Para todos
aquellos que leen este escrito seguro les llamó la atención el titulo,
ya que sugiere una idea que pareciera contradictoria, pero que
representa la esencia real y autentica en la vida de todo seguidor de
Cristo el Hijo de Dios. El Nuevo Testamento recoge plenamente las
enseñanzas de nuestro Señor Jesús, pero en la vida diaria del
creyente muchas veces hay un abismo entre lo escrito y lo vivido.
Esto lo digo por
lo expresado por Jesús en Mateo capitulo 10, realmente si nos
enfocamos en los enunciados que el Maestro de maestros nos expone no
tendríamos otra opción, sino sentirnos desafiados y considerablemente
abrumados por la magnitud del llamamiento y los distantes que estamos de
responder apropiadamente a los mismos. Muchos creyentes hoy en día no
piensan así, su vida gira alrededor de los afanes de este mundo, el
trabajo, los estudios, las mil una cosas que agobian nuestras vidas, que
nos alejan cada día más y más del cristianismo autentico.
El materialismo
propio de nuestra cultura consumista, nos arrastra a pensar que esa vida
de sacrificio y entrega total fue un paradigma para los cristianos del
primer siglo, la comodidad personal y familiar es lo que dicta el paso o
el ritmo en nuestras vidas. El surgimiento de corrientes teológicas
como por ejemplo mencionamos “Teología de
la prosperidad” son una evidencia clara de que el algún momento del
camino nos extraviamos, nos perdimos cuando asomamos la posibilidad de
omitir que para ser un creyente o discípulo de Jesús tenemos que estar
dispuesto a dejarlo todo por él.
El que trate de salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía, la salvará. Marcos 8:35
En el mundo
todos luchan por ganar, ganar y ganar, pero en el Reino de Dios, la
lucha es al revés, luchamos por perder, perder y perder, eso implica
sacrificio, entrega, una rendición total, de la mente, la voluntad,
despojarnos de nuestros deseos, por los deseos de Dios. Poner a un lado
mi proyecto personal, y asumir como propio el proyecto “eterno” de Dios.
Cristo es
nuestro modelo sin igual, la Biblia nos dice que siendo Dios, no estimo,
no se aferro, se despojo, su vida nos desafía, a un cambio total, a un
deseo profundo por cambiar, pero muchas veces ese cambio nos asusta,
nos sentimos amenazados por una “cruz” muy
pesada, o un llamamiento que puede desmoronar el plan personal que hemos
pasado toda nuestras vidas montándolo y perfeccionándolo.
El desafió de
este mundo nos impulsa, nos demanda un cambio de paradigma personal y
especialmente espiritual, requerimos urgentemente ser incomodados, la
tarea misionera inconclusa lo requiere, nuestro papel es fundamental,
pero se requiere de creyentes inconformes con sus estilos de vidas, se
solicitan creyentes que estén dispuestos a perder para ganar.
Pablo lo expreso claramente en Filipenses 1:21 “Porque para mí, seguir viviendo es Cristo, y morir, una ganancia”.
*La ganancia esta en invertir tu vida en la obra de Dios, en dejarlo todo por seguir aquel quien te llamó, el estar dispuesto a morir por Cristo.
En someternos a su voluntad y no tratar de acomodar el evangelio a las demandas personales y egoístas de mi vida, dejar de pensar en un Dios que está disponible a satisfacer todos mis caprichos y comenzar a pensar en Dios que encarno en Cristo y que demanda de mi cumplir mi misión y visión en este mundo que está perdido.
“Para llegar hasta lo último de la tierra, hace falta gente que esté dispuesta abandonar su tierra”. . .
Pablo lo expreso claramente en Filipenses 1:21 “Porque para mí, seguir viviendo es Cristo, y morir, una ganancia”.
*La ganancia esta en invertir tu vida en la obra de Dios, en dejarlo todo por seguir aquel quien te llamó, el estar dispuesto a morir por Cristo.
En someternos a su voluntad y no tratar de acomodar el evangelio a las demandas personales y egoístas de mi vida, dejar de pensar en un Dios que está disponible a satisfacer todos mis caprichos y comenzar a pensar en Dios que encarno en Cristo y que demanda de mi cumplir mi misión y visión en este mundo que está perdido.
“Para llegar hasta lo último de la tierra, hace falta gente que esté dispuesta abandonar su tierra”. . .
Escrito por Darío Josué Ortega Blanco