La mejor
noticia que llegó aquél viernes en la tarde, estaba guardada en una caja
pequeña, cuidadosamente envuelta con cinta adhesiva. Un rótulo de color verde
indicaba que dentro venía un rompecabezas. Era el que tanto había anhelado desde
que lo vio por primera vez en una revista de negocios.
A primera vista
parecía fácil de armar. Un barco de cincuenta centímetros. Miró de nuevo las
fotografías. Lucía imponente y visualizó que podría exponerlo, majestuoso, en la
salita de estar. ¡Él mismo les explicaría el enorme trabajo que le había costado
armarlo!, aunque por supuesto, esperaba que resultara sencillo.
Leyó el manual una
y otra vez. Pese a que detalló en cada palabra, en procura de clarificar ideas,
conforme avanzaba en la lectura se tornaba todo más complicado.
Lo intentó una y
otra vez hasta que el sábado en la noche, después de sudar a montones, de
beberse varias tazas de café, de ahuyentar el perro que rondaba su lugar de
trabajo para husmear y hasta de negarse a responder dos llamadas telefónicas,
decidió pedir ayuda.
El teléfono del
fabricante que aparecía el empaque, no lo contestaron, y pese a la ansiedad que
lo embargó, debió esperar hasta el lunes siguiente y ahí si lo atendieron.
Expuso su inquietud
y solicitó orientación para saber cómo armar cada una de las pequeñas piezas del
rompecabezas, que por momento parecían no encajar. Gracias a la ayuda de quienes
sabían cómo hacerlo, hoy el modelo a escala de una embarcación del siglo XV, se
exhibe en un lugar visible de su casa. De no haber requerido orientación,
todavía estaría armándolo...
¿Hacia dónde ir?
Con frecuencia los
cristianos nos encontramos en una encrucijada. En el momento menos pensado. Es
como ir tranquilos por un callejón para encontrarnos con el final de la vía, y
enfrente nuestro, una enorme pared de ladrillos y hormigón. En circunstancias
así nos preguntamos: "¿Hacia dónde ir?".
La respuesta la
encontramos en la Biblia. Nada mejor para ilustrar el asunto, que trasladarnos
al momento crucial en el que Abraham debía escoger esposa para su hijo Isaac. El
relato completo lo podemos leer en el capítulo 24 del libro del Génesis. La
premura radicaba en la edad del patriarca.
En las Escrituras
leemos que: "Abraham era ya muy viejo, y el SEÑOR lo bendijo por todo lo
que hizo. Abraham llamó a su siervo más antiguo, el que estaba encargado de
todas sus posesiones, y le dijo:--Pon tu mano debajo de mi muslo. Quiero que me
prometas ante el SEÑOR, Dios del cielo y de la tierra, que no vas a elegir una
esposa para mi hijo de entre las hijas de Canaán, entre quienes vivimos.
Prométeme que vas a ir a mi país, a mi tierra natal, y allá vas a conseguir una
esposa para mi hijo Isaac." (Génesis 24:1-4. La Palabra de Dios para todos).
¡Tarea bastante
difícil para el siervo de Abraham! La escogencia podía resultar desacertada. O,
por el contrario, acertada.
Busque la
orientación de Dios
En los momentos de
su vida en los que no sabe qué camino tomar, busque la orientación de Dios.
Cuando le permitimos que tome el control, Él se manifiesta gloriosamente y nos
señala el camino.
A Abraham, quien
tenía toda su confianza depositada en Dios, lo acompañaba la certeza de que el
Padre celestial ofrecería la orientación apropiada. Le dijo al criado: "El
SEÑOR te va a mandar un ángel para que tú puedas elegir allá una esposa para mi
hijo." (Génesis 24:7 b. La Palabra de Dios para todos).
El hombre una vez
llegó a Aram, clamó al Señor en procura de su guía. "Entonces el siervo
dijo: <<Oh SEÑOR, Dios de mi amo Abraham, haz que me vaya bien hoy. Sé bondadoso
con mi amo Abraham hoy...>>" (Génesis 24:12. La Palabra de Dios para todos).
Pregúntese con la
mano en el corazón, ¿cuáles de sus últimas decisiones las tomó después de haber
llevado el asunto delante de la presencia del Señor en oración? Y también,
¿cuáles fueron los resultados de aquellas decisiones que adoptó en sus fuerzas y
no en las de Dios?
Nuestro amado
Creador tiene la brújula que necesitamos en todo momento de incertidumbre. Él
puede y desea mostrarnos el camino. Si desarrollamos confianza en Él,
seguramente no daremos un paso sin antes consultárselo.
Espere las señales
de Dios
Es interesante
notar que el siervo de Abraham, Gedeón y los apóstoles, pidieron al Señor señal
del cielo para tomar decisiones. Además de pedir este tipo de guía, esperaron a
que se produjeran las indicaciones acerca del momento oportuno para actuar.
"Entonces, antes de
que el siervo terminara de orar, una muchacha llamada Rebeca, se acercó a la
fuente. El hombre se quedó callado observándola. Quería estar seguro de que el
SEÑOR le había respondido y había hecho que le fuera bien en su viaje." (Génesis
24.15, 21. La Palabra de Dios para todos.)
No se apresure a
actuar. Espere reposadamente que el Padre celestial confirme, con señales, que
se trata de su propósito aquello que está ocurriendo. Es una forma de mostrarnos
señales específicas en momentos en que debemos tomar decisiones complejas y,
como el hombre de la ilustración, pareciera que nos encontramos frente a un
rompecabezas.
Reconozca que Dios
fue quien le ayudó
Cuando Dios se
manifiesta en su vida con un milagro, orientación sobre qué decisiones tomar o
quizá, situaciones que le resultaron favorables aunque estaba seguro de que
serían adversas, reconozca de dónde provino tal prodigio.
Comparta ese
portento con otras personas. Refiérales cuáles es el Dios de poder y de gloria
en el que usted ha creído. Así lo hizo el siervo de Abraham. Él dijo: "El
SEÑOR ha bendecido a mi amo en todo y él se ha convertido en un hombre muy
rico... me incliné y adoré al SEÑOR, y bendije al SEÑOR, Dios de mi amo Abraham
quien me guió en el camino correcto para conseguirle al hijo de mi amo, una hija
de su propio hermano." (Génesis 24:48, 49. La Palabra de Dios para todos).
No podemos ni
debemos, bajo ninguna circunstancia, robarle el crédito a Aquél que todo lo
puede. Es quien obra milagros en nosotros y nos ayuda a vencer, por encima de
las circunstancias favorables o desfavorables.
Si está atravesando
por una situación incierta, en la que desconoce qué pasos seguir, busque a Dios
en oración. Pídale su orientación. Encontrará la salida al laberinto porque el
Padre celestial nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Él nos llevará a puerto
seguro cuando sintamos que desconocemos el sendero...
Fernando Alexis Jiménez .