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Conversión A. N. Wilson* Hijo Pródigo A. N. Wilson
El ateísmo de Wilson llegó a su fin mientras escribía su novela
Winnie y Wolf, que relata el romance entre Adolf Hitler (Wolf) y
Winifred Wagner
(Winnie) la nuera del compositor Richard Wagner. Entonces reflexionaba:
"Lo que puso punto final a mis aspiraciones de permanecer ateo fue el
trabajo aquel de escribir un libro sobre la familia Wagner y la Alemania
Nazi. Entonces me di cuenta lo profundamente incoherentes que eran las
rabietas neo-darwinianas de Hitler y lo potente que resultó la oposición
que generó entre los cristianos. Oposición que se no fue apagada con
una clara respuesta intelectual, sino con sangre. Lea el libro de
Dietrich Bonhoeffer, Etica y vea la clase de mundo enloquecido pueden
llegar a crear los que creen que la ética es una construcción puramente
humana. Piense en la serenidad de Bonhoeffer antes de que lo colgaran, a
pesar de haber estado enamorado en ese momento y de saber que
sacrificaba todas su esperanzas a la verdad evidente de sus ideales."
Hitler comenzó con la creencia darwiniana de que el progreso humano es
el resultado de la puja entre las razas, en la que los superiores
conquistan a los inferiores, y de eso hizo un culto dedicado a purificar
a Alemania de los elementos raciales inferiores. Bonhoeffer se opuso a
Hitler desde el principio, dando un discurso por radio solo dos días
después de que Hitler fuera nombrado Canciller. Bonhoeffer fue colgado
como un enemigo del régimen, pero murió seguro que ese no era su fin,
sino el principio de su vida eterna. La fe y el coraje de Bonhoeffer
inspiraron a todos, incluso a los guardias nazis y a los doctores
presentes para su ejecución. Al descubrir semejante magnanimidad en
Bonhoeffer y compararla con la brutalidad darwiniana de los nazis, el
alma de A. N. Wilson se inclinó de vuelta hacia Dios.
Por muchos muchos años el eminente novelista y autor A.N. Wilson fue
un ateo satisfecho de sí mismo, orgulloso de ser miembro de la
intelligentzia, marchando a la par de Richard Dawkins y el americano
expatriado Christopher Hitchens. Pero ya no es así. Andrew Norman Wilson
ha regresado a casa.
Todavía puedo recordar el regusto amargo que me dejó en el alma la
lectura de su biografía de C. S. Lewis. Llena de esa clase de meticuloso
veneno que solo puede ser generado por alguien decidido a estropear
golpe a golpe la figura espléndida de Lewis, llenándola de marcas e
imperfecciones hasta que ya no se lo pueda reconocer. Me di cuenta que
no estaba viendo una imagen de Lewis, sino que estaba echando una mirada
a Wilson, el ateo y su mal disimulado desprecio por el gran apologista
cristiano.
En retrospectiva, me atrevo a sugerir que lo que motivaba el odioso
tratamiento que Wilson le daba a Lewis, era la frustración de saber que
Lewis, quien lo superaba intelectualmente, pudiera desperdiciar sus
talentos en algo que consideraba tan pueril y obviamente inferior: el
cristianismo. Si Lewis era tan listo ¿por qué no podía ver a Dios como
un fraude, tal como lo veía Wilson?
Wilson simplemente no podía entenderlo, y por eso, al escribir sobre
Lewis, dió vuelta hasta la última arruga psicológica para encontrar
evidencia de que ese gran intelecto había sido afectado por alguna
falencia escondida en su alma, deformándo su naturaleza para empujarlo a
la defensa del cristianismo.
Esta pasada Pascua me encontré al mismo señor Wilson en la iglesia
entre los fieles, cantando alabanzas al Cristo resucitado; creyente una
vez más, un hombre que vivió la embriagante experiencia de haber tirado
por la borda toda creencia en Dios para desembarazarse de toda
afirmación sobre el absoluto. Y que luego, gradualmente, humildemente
reconoció cuán estrecho de miras y cuán "a la moda" había resultado su
etapa anti-Dios. Recordando todo eso, Wilson se pregunta:
"¿Por qué yo, junto con tantos otros, me volví tan despreciativo de
todo lo que fuera cristiano? Como la mayoría de los británicos y
europeos educados (nací en 1950) crecí en una cultura que era
sobresalientemente secular y antireligiosa. Las universidades, los
locutores de radio y los medios en general no ignoraban meramente la
religión, eran hostiles a ella. Me avergüenza decir que esto me hizo
perder la fe y el corazón en mi juventud. Era tan poco popular ser
religioso. Con mentalidad infantil sentía en mi interior que ser
religioso no era sexy, que era algo como tener manchas en la piel o usar
anteojos. Esta actitud pueril nació de la postura anticristiana que uno
aprendía de los comediantes de segunda que aparecían en la televisión o
la radio, con sus bromitas blasfemas. Eso es lo que hace creíble el
fervor de los fanáticos anti-Dios como el escritor Christopher Hitchens y
el geneticista Richard Dawkins, que piensan que todo el mal del mundo
es causado por la religión."
Lo que finalmente cambió el punto de vista de Wilson no fue algo
dramático, no hubo una conversión repentina sino una lenta admisión de
que el ateísmo es algo vacío. La vida es demasiado profunda, demasiado
rica como para ser mero materialismo.
"Mi retorno a la fe no ha sorprendido a nadie tanto como a mí mismo.
¿El motivo? Quizás no es ni más ni menos que la autoestima que he ganado
con los años."
Datos
Benjamin Wiker doctor en Teología Etica de la Universidad de
Vanderbilt, ha enseñado en Marquette University, St. Mary's University
Minnesota, Thomas Aquinas College California, y Franciscan University de
Steubenville, Ohio. Vive con su esposa y sus siete hijos en Hopedale,
Ohio.
. N. Wilson, Hijo Pródigo
. N. Wilson, Hijo Pródigo
Traducido por Carlos Caso-Rosendi