una parte de la bondad y de la gloria de Dios. Que esta doctrina de la ira de Dios, sea un incentivo para el evangelismo y para la proclamación de la pureza del evangelio, que incluye el pecado, la justicia y el juicio. Para la gloria de Dios y para nuestro bien, que esta doctrina sea la base para una vida santa para todos nosotros.
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aún después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. Porque no os habéis acercado el monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aún una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparan aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:14-29).

Apéndice
Características de la Ira Divina

(1) La ira divina es muy diferente de la ira del hombre (Santiago 1:20)
(2) La ira de Dios, siempre está de acuerdo con los estándares establecidos en la Escritura para el comportamiento del hombre y de las advertencias que Dios ha dado a la desobediencia (Deuteronomio 29:26-28; 30:15-20; 2 Samuel 12:9-10; 2 Reyes 22:10-13; 24:2; 2 Crónicas 19:8-10; 34:18-28; 36:15-16; Jeremías 22:11-12; 44:2-6).
(3) La ira de Dios está de acuerdo con las obras de los hombres. La ira de Dios está siempre en proporción directa con el pecado del hombre. (Salmo 28:4; Isaías 59:18; Jeremías 17:10; 25:14; Ezequiel 20:44; 24:14; 36-19).
(4) La ira de Dios es lenta y controlada; no es repentina ni explosiva. (Éxodo 34:6; Números 14:18).
(5) La ira de Dios viene después de la advertencia de juicio (ver por ejemplo, las advertencias dadas a los hombres en los días de Noé [Génesis 6-9] y en los días de Sodoma y Gomorra [Génesis 19] y en todo el Antiguo Testamento, por medio de los profetas).
(6) La ira de Dios siempre es provocada por el pecado del hombre (Deuteronomio 4:25; 9:18; Jeremías 25:6-7; 32:32)
(7) La ira de Dios no se ejercita en el pecado, sino en la justicia (Romanos 2:5; Santiago 1:19-20)

34 “Despedida de los motoristas a los co-fundadores de la pandilla Bandido”, The Dallas Morning News, Abril 17, 1994, p. 12D.
35 A.W. Pink, The Attributes of God, (Swengel Pa.: Reiner Publications, 1968 [Reprint]), p.75.
36 Ibid, p.75.
37 Ibid., p. 75.
38 Ibid., p. 76.
39 J.I. Packer, Knowing God (Downers Grove, Illinois: Inter-Varsity Press, 1973), p. 134.
40 Ibid. P. 165.
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DIOS! La rectitud (o justicia), es la expresión Su santidad ...

La Justicia de Dios

Introducción

La justicia de Dios, uno de los atributos más notables de Dios en las Escrituras, es también uno de los más evasivos. Para empezar, separar la rectitud de Dios de Su santidad o de Su bondad, pareciera ser difícil. Además, la rectitud de Dios, es virtualmente un sinónimo de Su justicia:
“Aún cuando la palabra más común para justo en el Antiguo Testamento significa ‘recto’ y en el Nuevo Testamento, la palabra significa ‘igual’, en un sentido ético ambas significan ‘recto’. Al decir que Dios es justo, estamos diciendo que Él siempre hace lo que está correcto, lo que debe hacerse y en forma consistente, sin parcialidad ni prejuicios. La palabra justo y la palabra recto, son idénticas tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. A veces, los traductores le dan preferencia a la palabra ‘justo’ y otras a la palabra ‘recto’, sin razón aparente (cf. Nehemías 9:8 y 9:33, donde es usada la misma palabra). Pero cualquiera sea la palabra que usan, esencialmente significan lo mismo. Está relacionada con las acciones de Dios. Su significado siempre es recto y justo.
La rectitud (o justicia), es la expresión natural de Su santidad. Si Él es infinitamente puro, quiere decir que debe oponerse a todo pecado y esa oposición debe demostrarse en el tratamiento que Él da a Sus criaturas. Cuando leemos que Dios es recto o justo, se nos está asegurando que Sus acciones hacia nosotros, están en completo acuerdo con Su naturaleza santa”30_ftn1
Estas palabras de Richard Strauss, nos llevan muy cerca de una definición concisa de la justicia. La justicia en relación con los hombres, es el sometimiento que tienen hacia un estándar. Contrariamente, Dios no está sujeto a nada fuera de Él. Nadie declara esto mejor que A.W. Tozer:
“A veces, se dice: ‘La justicia necesita que Dios haga esto’, refiriéndose a alguna acción que sabemos que Dios llevará a cabo. Esto es un error, tanto en la forma de pensar como en la de hablar, pues esto postula un principio de justicia fuera de Dios, que le exige actuar de una determinada forma. Por supuesto que no existe tal principio. Si existiera, éste sería superior a Dios, pues sólo un poder superior puede exigir obediencia. La verdad es que no existe tal cosa y jamás existirá algo fuera de la naturaleza de Dios que lo mueva en el más mínimo grado. Todas las razones de Dios, provienen de adentro de Su ser no creado. Nada ha entrado en el ser de Dios de la eternidad; nada ha sido removido y nada ha sido cambiado.
Cuando la justicia es usada por Dios, es un nombre que damos a lo que Dios es, nada más y cuando Dios actúa con justicia, Él no lo está haciendo para ajustarse a un criterio independiente, sino que simplemente actúa en Sí mismo en una situación dada… Dios es Su propio principio auto-existente de equidad moral y cuando Él sentencia a los impíos o recompensa a los rectos, simplemente Él actúa como Él mismo, de adentro; sin ninguna influencia que no sea Él mismo”31_ftn2
Entonces, debemos decir que la rectitud de Dios es evidente en la forma que Él actúa consecuentemente con Su propio carácter. Dios siempre actúa en forma recta. Cada uno de Sus actos es consecuente con Su carácter. Dios es siempre ‘divinamente’ consecuente. Dios no se define con el término ‘recto’más bien este término es definido por Dios. Él no es medido por el estándar de la rectitud; Dios estable el estándar de la rectitud.

Abraham y la Rectitud de Dios
(Génesis 18:16-33)

“Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco”.
La rectitud de Dios es introducida en la Biblia, en los primeros capítulos del Libro de Génesis. Este atributo es la base de la súplica que Abraham le hace a Dios, por las ciudades de Sodoma y Gomorra. Aquí, Dios es descrito antropomórficamente (en términos humanos), como alguien que ha oído “el clamor contra Sodoma y Gomorra” (versículo 20). Me pregunto de dónde vino ese clamor. Una posibilidad muy viable, es “…libró al justo Lot… quien afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (ver 2ª Pedro 2:6-8).
En la terminología judicial de nuestros días, Dios no deseaba actuar sólo sobre la base de lo que se decía. Su intención fue “ir” a esos lugares y ver por Sí mismo si estas acusaciones eran verdaderas. Ahora bien, sabemos que Dios es omnisciente. Lo sabe todo. No necesitaba ‘hacer un viaje a Sodoma y Gomorra’ para ver si estas ciudades eran realmente perversas. Sabía que lo era. Pero desde nuestro punto de vista, Dios quiere que sepamos que Él actúa justamente. Él actúa en base de la información que ya conoce personalmente. Así, cuando Dios juzga a las ciudades, lo hace con plena justicia, pues eran verdaderamente perversas.
Me parece muy interesante que los versículos 17-21 preceden a la intercesión de Abraham por estas ciudades. Dios sabía lo que haría. Lo que se proponía hacer, era recto y justo. Pero quería que Abraham tomara parte en ello. Si Dios iba a actuar justamente, simplemente lo estaba haciendo consecuentemente con Su carácter. Pero involucrar a Abraham, también era ser consecuente con el pacto que había suscrito con él y con la meta de este pacto. El propósito de Dios de haber llamado a Abraham y de haber hecho un pacto con él, está escrito en los versículos 17-19:
“Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Génesis:17-19; palabras en itálica, del autor).
El propósito de Dios de llamar a Abraham y de hacer un pacto con él, fue para Abraham, mantener los métodos de Jehová haciendo lo recto y justo en aquellas ciudades y enseñar a su descendencia hacer lo mismo. La rectitud es el propósito divino de Abraham y de su descendencia.
Cuando Dios le informó a Abraham que pensaba destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra, éste comenzó a interceder por ellas. Su preocupación era por los justos que podrían vivir en esas ciudades. ¿Cómo Dios podría destruirlas si en ellas vivían hombres y mujeres rectos? Si Dios destruyera tanto a los impíos como a los rectos sin distinción, entonces Él no estaría actuando con rectitud o justicia. Y ciertamente, Dios, como “el Juez de toda la tierra”, debe actuar con justicia (versículo 25).
Abraham comienza a interceder con Dios, a favor de los rectos. Empezando con 50 justos, Abraham le pide a Dios que no destruya estas ciudades si en ella se pudieran encontrar a 50 rectos. Eventualmente, Abraham se vio capacitado (aparentemente así fue) para rebajar el número requerido de justos, hasta llegar a diez (versículo 32). Pero Dios en Su justicia, no actuaría en contra de los impíos de una forma tal que perjudicara a los rectos también. No se compadeció de Sodoma y Gomorra; pero sí lo hizo con Lot y su familia rescatándolos de la ciudad de Sodoma, ante que los ángeles la destruyeran.
Vemos en el Libro de Génesis, el propósito de Dios de llamar a Abraham y a su descendencia: formar un pueblo cuya característica fuera la rectitud y la justicia. Dios no sólo se mostró a Sí mismo recto y justo. También trabajó en la vida de Abraham para demostrar que él era un hombre que amaba la rectitud y la justicia.

La Rectitud de Dios y la Nación de Israel

La rectitud de Dios se observó en todo Su relación con la nación de Israel.
“Entonces Samuel dijo al pueblo: Jehová que designó a Moisés y a Aarón, y sacó a vuestros padres de la tierra de Egipto, es testigo. Ahora, pues, aguardad, y contenderé con vosotros delante de Jehová acerca de todos los hechos de salvación que Jehová ha hecho con vosotros y con vuestros padres” (1 Samuel 12:6-7).
La rectitud de Dios en Su relación con la nación de Israel, tiene varias manifestaciones:
(1) Dios revela Su rectitud, dando a conocer Su voluntad y Su palabra al mundo, a través de la nación de Israel.
“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque, ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” (Deuteronomio 4:5-8; ver también Salmo 33:4).
Dios se relaciona con los hombres sobre la base de lo que Él les ha revelado. A menudo le dice a los hombres lo que hará antes del evento, de manera que supieran que Dios es Dios y que Él ha cumplido con lo que ha prometido:
“Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21).
Lo que Dios no ha revelado, no requiere ser conocido (ver Deuteronomio 29:29). Todo lo que es necesario para “participar de la naturaleza divina” nos ha sido revelado (ver 2ª Pedro 1:4), por lo que estamos completamente equipados (2ª Timoteo 3:14-17).
(2) Dios revela Su rectitud, instruyendo a los hombres en Su palabra.
“Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores del camino” (Salmo 25:8).
A menudo esta instrucción a través de los sacerdotes levitas (Levítico 10:11; Deuteronomio 24:8; Nehemías 8:9; 2 Crónicas 17:7-9), o a través de profetas como Moisés (Deuteronomio 4:1, 5, 14; Éxodo 18:20).
(3) Dios revela Su rectitud, cumpliendo Sus promesas.
“Y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo” (Nehemías 9-8; énfasis del actor).
(4) Dios revela Su rectitud, juzgando a los enemigos de Israel.
“Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos” (Éxodo 9:27).
“Delante de Jehová que vino; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad” (Salmo 96:13).
De la misma manera, Dios se muestra a Sí mismo como recto, cuando juzga a la nación de Israel debido a su pecado y desobediencia:
“Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él. Y por cuanto se habían rebelado contra Jehová, en el quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén, con mil doscientos carros, y con sesenta mil hombres de a caballo; mas el pueblo que venía con él de Egipto, esto es, de libios, suquienos y etíopes, no tenía número. Y tomó las ciudades fortificadas de Judá, y llegó a Jerusalén. Entonces vino el profeta Semaías a Roboam y a los príncipes de Judá, que estaban reunidos en Jerusalén por causa de Sisac, y les dijo: Así ha dicho Jehová: Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en manos de Sisac. Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es Jehová” (2 Crónicas 12:1-6)
“Oh Jehová Dios de Israel, tú eres justo, puesto que hemos quedado un remanente que ha escapado, como en este día. Henos aquí delante de ti en nuestros delitos; porque no es posible estar en tu presencia a causa de esto” (Esdras 9:15).
“Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos” (Daniel 9:7-8).
(5) Dios revela Su rectitud, en la forma que gobierna.
“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino” (Salmo 45:6).
“Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmo 89:14; ver también Salmo 97:2).
(6) Dios revela Su rectitud, en Su odio y en Su ira.
“Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece” (Salmo 11:5).
“Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días” (Salmo 7:11).32
(7) Dios revela Su rectitud, en la protección entregada a los pobres y a los afligidos.
“Yo sé que Jehová tomará a su cargo la causa del afligido, y el derecho de los necesitados” (Salmo 140:12; ver también Salmo 12:5; 82; 116:6ss.).
(8) Dios revela Su rectitud, cuando muestra Su misericordia y compasión.
“Clemente es Jehová, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios” (Salmo 116:5).
“Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él” (Isaías 30:18).
(9) Dios revela Su rectitud, al salvar a los pecadores.
“Jehová ha hecho notoria su salvación; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo. Jehová ha hecho notoria su Salvación; a vista de las naciones ha descubierto su justicia. Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios” (Salmo 98:2-3).
“Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías 53:11).
Creo que este es un aspecto muy significativo de la rectitud de Dios. Él es recto cuando salva a los pecadores. Con tanta frecuencia pensamos que la rectitud de Dios se revela en Su juicio a los pecadores y en Su misericordia al salvarlos. Las Escrituras enseñan que la rectitud de Dios es la causa de ambas: la condenación y la justificación. Es tanto justo al salvar a los pecadores como misericordioso y compasivo. Dios es recto en todas las relaciones que sostiene con los hombres; en realidad en todo Su quehacer.
La rectitud y la justicia de Dios, no son un asunto secundario, sino de vital importancia. La rectitud y la justicia de Dios, es el principio que guía al pueblo de Dios. Cuando los profetas del Antiguo Testamento, intentaron resumir la esencia de la enseñanza del Antiguo Testamento, con relación a la conducta del hombre, concluyeron que los hombres deberían practicar la rectitud o justicia:
“Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Y si me ofreciereis vuestras solemnidades y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré las ofrendas de paz de vuestros animales engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo”. (Amós 5:21-24).
“¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6-8).
Al resumir lo que era la misma esencia de la Ley del Antiguo Testamento, Amós y Miqueas hablan primero de la justicia y de la rectitud de Dios. Dios no está interesado en que haya un obedecimiento legalista de la Ley, aunque haciéndolo se pudiera hacerse recto a sí mismo. Dios tiene interés en que el hombre busque conocer Su corazón y agradarle haciendo aquello en lo cual Él se deleita y que Él hace.

La Justicia de Dios en el Nuevo Testamento

Si la rectitud y la justicia son el corazón de la Ley del Antiguo Testamento, también son el corazón de la disputa entre Jesús y los escribas y fariseos.33 En el principio mismo de Su ministerio terrenal, Jesús comenzó a contrastar Su interpretación de las enseñanzas del Antiguo Testamento sobre la rectitud con la que impartían los escribas y los fariseos. En realidad, Jesús no dio una ‘nueva’ interpretación de la justicia o de la Ley, más bien quiso reestablecer la comprensión adecuada de la justicia, tal como la Ley y los profetas la enseñaba. De esta manera, Jesús usó la fórmula reiteradamente: “Oísteis que fue dicho…” (Lo que los escribas y fariseos enseñaban…). “Pero yo os digo…” (Lo que el Antiguo Testamento pretendía enseñar, es…).
Los escribas y los fariseos creían que ellos determinaban el estándar de la rectitud. Creían que ellos, entre todos los hombres, eran justos. Jesús los impactó en gran manera, cuando dijo:
“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Marcos 5:20).
Estaba claro que si los escribas y fariseos no eran capaces de mostrar justicia suficiente por sí mismos, nadie podría. El estándar de la justicia que la Ley presentaba, era aún mayor que la de los escribas y fariseos. Nadie era lo suficientemente justo para llegar al cielo. Qué golpe para los que se creen santos, que pensaban que ya tenían sus sillones preparados en el reino.
Si Jesús impactó a Su audiencia al decir que quienes eran aparentemente los más rectos, no entrarían en el reino con esa clase de rectitud, Él también los impactó al decirles quienes serían ‘bendecidos’ con la entrada al reino: aquellos que tanto los escribas como los fariseos pensaban que eran indignos del reino. Los bendecidos no eran los escribas y fariseos, sino los ‘pobres de espíritu’, ‘los que lloran’, ‘los mansos’, ‘los que tienen hambre y sed de justicia’, ‘los misericordiosos’, ‘los de limpio corazón’, ‘los pacificadores’ y ‘los que padecen persecución por causa de la justicia’; es decir por causa de su relación con Jesús (Mateo 5:3-12).
Jesús enseñó que la justicia verdadera, no es la que el hombre considera como tal en relación con su apariencia externa, sino la que hace Dios basado en la evaluación del corazón:
“Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominable” (Lucas 16:15).
Los escribas y fariseos, quienes pensaban que eran sabios debido a la rigurosa preocupación que daban a asuntos externos, comprobaron lo que creían se oponía completamente a los juicios de Jehová:
“Así también vosotros por fuera, a la verdad. Os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificareis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar” (Mateo 23:28-35).
En el Sermón del Monte, Jesús hizo advertencias sobre las cosas externas y el ceremonialismo.
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1).
De acuerdo a Jesús, la rectitud verdadera es absolutamente diferente de la rectitud de los escribas y fariseos. La rectitud falsa, es medida por los hombres basados en lo externo. La rectitud es juzgada como tal, por Dios de acuerdo a Su Palabra. Por lo cual, los hombres deben tener cuidado al intentar juzgar la rectitud de los demás (ver Mateo 7:1). Aquellos cuyas obras indican que eran rectos, eran aquellos a quienes Dios no los reconoció como hijos Suyos (Mateo 7:15-23). Aquellos que aparentemente eran rectos, no lo eran y aquellos que no parecían serlo según el judaísmo de esos días, bien pudieron haberlo sido.
No es de sorprender entonces, que Jesús no fue considerado como recto por muchos judíos, sino como un pecador.
“Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer esas señales? Y había disensión entre ellos” (Juan 9:16).
“Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” (Juan 9:24-25).
La gran división que se produjo entre los judíos, estaba por sobre si Jesús era o no un hombre pecador (ver Juan 10:19-21).
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, no dejan duda alguna en nuestras mentes sobre si el Señor Jesús era justo. El profeta Isaías hablo del Mesías que habría de llegar, como “El Justo”, quien “justificará a muchos” (Isaías 53:11). Jeremías hablo de Él, como “el Renuevo Justo” (Jeremías 23:5). Cuando Jesús fue bautizado, fue para “cumplir toda justicia” (Mateo 3:15). Tanto la mujer de Pilatos (Mateo 27:19), como el soldado al pie de la cruz (Lucas 23:47), reconocieron Su justicia en el momento exacto en que los hombres le estaban condenando.
De la misma manera los apóstoles fueron testigos de la justicia de Cristo.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1ª Juan 2:1).
“Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1ª Juan 2:29).
La justicia de Dios es particularmente importante en relación con la salvación. En Romanos 3, Pablo señala que Dios no sólo justifica a los pecadores (esto es, Él los declara justos); sino que también se demuestra que es justo (recto) en el proceso:
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto en su paciencia los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin obras de la ley” (Romanos 3:21-28).
Los hombres han fracasado en vivir según el estándar de justicia establecido por la Ley (Romanos 3:9-20). Dios es justo al condenar a todos los hombres a la muerte, pues todos sin excepción, han pecado y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Todos los hombres merecen la muerte, debido a que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Dios es justo al condenar a los impíos.
Pero Dios también es justo cuando salva a los pecadores. Como lo expresa Pablo, Él es “justo y justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 6:26). ¿Cómo es esto? Dios es justo porque Su ira justa ha sido satisfecha. La justicia se cumplió en la cruz del Calvario. Dios no rebaja los cargos contra los hombres; Él no cambió el estándar de la rectitud. Dios vertió toda de Su ira justa sobre Su Hijo en la cruz del Calvario. En Él, se cumplió la justicia. Todos los que en Él creen por fe, son justificados. Sus pecados son perdonados, porque Jesús pagó el precio en totalidad; Él sufrió toda la ira de Dios, en lugar del que pecó. Y los que rechazan la bondad y misericordia de Dios en el Calvario, deben pegar el precio de sus pecados, porque no aceptaron el pago que Jesús hizo por ellos.
La cruz del Calvario, cumplió una salvación justa para todos los que la recibieron. Pero también sabemos que sólo aquellos a quien Dios ha elegido —los ‘elegidos’— se arrepentirán y creerán en la muerte de Cristo por ellos. Esto origina otra pregunta con relación a la justicia divina. Después de haber enseñado claramente la doctrina de la elección divina, Pablo pregunta cómo se concilia la elección con la justicia divina y después da la respuesta:
“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: en Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jehová amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo a los judíos, sino también a los gentiles?” (Romanos 9:6-24).
Se asume que la elección divina ha sido enseñada por Pablo, como un hecho bíblico. Si no fuera así —tan claro como lo es— Pablo no se hubiera referido al tema. Y si la elección no existiera, simplemente él se hubiera sacado de encima la pregunta, considerándola ilógica e irrazonable. Pero Pablo asume la verdad de la elección y la posibilidad que algunos pudieran objetar considerando que ésta haría que Dios fuese injusto. Lo primero que hace Pablo, es censurar a los que se atrevan a juzgar a Dios y pronunciarse sobre su justicia. ¿Cuán presuntuoso puede ser el hombre? ¿Puede Dios pararse frente al estrado para ser juzgado por el hombre? ¡Por supuesto que no!
Como se ve en el Capítulo 3, Dios ha actuado justamente al condenarnos a todos y en Cristo, aquellos que fueron justificados han sido castigados y después elevados a una novedad de vida. También es Dios recto al juzgar a todos aquellos que han rechazado Su oferta de salvación en Cristo. Dios sería injusto, sólo si dejara de lado la justicia sin que ésta sea cumplida en Cristo, ya sea por Su muerte sacrificial en Su primera venida o por Su juicio al mundo no creyente en Su segunda venida.
La gracia divina, la gracia por medio de la cual Dios salva a los hombres de sus pecados, no se alcanza sobre la base de los méritos de los hombres, sino a pesar de los pecados del hombre. La gracia, como después la analizaremos en otros mensajes, es conferida soberanamente. Dios sería injusto, sólo si no derramara Sus bendiciones sobre los hombres que la merecieran. Por cuanto Dios es libre para otorgar bendiciones no merecidas a cualquier pecador. Él puede elegir; Dios no es injusto al salvar al peor de los pecadores y al no elegir para salvación a otros pecadores. Dios no le debe la salvación a nadie y por tanto, Él no es injusto por salvar a algunos y no elegir a otros.
Las buenas nuevas del evangelio, es que la salvación por la gracia se ofrece a todos los hombres y por medio de la justicia de Jesucristo, los hombres pueden ser perdonados de sus pecados y ser considerados rectos:
“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2ª Corintios 5:20-21).

Conclusión

Si el pecado es la manifestación de nuestra injusticia y sólo podemos ser salvos a través de una justicia que no es nuestra —la rectitud de Cristo— entonces el pecado extremo es la auto-justicia. Jesús no rechazó a los pecadores que vinieron a Él buscando misericordia y salvación; Él rechazó a aquellos que eran demasiado rectos (a sus propios ojos), para necesitar justicia. Jesús vino para salvar a los pecadores y no a los que eran justos a sus propios ojos. Nadie está demasiado perdido como para no ser salvo. En los Evangelios, aquellos que creían ser los más rectos, fueron los con nuestro Señor juzgó como malvados e impíos.
Si nos encontramos entre quienes han reconocido su pecado y confiaron en la rectitud de Cristo para nuestra salvación, la rectitud de Dios es una de las verdades más grandes y consoladoras que debiéramos abrazar. La justicia de Dios significa que cuando Él establezca Su reino en la tierra, será un reino caracterizado por la justicia. Él juzgará a los hombres en rectitud y reinará en rectitud.
No necesitamos preocuparnos por los malvados de nuestros días, que al parecer salen adelante con el pecado. Si amamos la rectitud, ciertamente no nos atreveremos a envidiar a los malvados, cuyo día del juicio les espera (ver Salmo 37; 73). Su día del juicio, les está llegando rápidamente y la justicia prevalecerá.
Si estamos concientes que la verdadera rectitud no debe ser juzgada de acuerdo a los estándares externos y legalistas y que el juicio le pertenece a Dios, no nos atreveremos a preocuparnos de juzgar a los demás (Mateo 7:1). También debemos considerar que el juicio comienza en la casa de Dios y por lo tanto, debemos estar prontos a juzgarnos a nosotros mismos sin obviar aquellos pecados que son una ofensa a la rectitud de Dios (ver 1ª Pedro 4:17; 1ª Corintios 11:31).
La doctrina de la rectitud de Dios, significa que nosotros, como Sus hijos (si es usted cristiano), debemos buscar imitar a nuestro Padre celestial (5:48). No debemos buscar la venganza en contra de aquellos que pecaron en contra nuestra; debemos dejar la venganza a Dios (Romanos 12:17-21). Más que buscar quedar igualados, suframos la injusticia del hombre, al igual que nuestro Señor Jesús, que Dios pueda llevar a nuestros enemigos al arrepentimiento y a la salvación (Mateo 5:43-44; 1ª Pedro 2:18-25). Y oremos, tal como nos lo instruyó, para que en el día cuando la rectitud reine, sea posible:
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10).

30 Richard L. Strauss, The Joy of Knowing God, (Neptune, New Jersey: Loizeaux Brothers, 1984), p. 140.
31 A.W. Tozer, The Kingdom of the Holy, pp. 93-94.
32 Cuando Dios está enojado, también es justo. La Biblia no enseña: “No te enojes y peca”. Más bien enseña que hay momentos en debemos enojarnos (al igual que Dios); pero no dejemos que la ira nos conduzca al pecado. Existe una ira santa, que no es pecado. A veces pecamos por no enojarnos contra el pecado.
33 Ver, por ejemplo Mateo 23; Lucas 16:15; Filipenses 3:1-11.
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Reflexión:
Parte de vivir y de crecer en la vida, es precisamente en ocasiones "caer" o "errar".
Lo importante no es caer, o cuantas veces caes, lo importante es que te LEVANTES.
En su Palabra DIOS nos dice que ÉL nos sostiene y levanta al caído. Las circunstancias adversas no pueden destruir nuestro camino, ni detenernos y hacer el esfuerzo de subir de nuevo al cielo.
TulipanPon tu mirada en JESÚS Flor
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'QUE HERMOSO Y MARAVILLOSO ES TENER ESPERANZA'
Esperanza es la virtud que alienta nuestra vida de creyentes en Cristo y nos brinda la energía moral para transitar el largo camino que se inicia con nuestro encuentro con el Señor.
La esperanza es un don de Dios que él en su gracia pone en nosotros desde que creímos. Es el resultado de ejercitar la fe en el cumplimiento de las promesas del Señor.
La Biblia es el libro de la esperanza, el mensaje del evangelio es un mensaje de esperanza, siendo el Señor Jesús resucitado la personificación de nuestra esperanza.
Dios te bendiga, mas todavía.

Le pedí a Dios agua; Él me dio un océano.
Le pedí a Dios una flor; Él me dio un jardín.
Le pedí a Dios un árbol; Él me dio un bosque.
Le pedí a Dios un amigo; Él me dejó conocerle
'Jesús'

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Paisajes como El Salto Ángel, El Roraima y La Amazonia, compiten en las Siete Nuevas Maravillas Naturales del Mundo.
Tiempo


Sobre mi Ligia Margarita González de Hernandez

Sobre mí:Soy una persona SENSIBLE, quiero AMAR... y el deseo de mi corazón es llevarle consuelo, a las personas, [que VALORO muchísimo.

"Jesús"
El nos amó, nos ama y nos amará. Gracias a Él es que podemos llamarnos hijos de Dios, Dios eligiéndolos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, {EF 1,5;} Jesús se ofreció como sacrificio eterno al padre, y ofreció su sangre por nuestros pecados; ya el enemigo ¡no nos puede atar! ¡Somos libre! por la sangre, del cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. !El mundo no te puede atar¡ Sólo tú te puedes atar (limitar). En Él nombre de Jesús te invito a que entregues tu vida a Jesús, para que el Espíritu Santo te toque y te envuelva en el amor del Padre. No digas; nadie me ama o que solo me siento y mucho menos digas; yo no valgo nada. Hermano mío, tú vales la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, tú vales la sangre de Cristo. Por lo tanto tú eres importante. Posiblemente te encuentras en la oficina de un doctor o en un hospital enfermo sintiéndote solo, triste, angustiado; posiblemente estás molesto por tanto esperar, tienes la angustia de no saber que tienes y eso te crea una inseguridad emocional, mas sin embargo yo te digo que tu no estás solo. ¡Hay alguien que te ama, y ese alguien, ,tiene nombre de hombre y se llama Jesús! Él sabe por lo que estás pasando y hoy te dice; hijo mío cuando, más sólo te has sentido, es cuando más cerca he estado de ti. Posiblemente te preguntarás. ¿Me amará el Señor? Para poder contestarte esa pregunta solo te invito a que mires a una imagen de Jesús crucificado, mira sus llagas y su sangre derramadas por ti y por mí, mira la corona de espinas. Mira sus rodillas en carne viva y ahora soy yo el que te pregunta ¿crees que Jesús te ama?¡Pues claro que te AMA!





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