LA
ADULTERA PERDONADA (JN 8, 1-11)
Estaba
Jesucristo sentado en el atrio del Templo enseñando su doctrina cuando los
escribas y fariseos llegaron hasta El trayendo con ellos a una mujer adultera,
que pusieron en medio de la muchedumbre que y en actitud amenazadora dijeron a
Jesús:
Maestro esta mujer acaba de
ser sorprendida en adultero y la ley
de Moisés nos manda
apedrearla. ¿Tu que dices?.
Esto se lo decían tentándole para poderlo acusar pues era
tanta la misericordia de Jesús para con los pecadores que esperaban impacientes
cual sería su respuesta para con aquella desgraciada mujer.
¿Qué haría se preguntaban? ¿Se atrevería a contradecir la
ley de Moisés que mandaba apedrearla? ¿Dejaría de ser con ella misericordioso
como lo era habitualmente con otros pecadores? ¿Qué haría?.
Entonces se levantó enérgicamente Jesús y dijo:
El que de
vosotros esté sin pecado, arroje sobre ella la primera piedra.
Y uno a uno empezando por los mas viejos se fueron yendo.
Quedó pues Jesús y la mujer a solas uno frente al otro. Y Jesús todo misericordia, frente a frente, mirando a
la mujer toda miseria le dijo:
Mujer ¿ninguno te ha
condenado?. Ninguno Señor –dijo la mujer- Y le contestó
Jesús: Yo tampoco te condeno, vete y no peques más.
Así es el Corazón de
Cristo, todo compasión y todo bondad para con los pecadores.
La Biblia dice
El que siembra escasamente, escasamente cosecha; y el que
siembra generosamente, generosamente cosecha.
(II Cor. 9-6)
Pro pongámonos
Es de gran
importancia y sumamente beneficioso para mantenerse firme en la vida
espiritual trazarse un "plan de
vida" al que seamos fiel siempre que no haya fuerzas mayores que nos lo
impidan.
Para una
persona que sea inconstante en sus propósitos nada hay mejor que elaborarse un
plan de vida que sea llevadero con sus obligaciones, pero al que esté dispuesta
a cumplir por encima de todo.
No se trata
este plan de vida de cargarnos de obligaciones espirituales que luego no
podamos sobrellevar y nos sintamos mal por ello. Se trata de introducir en
nuestras actividades diarias ciertos
propósitos que nops hagan coger buenos hábitos y que se ofrezcan a Dios.
Cada persona
según su tiempo deberá trazarse su
propio plan, bien aconsejada por su confidente, bien por lo que ella crea que es lo mejor para imponerse y,
una vez esté convencida de lo que realmente va a poder cumplir, propornerselo y
cumplirlo.
El cumplimiento de este plan debe ser
tajante y tomarse muy en serio, hasta
el punto, que debemos pedirnos cuenta diariamente y examinar como lo hemos
hecho.