*Es interesante que Jesús era muy paciente con las personas y se tomaba el tiempo para escuchar sus historias.
No tenía mucha prisa; no
trataba de ver qué tan rápidamente se podía deshacer de alguien para
atender a otra persona de más importancia, o cómo podía hacer lo que Él
quería. No, Él se tomaba el tiempo para escuchar las luchas de cada
persona, y hacía lo necesario para suplir sus necesidades.
Si sólo nos tomáramos el tiempo
para oír a las personas, a veces podríamos ayudarles a iniciar un
proceso de sanidad en sus vidas. Hay tantas personas dolidas que no
tienen con quién platicar porque ya no confían plenamente en nadie.
Si usted pudiera abrir su
corazón a la compasión y ser amigo de esa persona – sin juzgar ni
condenar – y sólo prestar oído, es posible que le ayudaría a levantar
un peso muy grande. No hace falta tener todas las respuestas, sólo hace
falta ponerles atención y cuidado.
*Aprender a escuchar puede ayudar más a cambiar la vida de una persona necesitada que mucho consejo o instrucción.
Hace poco llegó conmigo un
hombre que comenzó a platicarme su problema – con gran detalle. No
dejaba de hablar, y varias veces intenté interrumpir su monólogo para
darle mi consejo, pero no me daba entrada. Pensé: Tengo un excelente
consejo y un versículo bíblico que le ayudarán. Sé precisamente lo que
debe hacer.
Por más que quería, no lograba
decir ninguna palabra. Mi oportunidad nunca se presentaba hasta que al
fin el hombre terminó de contarme su problema, y justo cuando le iba a
compartir de mi gran sabiduría, dio un suspiro muy grande y dijo: “Me
siento mucho mejor, Dios me acaba de decir lo que debo hacer”. Luego se
dio la media vuelta, ¡y se marchó! Casi lo persigo de tan
desilusionado que estaba.
Pero me di cuenta que a él no
le hacía falta mi profunda sabiduría; él no requería saber cuál era mi
solución a su problema ni necesitaba mi consejo; él sólo necesitaba mis
oídos para escucharle.
Debemos aprender a escuchar
mejor porque Dios puede hablarle a alguien mientras se encuentran
platicándole a usted su problema. No sea tan pronto al dar su opinión, y
sea sensible a lo que realmente necesita la persona a la que quiere
ayudar.
En demasiadas ocasiones, lo
que verdaderamente deseamos es hacerles callar, darles una palabrita de
ánimo, un versículo que más o menos sea apropiado y una oración de
quince segundos para poder continuar nuestro camino, pero Dios quiere
que tomemos tiempo para las personas, para escuchar lo que tienen en su
corazón, para demostrarles que nos importan y que en realidad queremos
ayudarles.
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