El rediseño de humanos, ¿es inevitable?
Ray Bohlin
La gente está inquieta
Hay una ansiedad general en el aire.
La gente está algo aprensiva con relación a la revolución en la biotecnología que se aproxima. Hay una especie de fascinación distante, en la que nos maravillamos ante las posibilidades de curar enfermedades genéticas y aún de hacer que seamos más inteligentes, hermosos o fuertes. Pero nos retraemos ante el espanto potencial del mundo que podríamos crear para nosotros sin ninguna esperanza de volver atrás.
La gente está algo aprensiva con relación a la revolución en la biotecnología que se aproxima. Hay una especie de fascinación distante, en la que nos maravillamos ante las posibilidades de curar enfermedades genéticas y aún de hacer que seamos más inteligentes, hermosos o fuertes. Pero nos retraemos ante el espanto potencial del mundo que podríamos crear para nosotros sin ninguna esperanza de volver atrás.
Hemos enfrentado bifurcaciones similares en el camino antes. Cada nueva tecnología ha
presentado beneficios fantásticos y costos inciertos. La pólvora, la
electricidad, el motor de combustión, la energía atómica, etc., han ofrecido,
todos, seductoras tensiones en forma de disyuntiva. Todavía vivimos con
algunas de estas tensiones, como la amenaza de las armas nucleares y la
contaminación invasora de los motores de combustión.
Pero, por lo general hemos podido desarrollar una coexistencia estable entre el potencial para el
bien y el potencial para el mal. Las armas se han vuelto más precisas,
minimizando las bajas colaterales innecesarias, el motor de combustión se ha
vuelto más limpio y eficiente, y las armas atómicas han sido controladas
notablemente al día de hoy.
Pero, ¿qué ocurre con la tecnología genética? ¿Es este sólo el próximo paso en el descubrimiento
humano acerca de nosotros, o significa el fin de la humanidad tal como la
conocemos? ¿Podríamos literalmente rediseñar la humanidad al punto que deje
de existir? Hay algunas voces en nuestra cultura hoy que nos dicen que
ciertamente podemos hacerlo, que lo haremos, que es inevitable, y “más vale
que uno se acostumbre a ello”.
Por otra parte, hay quienes sostienen que nos dirigimos hacia un camino desastroso, y que tenemos
una pequeña oportunidad para controlar los beneficios de las nuevas
tecnología mientras minimizamos y acotamos los peligros.
Hace poco pasé varios días en United World College, Nueva México, que fue creado por el fallecido
Armand Hammer, una de varias escuelas de alto nivel en todo el mundo para los
mejores y más brillantes. La ocasión era una conferencia dirigida por
estudiantes que se organizó para tratar la ética de la ingeniería genética
humana y la clonación. Tres otros oradores invitados y yo pasamos dos días
con los 200 estudiantes de todo el mundo y los profesores y el personal de
UWC.
Unos cincuenta estudiantes provenían de diversos trasfondos de aquí, en EE.UU., y los ciento
cincuenta restantes venían de casi noventa países. Su conocimiento y
perspectivas sobre la ingeniería genética humana iba de quienes veían pocos
problemas y estaban perplejos por quienes tenían reservas a quienes mantenían
este tipo de tecnologías a prudente distancia y no podían entender por qué
alguien querría hacer este tipo de cosas.
¿Quién tiene razón? Más allá de esto, ¿qué hemos hecho ya? Y, ¿hay alguna oportunidad para que la
ciencia y la sociedad se reúnan para desentrañarlo? En este artículo
escucharemos varias voces y veremos si podemos navegar a través de los campos
minados genéticos que se avecinan.
¿Hay un futuro posthumano?
Uno de los participantes de la conferencia en UWC se designó como un
“transhumanista”. Los transhumanistas se encuentran entre quienes reciben con
brazos abiertos las posibilidades de la ingeniería genética para alterar lo
que somos y quienes somos. Se burlan de la renuencia de otros a incorporarse
a este “Mundo Feliz”. Valoran muchísimo las posibilidades de una expectativa
de vida doble y aun triple, “bebés de marca” y la eliminación de las
enfermedades genéticas. No les preocupa la necesidad de los costosos errores
y fracasos. Ese es, justamente, el precio de la investigación y el progreso.
Aceptamos el riesgo todo el tiempo, dicen. ¿Por qué debería ser diferente la
investigación genética? Aplican de forma bastante consistente una cosmovisión
naturalista que considera a los seres humanos como simplemente otra especie.
Ciertamente no estamos hechos a la imagen de Dios, dicen, así que ¿por qué es
sagrada nuestra estructura genética actual?
Gregory Stock inicia su libro de 2002, Redesigning Humans: Our Inevitable Genetic
Future, de esta forma: “Sabemos que homo sapiens no es la palabra final en la evolución de los primates, pero
pocos han comprendido que estamos en el punto de inflexión de un profundo
cambio biológico, listos para trascender nuestra forma y carácter actuales
hacia destinos de nueva imaginación”.{1}
Stock señala, correctamente, que ya hemos iniciado el
camino de la manipulación genética de nuestra especie. Varias clínicas de
fertilidad en EE.UU. ya ofrecen un diagnóstico
genético preimplantatorio (PGD). Este procedimiento estudia embriones recién
creados por fertilización in vitro
en busca de algunas enfermedades genéticas, como la enfermedad de Tay
Sachs, la fibrosis cística y la hemofilia. Uno puede hacer que los embriones
sean analizados para escoger el sexo. Algunas clínicas llegan a ofrecer la
selección del sexo como el propósito exclusivo de su visita a la clínica.
Una pareja de Wyoming hizo crear catorce embriones in vitro. Siete eran masculinos, siete
eran femeninos. Escogieron tres mujeres para que fueran implantadas, para
asegurarse de que su cuarto hijo fuera una niña, luego de tres varones. La
técnica es prácticamente 100% eficaz. Las técnicas menos eficientes de
selección de esperma son eficaces sólo en un 91% para las mujeres y sólo en
un 76% para los varones.{2} Pero,
¿deberíamos estar eligiendo el sexo de nuestros hijos?
Más de un millón de bebés por fertilización in vitro (FIV) han nacido en todo el
mundo –alrededor de 28.000 en EE.UU., aproximadamente el 1% de los
nacimientos. Esto podría convertirse pronto en la forma “natural”, una vez
que más procedimientos se vuelvan disponibles para diseñar nuestros propios
bebés. Hoy podríamos retroceder espantados ante la idea de “bebés de marca”,
pero también nos escandalizamos veinticinco años atrás ante la idea de los
“bebés de probeta”.
Stock cierra su libro diciendo: “Estamos comenzando una
aventura extraordinaria que no podemos evitar porque, a juzgar por nuestro
pasado, nos guste o no este es el destino humano”.{3} Pero,
¿lo es?
¿Qué tiene de malo jugar con nuestro ADN?
A las parejas ya se les está dando la posibilidad de escoger el sexo de su hijo,
aun a costa de simplemente desechar los embriones que tienen el sexo
equivocado. Pero nuestra tecnología está avanzando rápidamente para permitir
una gama mucho más amplia de opciones genéticas.
La terapia génica, la capacidad de transferir un gen humano normal hacia los tejidos afectados de
una persona que sufre del trastorno del gen único, ha sido utilizada durante
más de diez años. A la fecha, los resultados han sido desalentadores. Esa es,
en parte, la razón por la que muchos están buscando mejores formas de agregar
genes a la etapa más temprana del embrión de una célula para que el gen pueda
diseminarse a todos los tejidos a la vez. Este proceso es algo ineficiente en
animales, y es exitoso sólo alrededor de 1% de las veces.
Pero esto no desalienta a algunos, porque ya consideran al embrión, antes de los catorce días
posteriores a la concepción, como poco menos que células reproductivas y aún
no digno de ser declarado humano. Si se mantiene esta definición, los
embriones pueden ser derrochados siempre que haya una provisión de huevos
humanos fácilmente disponible. Además del diagnóstico
genético preimplantatorio (PGD) para la selección del sexo y la selección de
embriones que estén libres de la fibrosis cística, la enfermedad de Tay
Sachs, la hemofilia y otras enfermedades genéticas, hay otras tecnologías
genéticas en el horizonte cercano.
Los investigadores ya han ideado cromosomas artificiales. Estos cromosomas se transmiten
establemente durante varias generaciones en los ratones. Han sido probados
exitosamente en cultivos de tejido humano, y han permanecido estables a lo
largo de docenas de divisiones celulares. Nadie ha agregado genes extraños a
estos cromosomas, pero ese es el plan: brindar un medio seguro y eficaz para
agregar genes a los embriones y hacer que se distribuyan a todos los tejidos
y a las generaciones siguientes.
El futurista genético Gregory Stock lo resumió cuando dijo: “Los avances en los conjuntos matriciales llamados chips
de ADN, que pronto podrían leer treinta mil genes en un instante; en
cromosomas artificiales, que ahora se dividen tan establemente como los
cromosomas que surgen naturalmente; y en la bioinformática, el uso de
metodologías impulsadas por la computadora para descifrar nuestros genomas,
están todos pavimentando el camino para la ingeniería genética humana y los
comienzos del diseño biológico humano”.{4}
Algunos podrían burlarse de estas proyecciones, pero las personas parecen bastante dispuestas en todo el mundo
a considerar el aprovechamiento de las tecnologías que pueden mejorarlas
genéticamente, a ellas o a su descendencia. “En una encuesta de 1993, Daryl
Mercer, director de Eubois Ethics Institute, de Japón, encontró que un
segmento sustancial de la población de cada país encuestado dijo que usaría
la ingeniería genética, tanto para prevenir las enfermedades como para
mejorar las capacidades físicas y mentales heredadas por sus hijos. Las
cifras iban del 22 por ciento en Israel, al 43 por ciento en Estados Unidos,
el 63 por ciento en India y el 83 por ciento en Tailandia”.{5}
Entonces, ¿cuál es el problema?
¿Cuál es nuestro siguiente paso?
Creo que al posibilidad de rediseñar humanos genéticamente está mucho más cerca de lo
que la mayoría de las personas piensa. No sólo se está desarrollando la
tecnología a una velocidad cada vez mayor, sino que las personas están
también mucho más dispuestas a considerar el uso de este tipo de tecnologías
de lo que muchos quisieran pensar.
Espero que el tono que he usado en este artículo haya indicado que tengo profundas reservas acerca de
este futuro aparentemente inevitable. Pero, ¿por qué digo que es inevitable?
Y ¿por qué tendría yo reservas acerca de dar el próximo paso?
Creo que al menos intentar alterarnos genéticamente es inevitable, porque la tecnología se está
desarrollando rápidamente usando modelos animales. Y todo lo que hemos hecho
en animales terminamos haciendo en los humanos. La cosmovisión naturalista
dice muy fuertemente que somos simplemente otra especie animal. Si nuestra
comprensión de nuestra propia genética sigue aumentando, y obtenemos la
tecnología para corregir nuestros defectos y fallas, el naturalista dice:
¿por qué no hacerlo?
La sociedad y los gobiernos han puesto pocos obstáculos en el camino de científicos e
investigadores para que simplemente den el próximo paso lógico. Hasta ahora
hemos sido renuentes a decir que hay algunos experimentos que simplemente no
haremos. Aun cuando la mayoría dirá que está en contra de la clonación humana
-–aun los científicos-– esa cifra está cambiando, y tenemos pocas razones para nuestras objeciones, aparte del
hecho de que aún no es seguro. Si se vuelve más seguro, el público tendrá
poca posibilidad de decir que no. Hemos ido pintando al piso hasta
arrinconarnos en un extremo de la habitación.
Con relación a la ingeniería genética, somos persuadidos
fácilmente por las apelaciones para eliminar enfermedades genéticas, sin
considerar cuán difícil resulta delimitar entre curar una enfermedad genética
y producir mejoras genéticas. James Watson, descubridor conjunto de la estructura
del ADN y Premio Nóbel, expone nuestra dificultad con dos penetrantes
afirmaciones. Con relación a curar las enfermedades genéticas, dijo: “Lo que
el público quiere es no estar enfermo y, si lo ayudamos a no enfermarse, lo
tendremos de nuestro lado”.{6}En otro
contexto, Watson habrá dejado a la mayoría de las personas paralizadas cuando
dijo: “Nadie tiene realmente las agallas para decirlo, pero si pudiésemos
hacer mejores seres humanos sabiendo cómo agregar genes, ¿por qué no
deberíamos hacerlo?”.{7}
Leon Kass, presidente del Consejo de Bioética del presidente Bush, lo expresó de forma muy sucinta cuando dijo:
“Lo primero que se necesita es una corrección y una profundización de nuestro
pensamiento”.{8} Cuando
hablo con jóvenes especialmente, casi les ruego que presten atención en la
clase de biología. Estas elecciones genéticas probablemente comiencen a estar
disponibles para los estudiantes de la escuela secundaria de hoy cuando se
casen y comiencen a tener familia. Ellos y nosotros necesitamos estar mejor
preparados.
¿Cómo será desafiada la iglesia?
Estas son sólo algunas voces que advierten acerca de los próximos desafíos y
oportunidades de la crisis en ciernes sobre la dignidad humana, a medida que
el “motor Diesel” de la tecnología genética humana gana impulso y fuerza. Algunos
temen que ya pueda estar más allá del punto de no retorno, y creen que
deberíamos buscar la forma de manejar el futuro inevitable de los humanos
rediseñados.
El libro de Leon Kass, Life, Liberty, and the Defense of Dignity,
es un buen lugar para comenzar. Si bien no es cristiano, Kass bordea una
cosmovisión cristiana o teísta que al menos reconoce que existe un diseño
humano que debemos tener en cuenta antes de dirigirnos a toda velocidad a
cambiar lo que somos y quienes somos.
Kass vemos que nuestros esfuerzos por rediseñar humanos desafían nuestra dignidad e identidad mismas
como seres humanos. Si los padres han construido el mejor hijo para ellos
usando la mejor tecnología disponible que pueden pagar, ¿siguen siendo
padres, o son creadores y dueños con derechos y privilegios adicionales? Un
hijo se convierte en un artículo a ser diseñado, fabricado y aun vendido. El
amor y el cuidado se convierten en administración y estimulación.
Gregory Stock es el director del Programa sobre Medicina, Tecnología y Sociedad en la Escuela de
Medicina de UCLA. Su libro, Redesigning
Humans: Our Inevitable Genetic Future, lo hará reflexionar bastante
rápidamente. Stock es un naturalista, y tiene poca paciencia con quienes
quieren frenar nuestro futuro genético. Es conocedor y decidido acerca de las
posibilidades. Un comentarista escribió: “Este es el libro más importante
escrito jamás acerca de los que podríamos hacer para hacer mejores personas.
No podía dejar el libro porque cuestionaba todo lo que yo conocía acerca de la
naturaleza humana”. Yo estaría de acuerdo.
En mis viajes he encontrado que la iglesia en general no está consciente de cuán cerca estamos
a la visión de Stock del rediseño de los humanos. En unas pocas breves
décadas, nuestros hijos se verán presionados para alterar a sus hijos
genéticamente para seguir el ritmo de la sociedad. La investigación
científica bien podría usar embriones humanos como sujetos de investigación
prácticos. Esto podría extenderse probablemente al desarrollo de fetos, y
todo será en nombre del progreso de la salud y la eliminación de las
enfermedades.
¿Cómo reaccionaremos? Barna Research Group nos dice vez tras vez que la comunidad cristiana no
piensa ni actúa de una forma significativamente distinta de la sociedad en
general. Eso significa que estas tecnologías genéticas se introducirán en la
iglesia. Habrá una nueva fuente de discriminación que tratar. Ya no estarán
segregadas las iglesias por condición económica y raza, sino por el abolengo
genético también.
¿Realmente pensamos que podemos mejorar o al menos recuperar el diseño original? Podría haber una
nueva Torre de Babel en nuestro horizonte. Debemos tomar en serio esta
amenaza a nuestro futuro, tanto de la humanidad como de la iglesia.
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