'APRENDE A SER EDUCADO'
*Seguro que, en más de una ocasión, has echado de menos algún buen
consejo sobre el particular, porque ningún intercambio social carece de
normas.
Tus gestos, tu forma de comportarte y, sobre todo, de dirigirte a los demás, dicen de ti mucho más de lo que crees.
Cuando se trata de conversar, la receta número uno es: naturalidad, respeto e interés,
aunque te estés aburriendo. Una chica inteligente sabe también cuándo
pedir disculpas, es cuidadosa con sus palabras y, por supuesto, tiene
opiniones y las comparte en el momento adecuado. Pero jamás presumirá de
haber acudido a exposiciones, visto películas o leído libros que no ha
visitado, visto, ni leído. Sabe que parecer inteligente, por el hecho de
parecerlo, resulta antiguo e impropio de una mujer inteligente.
*Como decía la socialité estadounidense de los años 70, Nan Kempner, "ser
invitado a una reunión social, sea del tipo que sea, no es un derecho
sino un privilegio, y cuando aceptas una invitación adquieres un
compromiso: el de ser agradable y entretenido con tu anfitrión y
el resto de sus invitados. Quedarse en un rincón sin decir palabra, o
estar con la misma persona durante horas, es algo que sólo podía
permitirse alguien como Elizabeth Taylor, célebre por sus fiestas dentro
de la fiesta, que convirtió esta falta de tacto en una forma de arte.
Pero aquéllo era Hollywood, y ella una gran estrella acostumbrada a ser
el centro de todas las miradas".
Foto Indulgy Vintage Conversación a la hora del té.
Al conocer a alguien nuevo, lo primero que debes hacer es sonreír y mostrarte lo más amistoso,
auténtico e interesado posible.
No olvides que interesado no quiere
decir interesante, y que auténtico no significa excesiva familiaridad.
Haz preguntas. Sigue haciendo preguntas tras las respuestas. Escucha. Y
sonríe. Pase lo que pase, este sencillo esquema es la llave que abre
todas las puertas. Ayuda a romper el hielo, a que los demás se sientan
bien tratados, y a tí te da la oportunidad de mostrarte sin abrir
excesivamente la boca.
En segundo lugar, utiliza lo que Blasberg llama tu voz interior: mantén un tono de voz modulado, ni agudo ni grave, ni demasiado alto ni demasiado bajo.
Y, en tercer lugar, recuerda la regla de las tres S, el secreto de una
excepcional anfitriona como Marella Agnelli: sogni, salute e soldi
(sueños, salud y dinero), o lo que es lo mismo: jamás hables (en una
reunión que no sea estrictamente familiar) de tus sueños, de tu salud,
ni de tu dinero. Hoy se habla de la regla de las tres C: nada de
confidencias, calorías o críticas.
Las confidencias son el enemigo número uno de la conversación,
aparte de un peligro para tu imagen y la de tus conocidos. Su efecto
inmediato: la gente huye. A nadie le apetece hablar de muertes, rupturas
sentimentales, preferencias sexuales o traumas infantiles. Los
pormenores de tu dieta tampoco interesan, como ningún otro incidente o
trastorno relacionado con el funcionamiento de tu cuerpo: borra de tu
repertorio palabras como muela, estreñimiento o pus...
Por supuesto nada de finanzas personales, juicios políticos transgresores o defendidos con vehemencia,
aunque debes poder emitir una opinión y argumentarla con firmeza
llegado el caso. No hay nada más insustancial que una persona incapaz de
sostener lo que piensa con naturalidad. Y, por último, pero no menos
importante, no se te ocurra criticar: una cosa es el cotilleo divertido y
ágil, lo que los ingleses llaman "witty", un arte en sí mismo, y otra
la maledicencia. Además de que el mundo es muy pequeño, dará de ti la
imagen de una persona amargada, envidiosa y, sobre todo, indiscreta.
¿Puede conseguirse algo peor en menos de diez minutos?
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