La inteligencia es el término global mediante el cual se describe una propiedad de la mente en la que se relacionan habilidades tales como las capacidades del pensamiento abstracto, el entendimiento, la comunicación, el raciocinio, el aprendizaje, la planificación y la solución de problemas. El diccionario de la Real Academia Española de la lengua define la inteligencia (del latín intellegentĭa), entre otras acepciones como la "capacidad para entender o comprender" y como la "capacidad para resolver problemas".1 La inteligencia parece estar ligada a otras funciones mentales como la percepción, o capacidad de recibir información, y la memoria, o capacidad de almacenarla.2
Etimología
La palabra inteligencia proviene del latín, intellegentia, que proviene de intellegere, término compuesto de inter 'entre' y legere 'leer, escoger', por lo que, etimológicamente, inteligente es quien sabe leer o escoger.
La palabra inteligencia fue introducida por Cicerón para significar el concepto de capacidad intelectual. Su espectro semántico es muy amplio, reflejando la idea clásica según la cual, por la inteligencia el hombre es, en cierto modo, todas las cosas.
"Definir la inteligencia"
Definir qué es la inteligencia es siempre objeto de polémica;
ante un escenario tan diversificado de opiniones Vernon (1960) sugirió
una clasificación de las principales definiciones. La misma se hizo en
base a tres grupos: las psicológicas, mostrando la inteligencia como la
capacidad cognitiva,
de aprendizaje, y relación; las biológicas, que consideran la capacidad
de adaptación a nuevas situaciones; y las operativas, que son aquellas
que dan una definición circular diciendo que la inteligencia es
"...aquello que miden las pruebas de inteligencia". Además, el concepto
de inteligencia artificial
generó hablar de sistemas, y para que se pueda aplicar el adjetivo
inteligente a un sistema, éste debe poseer varias características, tales
como la capacidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas y lenguajes, y aprender.
Tal diversidad indica el carácter complejo de la inteligencia, la
cual sólo puede ser descrita parcialmente mediante enumeración de
procesos o atributos que, al ser tan variados, hacen inviable una
definición única y delimitada, dando lugar a singulares definiciones,
tales como: «la inteligencia es la capacidad de adquirir capacidad», de
Woodrow, o «la inteligencia es lo que miden los test de inteligencia»,
de Bridgman.
Existe una tendencia generalizada a identificar la posesión de
conocimientos y la habilidad de alguien para memorizar situaciones con
el nivel de inteligencia. Cuando éramos pequeños y en
la escuela recitábamos fielmente algún poema o éramos perfectamente
capaces de repetir los contenidos que el maestro impartía, se nos
calificaba como estudiantes no sólo ejemplares, sino sobre todo, y muy
especialmente, inteligentes. Sin embargo, valdría la pena preguntarse
qué se entiende en rigor por inteligencia.
La palabra inteligencia deriva del latín intelligere, término que designa los verbos ‘escoger’, ‘distinguir, ‘discernir’. Más tarde algunas formas derivadas pasaron a significar ‘entendimiento’. Con el desarrollo de la filosofía y las ciencias del pensamiento, el intelecto comenzó a relacionarse con las nociones de la lógica.
La mayoría de los diccionarios señala que esta es la capacidad mental que tienen los individuos de comprender los sucesos que le rodean. A veces se define como el propio acto del conocimiento. Pero también se le acepta como un sinónimo de habilidad o destreza en alguna materia específica o para interactuar en distintos ambientes.
En cualquier caso, una persona inteligente no estaría determinada tanto por sus habilidades mnémicas, como por las facilidades que tuviera para procesar y razonar diferentes situaciones y darle soluciones ingeniosas y con éxito.
Por su parte los científicos, a quienes ―al menos en intención― no se les queda nada fuera del tintero, han venido investigando desde el siglo XX si la noción que llamamos inteligencia puede ser explicada en términos objetivos y, por tanto, medida.
Los psicólogos han realizado distintas aproximaciones al tema mediante el uso de pruebas psicométricas. El test de Stanford-Binet, las Matrices Progresivas de Raven y la Escala Wechsler de Inteligencia para Adultos son ejemplos de ellas. Los resultados, útiles en la predicción de comportamientos, han sido objeto de controversia. La cuestión de si la inteligencia está determinada genéticamente o es una consecuencia cultural parece estar en el centro de los debates.
Si bien la inteligencia general apunta a una destreza y creatividad en el análisis de situaciones, en la actualidad se habla de distintos tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal, interpersonal, emocional, en dependencia de las habilidades favorecidas en el individuo, lo que permite valorarla como un fenómeno altamente complejo que recibe influencias de los niveles en que se inserta el ser humano.
En todas las épocas y entre todos los pueblos, una de las leyes irrevocables de la civilización es el respeto a los ancianos. En una u otra forma, los consejos de decanos existían y existen en cualquier sociedad. Por mucho que critiquemos a la Academia de Ciencias de Rusia (ACR), ella también representa en sí un moderno consejo de decanos. En las reuniones de sus miembros salta a la vista que éstos, aunque en su mayoría son personas de edad avanzada, tienen la mente y el cuerpo sanos. Surge una lógica pregunta: ¿existirá una dependencia mutua entre la salud del ser humano y su intelecto? Quizás el mejor método de conservar la salud consiste en estudiar con ahínco y pensar mucho?
Al analizar esa dependencia, se debe evitar caer en trampas de una argumentación tentadora. Lo correcto consistiría en valerse de datos estadísticos. Por ejemplo, es sabido que del 30 al 50% de los longevos tenían longevos entre sus antepasados. Pero es difícil afirmar que todo se debe a la predisposición genética, porque en la familia suelen conservarse un modo de vida y un hábitat determinados…
Segundo, no se debe confundir las causas con las consecuencias. Las personas inteligentes llevan una vida más sana, todo el mundo lo sabe. Además, existen profesiones en que el éxito se logra proporcionalmente a la edad. Quien sobrevive, sube más alto. La edad actúa como una fuerza que empuja hacia el reconocimiento. En EEUU, la más grande esperanza de vida la tienen los miembros del Tribunal Supremo, los que alcanzan ese cargo ya siendo ancianos de hecho. Pero campeones entre los campeones son sumos pontífices y patriarcas, de lo cual no se debe deducir que la longevidad sea resultado directo de un modo de vida rayano en santidad. El alto promedio de la edad de los miembros de la Academia de Ciencias en parte también se debe a que la promoción no se hace entre los científicos jóvenes, sino entre quienes logran sobrevivir a sus rivales. El título de académico es vitalicio, lo que es muy importante. Pues si recodamos qué es lo que empuja al ser humano a anhelar la eutanasia, haremos constar que la capacidad de no depender de nadie y estar solicitado constituyen para la persona anciana el más importante estímulo para seguir viviendo.
Hace 30 años, científicos de la Universidad de Harvard tomaron bajo su control un grupo de 700 niños de 7 años de edad. Se les hizo examen médico y un test de su desarrollo intelectual. La observación se realizaba de modo permanente, y hace poco se hicieron del dominio público los resultados de un segundo examen. Los niños que a los 7 años de edad demostraron tener más alto intelecto, siendo mayores se distinguían por una mejor salud. Y al contrario, quienes en el primer grado de la escuela hacían escaso alarde de su intelecto, resultaron tener salud débil. Se sobreentiende que el futuro académico no puede permitirse tener mala salud, aunque sea por las sobrecargas que lo esperan en el curso de postgrado. He aquí la lista de las enfermedades características para las personas cuyo intelecto no es muy alto: diabetis sacarina, asma, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Algunos objetarán: se puede dedicarse al intenso trabajo intelectual, ser sano, pero morir de una muerte repentina. Ciertamente, el más indiscutible indicador de la buena salud es la longevidad.
Los estudios en materia de gerontología se apoyaban enérgicamente en la URSS. Stalin fundó para el Profesor Alexandr Bogomolets en Kíev el Instituto de Gerontología. Pero el científico murió cuando era más joven que su protector. “¡ Ese canalla nos ha engañado a todos”, exclamó Stalin, al enterase de su muerte.
El más gracioso de su época dijo en una ocasión una cosa muy acertada: por mucho que se haga por el hombre, él se arrastra con obstinación en dirección hacia el cementerio. Pero la velocidad y las rutas son distintas. Se pudo probar que los seres humanos se parecen al vino. Algunos, con el devenir de los años, se transforman en vinagre, mientras que otros adquieren un sabor mejor. Hace falta reflexionar más para ser más sano.
La palabra inteligencia deriva del latín intelligere, término que designa los verbos ‘escoger’, ‘distinguir, ‘discernir’. Más tarde algunas formas derivadas pasaron a significar ‘entendimiento’. Con el desarrollo de la filosofía y las ciencias del pensamiento, el intelecto comenzó a relacionarse con las nociones de la lógica.
La mayoría de los diccionarios señala que esta es la capacidad mental que tienen los individuos de comprender los sucesos que le rodean. A veces se define como el propio acto del conocimiento. Pero también se le acepta como un sinónimo de habilidad o destreza en alguna materia específica o para interactuar en distintos ambientes.
En cualquier caso, una persona inteligente no estaría determinada tanto por sus habilidades mnémicas, como por las facilidades que tuviera para procesar y razonar diferentes situaciones y darle soluciones ingeniosas y con éxito.
Por su parte los científicos, a quienes ―al menos en intención― no se les queda nada fuera del tintero, han venido investigando desde el siglo XX si la noción que llamamos inteligencia puede ser explicada en términos objetivos y, por tanto, medida.
Los psicólogos han realizado distintas aproximaciones al tema mediante el uso de pruebas psicométricas. El test de Stanford-Binet, las Matrices Progresivas de Raven y la Escala Wechsler de Inteligencia para Adultos son ejemplos de ellas. Los resultados, útiles en la predicción de comportamientos, han sido objeto de controversia. La cuestión de si la inteligencia está determinada genéticamente o es una consecuencia cultural parece estar en el centro de los debates.
Si bien la inteligencia general apunta a una destreza y creatividad en el análisis de situaciones, en la actualidad se habla de distintos tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal, interpersonal, emocional, en dependencia de las habilidades favorecidas en el individuo, lo que permite valorarla como un fenómeno altamente complejo que recibe influencias de los niveles en que se inserta el ser humano.
"Demostrado: las personas más inteligentes viven más años"
En todas las épocas y entre todos los pueblos, una de las leyes irrevocables de la civilización es el respeto a los ancianos. En una u otra forma, los consejos de decanos existían y existen en cualquier sociedad. Por mucho que critiquemos a la Academia de Ciencias de Rusia (ACR), ella también representa en sí un moderno consejo de decanos. En las reuniones de sus miembros salta a la vista que éstos, aunque en su mayoría son personas de edad avanzada, tienen la mente y el cuerpo sanos. Surge una lógica pregunta: ¿existirá una dependencia mutua entre la salud del ser humano y su intelecto? Quizás el mejor método de conservar la salud consiste en estudiar con ahínco y pensar mucho?
Al analizar esa dependencia, se debe evitar caer en trampas de una argumentación tentadora. Lo correcto consistiría en valerse de datos estadísticos. Por ejemplo, es sabido que del 30 al 50% de los longevos tenían longevos entre sus antepasados. Pero es difícil afirmar que todo se debe a la predisposición genética, porque en la familia suelen conservarse un modo de vida y un hábitat determinados…
Segundo, no se debe confundir las causas con las consecuencias. Las personas inteligentes llevan una vida más sana, todo el mundo lo sabe. Además, existen profesiones en que el éxito se logra proporcionalmente a la edad. Quien sobrevive, sube más alto. La edad actúa como una fuerza que empuja hacia el reconocimiento. En EEUU, la más grande esperanza de vida la tienen los miembros del Tribunal Supremo, los que alcanzan ese cargo ya siendo ancianos de hecho. Pero campeones entre los campeones son sumos pontífices y patriarcas, de lo cual no se debe deducir que la longevidad sea resultado directo de un modo de vida rayano en santidad. El alto promedio de la edad de los miembros de la Academia de Ciencias en parte también se debe a que la promoción no se hace entre los científicos jóvenes, sino entre quienes logran sobrevivir a sus rivales. El título de académico es vitalicio, lo que es muy importante. Pues si recodamos qué es lo que empuja al ser humano a anhelar la eutanasia, haremos constar que la capacidad de no depender de nadie y estar solicitado constituyen para la persona anciana el más importante estímulo para seguir viviendo.
Hace 30 años, científicos de la Universidad de Harvard tomaron bajo su control un grupo de 700 niños de 7 años de edad. Se les hizo examen médico y un test de su desarrollo intelectual. La observación se realizaba de modo permanente, y hace poco se hicieron del dominio público los resultados de un segundo examen. Los niños que a los 7 años de edad demostraron tener más alto intelecto, siendo mayores se distinguían por una mejor salud. Y al contrario, quienes en el primer grado de la escuela hacían escaso alarde de su intelecto, resultaron tener salud débil. Se sobreentiende que el futuro académico no puede permitirse tener mala salud, aunque sea por las sobrecargas que lo esperan en el curso de postgrado. He aquí la lista de las enfermedades características para las personas cuyo intelecto no es muy alto: diabetis sacarina, asma, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Algunos objetarán: se puede dedicarse al intenso trabajo intelectual, ser sano, pero morir de una muerte repentina. Ciertamente, el más indiscutible indicador de la buena salud es la longevidad.
Los estudios en materia de gerontología se apoyaban enérgicamente en la URSS. Stalin fundó para el Profesor Alexandr Bogomolets en Kíev el Instituto de Gerontología. Pero el científico murió cuando era más joven que su protector. “¡ Ese canalla nos ha engañado a todos”, exclamó Stalin, al enterase de su muerte.
El más gracioso de su época dijo en una ocasión una cosa muy acertada: por mucho que se haga por el hombre, él se arrastra con obstinación en dirección hacia el cementerio. Pero la velocidad y las rutas son distintas. Se pudo probar que los seres humanos se parecen al vino. Algunos, con el devenir de los años, se transforman en vinagre, mientras que otros adquieren un sabor mejor. Hace falta reflexionar más para ser más sano.
*"Para mi los verdaderos inteligentes buscan a Dios y la Eternidad"*
Hay algo más profundo que nuestra mente; algo más allá del afecto y la emoción; algo más poderoso que la voluntad y es la existencia del espíritu en nuestro interior. Tú debes saber que posees un espíritu que tiene su propia mente y sus leyes.
Hay algo más profundo que nuestra mente; algo más allá del afecto y la emoción; algo más poderoso que la voluntad y es la existencia del espíritu en nuestro interior. Tú debes saber que posees un espíritu que tiene su propia mente y sus leyes.
La mente es la parte dirigente del
espíritu, la cual revela la personalidad de los espirituales.
La sabiduría de Dios es mejor que las joyas, con ninguna cosa deseable puede ser comparada. Todas las cosas terminarán, pero la Palabra de Dios jamás pasará, sino que permanecerá para siempre. Conozcamos al Señor a través de ella, aprendamos a amarle y a entender que el temor a Dios es el principio de toda sabiduría y el apartarse del mal la inteligencia.
1. Dice Colosenses 1:9,10 “Por lo cual también nosotros, desde el día
que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis
llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en
todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento
de Dios”.
La sabiduría de Dios es mejor que las joyas, con ninguna cosa deseable puede ser comparada. Todas las cosas terminarán, pero la Palabra de Dios jamás pasará, sino que permanecerá para siempre. Conozcamos al Señor a través de ella, aprendamos a amarle y a entender que el temor a Dios es el principio de toda sabiduría y el apartarse del mal la inteligencia.
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