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Hoy queremos decirle:
¡SALVA TU MATRIMONIO!
Hoy queremos decirle:
¡SALVA TU MATRIMONIO!
Vale la pena, está bajo la Bendición de Dios y, probablemente, hay hijos
de por medio. Sí es posible. Para Dios no hay imposibles. La vida no es
fácil, en la vida hay muchos obstáculos. Ustedes saben que todo lo
bueno cuesta conseguirlo y que en el caso del matrimonio, el
complementarse, el llegar a ser una sola carne, amar a pesar de todo,
comprender, perdonar, tratar de ser paciente ante los defectos del otro,
toma tiempo. Hermano, hermana, recuerde que su cónyuge es un ser
imperfecto. Para salvar su matrimonio hay que aprender a amarse
nuevamente. ¿Cómo se puede hacer esto? Usted no puede producir
sentimientos, sacarlos del aire, pues no me refiero a sentimientos, sino
al amor y no es lo mismo. El amor no es puramente sentimientos.. El
amor es la determinación, el deseo y la acción de hacerle el bien al
otro. De esa actitud nace el sentimiento.
En muchas partes de la Biblia, en el Antiguo y sobre todo en el Nuevo Testamento, Dios nos manda amar: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo". Dios nos ordena amar. Si el amor fuera exclusivamente un sentimiento, Dios no podría dar un mandamiento así. El amor está por encima del sentimiento. Es algo más. A través del Apóstol San Pablo el Señor nos dice: "Maridos, amen a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia y se entregó a sí mismo". La cuestión está en amar. Ustedes pueden aprender a amar de verdad, de una manera profunda, por encima de los sentimientos. Se puede dejar de querer por un tiempo. Los sentimientos se pueden apagar, pero el amor es una actitud, un deseo, una forma de actuar. Lo que les pasa a muchas parejas es que han dejado de vivir en Dios y, en consecuencia, están en crisis.
Muchos matrimonios fracasan, porque se casan simplemente por una atracción carnal, por una pasión momentánea y no por un amor profundo. Por eso hay que insistir mucho más en la importancia del noviazgo. El noviazgo es algo muy serio e importante. En el noviazgo tiene que existir amor en el sentido bíblico: presencia de Dios en el alma. Muchos creen que la solución a los problemas matrimoniales es el divorcio; mas no es lo más adecuado. En casos excesivos como demencia, salvajismo, la Iglesia recomienda separación y en casos extremos, por seguridad, un divorcio. Esto cuando no hay solución humana.
Hay muchos casos de matrimonios que se hubieran salvado con una buena orientación espiritual y psicológica, con un encuentro profundo con Dios. Muchos matrimonios se pueden salvar, si aprenden a amarse. ¡El divorcio conlleva tantos problemas! Dios nos quiere dar la paz y el gozo, pero para eso hay que abrirle el corazón. Hay que renunciar al pecado, sobre todo al pecado de la soberbia y del orgullo, que muchas veces hace a las parejas no ceder mutuamente. Hay que bajar las armas, aprender a amarse aún a pesar de todo. Todavía es posible la solución. Se puede ser como antes o mejor que antes.
¿Por qué no abren sus corazones? ¿Por qué no hablan y se ayudan a cambiar mutuamente? Reconozcan sus defectos.. Aprendan a perdonarse y olviden el pasado. Toda persona tiene la oportunidad de un cambio. Hay que estar continuamente conquistándose. Quizás se han descuidado mutuamente y esto ha provocado un abismo. Comprendan los dos que el amor no es un simple sentimiento: amar implica un darse. Muchas veces el sentimiento es egocéntrico, mientras el amor se enfoca hacia los demás. El amor está vinculado al dar como ha hecho Dios con nosotros. Deben aprender a darse el uno al otro. No importa que el otro no responda igual. Entréguense sin esperar nada o, de lo contrario, nunca lo harán.
Hermano o hermana, que quizás estén en crisis matrimonial: ¡se puede salvar el matrimonio! Aprenda a amar. El que aprende a amar, aprende a perdonar y el que aprende a perdonar, aprende a olvidar, aprende a servir, a ser paciente, aprende a darse, aprende a ser humilde, en fin, aprende tantas cosas.. ¿Por qué no comienza a salvar su matrimonio? Todo es posible, baje las armas, deje de estar rivalizando con el otro, cambie de actitud, hágalo por usted, por su pareja, por sus hijos, por su futuro, por el Señor. Se puede, sí se puede, porque ¡CON DIOS, EN VERDAD, USTED ES INVENCIBLE!
En muchas partes de la Biblia, en el Antiguo y sobre todo en el Nuevo Testamento, Dios nos manda amar: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo". Dios nos ordena amar. Si el amor fuera exclusivamente un sentimiento, Dios no podría dar un mandamiento así. El amor está por encima del sentimiento. Es algo más. A través del Apóstol San Pablo el Señor nos dice: "Maridos, amen a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia y se entregó a sí mismo". La cuestión está en amar. Ustedes pueden aprender a amar de verdad, de una manera profunda, por encima de los sentimientos. Se puede dejar de querer por un tiempo. Los sentimientos se pueden apagar, pero el amor es una actitud, un deseo, una forma de actuar. Lo que les pasa a muchas parejas es que han dejado de vivir en Dios y, en consecuencia, están en crisis.
Muchos matrimonios fracasan, porque se casan simplemente por una atracción carnal, por una pasión momentánea y no por un amor profundo. Por eso hay que insistir mucho más en la importancia del noviazgo. El noviazgo es algo muy serio e importante. En el noviazgo tiene que existir amor en el sentido bíblico: presencia de Dios en el alma. Muchos creen que la solución a los problemas matrimoniales es el divorcio; mas no es lo más adecuado. En casos excesivos como demencia, salvajismo, la Iglesia recomienda separación y en casos extremos, por seguridad, un divorcio. Esto cuando no hay solución humana.
Hay muchos casos de matrimonios que se hubieran salvado con una buena orientación espiritual y psicológica, con un encuentro profundo con Dios. Muchos matrimonios se pueden salvar, si aprenden a amarse. ¡El divorcio conlleva tantos problemas! Dios nos quiere dar la paz y el gozo, pero para eso hay que abrirle el corazón. Hay que renunciar al pecado, sobre todo al pecado de la soberbia y del orgullo, que muchas veces hace a las parejas no ceder mutuamente. Hay que bajar las armas, aprender a amarse aún a pesar de todo. Todavía es posible la solución. Se puede ser como antes o mejor que antes.
¿Por qué no abren sus corazones? ¿Por qué no hablan y se ayudan a cambiar mutuamente? Reconozcan sus defectos.. Aprendan a perdonarse y olviden el pasado. Toda persona tiene la oportunidad de un cambio. Hay que estar continuamente conquistándose. Quizás se han descuidado mutuamente y esto ha provocado un abismo. Comprendan los dos que el amor no es un simple sentimiento: amar implica un darse. Muchas veces el sentimiento es egocéntrico, mientras el amor se enfoca hacia los demás. El amor está vinculado al dar como ha hecho Dios con nosotros. Deben aprender a darse el uno al otro. No importa que el otro no responda igual. Entréguense sin esperar nada o, de lo contrario, nunca lo harán.
Hermano o hermana, que quizás estén en crisis matrimonial: ¡se puede salvar el matrimonio! Aprenda a amar. El que aprende a amar, aprende a perdonar y el que aprende a perdonar, aprende a olvidar, aprende a servir, a ser paciente, aprende a darse, aprende a ser humilde, en fin, aprende tantas cosas.. ¿Por qué no comienza a salvar su matrimonio? Todo es posible, baje las armas, deje de estar rivalizando con el otro, cambie de actitud, hágalo por usted, por su pareja, por sus hijos, por su futuro, por el Señor. Se puede, sí se puede, porque ¡CON DIOS, EN VERDAD, USTED ES INVENCIBLE!
Pero además
existen reglas de oro que siempre deben tenerse en cuenta si se trata de
luchar por un matrimonio feliz y una relación ‘sana’ con nuestro
cónyuge. He aquí algunas:
- No dejarse vencer por la ira
Tener la fortaleza y dominio para controlar la ira que sentimos cuando estamos discutiendo. - Nunca gritarse
Moderación, educación y respeto ante todo. El grito es una agresión, independiente de lo que se diga - Pedir disculpas y admitir los errores
Para muchos el pedir disculpas equivale a una humillación, pero es grande el que reconoce que es un ser humano con debilidades y defectos y que lucha cada día por superarse. - Señalar las faltas con amor
Si resulta doloroso aceptar los propios defectos, más difícil es que nos los señalen. Por eso debemos ser delicados y compresivos para criticar o decir algo negativo al otro.
No dar cabida a la negligencia, descuido o apatía
En el amor debe existir una sana exigencia. Siempre tenemos que buscar lo mejor para la persona que amamos, aunque a veces sea necesario exigirle. Cuando no amamos, nos da igual si la persona se supera o no. - No dejar un problema sin resolver
Humildad para hablar, para aceptar la culpa que nos corresponde en cada desacuerdo. Olvidar los resentimientos y rencores, confiar en la pareja y prepararse para el perdón. - Todos los días decirle algo cariñoso a su cónyuge
Cuidar los detalles, los mismos que a veces se pierden con los años. Si ellos faltan, el matrimonio comienza a vivir según las circunstancias y no por el amor.