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Yo no buscaba una experiencia o una evidencia; buscaba más de Jesús.
Buscaba al Dador.
Había tenido una vislumbre de su amor, su poder, su
potencia, y quería más de Aquel que había entrevisto.
Había probado un
poco, pero quería más de lo que había probado. Jesús prometió:
"Bienaventurados los que tienen hambre y sed", y el Espíritu Santo vino
a mí y calmó esa hambre, ese anhelo, esa sed.
No creo que haya un límite para lo que Jesús puede dar, y cuando usted tenga hambre y sed de su presencia y se entregue a Él y a su voluntad, sus anhelos serán satisfechos y experimentará, como yo, la gloria de la llenura de Dios, la conmoción profunda de su poder y la cercanía de su presencia, que mora en usted.
No creo que haya un límite para lo que Jesús puede dar, y cuando usted tenga hambre y sed de su presencia y se entregue a Él y a su voluntad, sus anhelos serán satisfechos y experimentará, como yo, la gloria de la llenura de Dios, la conmoción profunda de su poder y la cercanía de su presencia, que mora en usted.
Por Kathryn Kuhlman
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